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Virginia Urieta
Miércoles, 6 de julio 2016, 00:22
Hace ya días que las jóvenes que conforman la plataforma Solidarias en Acción, integrada por cinco chicas una de ellas vecina de Gorliz y la otra de Algorta, además de una vitoriana, otra gallega y una navarra regresaron del campo de refugiados de ... El Pireo, en Atenas. Allí pasaron dos semanas colaborando en todo lo que pudieron, echando una mano para intentar atajar, de alguna manera, una realidad que han podido vivir de cerca y que no es, precisamente, la más amable. Confiesa la algorteña Sira Antolín que ya de vuelta han tenido tiempo para digerir algo que allí era imposible asimilar por el ajetreo del día a día. Y consiguieron llevar después de celebrar en Plentzia y Gorliz diferentes actos benéficos hasta 4.000 euros que han destinado a mejorar las condiciones de vida de los refugiados, una labor encomiable.
Ya en el campo han colaborado con una ONG noruega, A drop in de Ocean, «la única que nos aseguraba unas condiciones algo más seguras», explica Antolín. Al principio, relata, realizaron una visita al campo para ubicarse y comprobar de primera mano dónde hacía falta más ayuda. «Es muy gratificante pero ha sido duro, la primera sensación es vergüenza por las condiciones en las que están, sientes que te entrometes en sus vidas, que rompes su privacidad. Pero también que hacen falta mucha ayuda y muchos voluntarios», confiesa. Son pocas las entidades benéficas con las que coincidieron allí, a pesar de que no pudieron ir a Idomeni «porque las fronteras estaban cerradas y las condiciones eran mucho peores. Y eso que en nuestro campo la Policía desalojó a una ONG española sin dar explicaciones...», denuncia.
También acuden voluntarios independientes, por lo que terminaron echando una mano donde la demandaban, en un marco de colaboración común. «Se necesita gente que colabore, pero sobre todo médicos y abogados, porque te preguntan por cuestiones burocráticas de las que no tienes ni idea, hay mucho desconocimiento en cuanto a derecho internacional».
«Los víveres no llegan»
Las personas que están en este campo llegan no sólo desde Siria, sino también de Afganistán, hay iraníes o kurdos conviviendo «como pueden, muchos con un futuro muy incierto. Y acuden después de viajar hasta las costas turcas, mediante mafias, pagando muchísimo dinero. Hacinados en una lancha hasta llegar a Grecia y después al centro... Pagando y pagando dinero que no todos se pueden permitir».
Señala que aunque el Gobierno local repartía comida en función de las personas que tienen contabilizadas, los víveres no llegan a todos. «Los responsables repartían comida para 1.500 personas pero eran el doble, así que nosotros cubríamos las necesidades del resto. Aunque lo que más falta hace, y lo que nosotras compramos una vez allí, eran sobre todo productos higiénicos, toldos para protegerse del sol, colchonetas para dormir o palanganas para lavar a los niños Ellos prefieren ser autosuficientes, a que les des las cosas hechas».
Antolín informa que ahora cada una de las voluntarias trabaja por su cuenta con asociaciones o entidades para seguir colaborando, y que no descartan repetir. «No sabemos cómo ni cuándo pero seguro que volveremos. Hay que visibilizar un problema cuya única solución es que se acabe la guerra».
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