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Virginia Urieta
Martes, 15 de noviembre 2016, 12:21
Hasta 21 alfileres ingirió Anouk, una perrita de unos tres años, después de haber caído en una trampa totalmente elaborada a conciencia: un jugoso burrito con queso, jamón y pequeñas y puntiagudas agujas escondidas en su interior que, afortunadamente, no han causado males mayores al ... can, al menos de momento. «Es alucinante pero al parecer está a la orden del día, y eso que en Plentzia hacía años que no pasaba», lamenta su dueña, Libe Aspiazu. Ayer llevó por segunda vez a la perra al veterinario para hacer el pertinente seguimiento después de que el pasado jueves ingiriera comida ajena en la plaza Gaminiz, «un lugar frecuentado por perros, porque mucha gente viene a pasearlos aquí». No fue hasta el sábado cuando, según relata, el animal vomitó parte del alimento «y cinco agujas. Fuimos corriendo al veterinario y vimos en la radiografía que tenía 16 más dentro».
Fueron después al lugar en el que la perra había ingerido la trampa, y encontraron otro trozo, con aspecto parecido al de una pizza y que estaba también poblado de alfileres. «No es normal. Es una locura hacer algo así, el que lo ha hecho se ha tomado su tiempo e incluso la molestia de cocinar la comida», indica. Han avisado a vecinos y conocidos, además de alertar de la situación en las redes sociales, y hoy denunciarán lo sucedido en la Ertzaintza.
Daño «desproporcionado»
Pero no ha sido un caso aislado. El pasado miércoles Javier, vecino de Sopela, encontró una salchicha partida en pequeños trozos en la que se distinguían fácilmente algunos alfileres, comida que fue distribuida en la zona norte de la urbanización Sopelmar. «Poco antes a una pareja le sucedió lo mismo, la gente empieza a sospechar aunque puede ser cualquiera. Es cierto que aquí hay dueños que tienen muy poco civismo, no recogen los excrementos, que dejan incluso en algún paso de peatones. Pero eso no justifica ni las trampas ni el veneno, es una daño desproporcionado», valora el vecino, que también ha querido romper una lanza en favor de las personas que a pesar de no tener canes tienen que soportar la dejadez de algunos propietarios.
Una trampa «bien elaborada», señala, que ha hecho que cambie de sitio a la hora de pasear a su perro. «No ha vuelto a denunciarse ningún otro caso en esta zona, pero no le he vuelto a llevar allí. Hicimos una batida unos pocos vecinos para comprobar que no hubiera más comida de este tipo y no encontramos nada, por suerte no ha habido que lamentar daños. Pero estamos preocupados», confiesa.
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