Parecía un mediodía corriente a los pies del coloso diseñado por César Pelli. De la boca del rascacielos de la Plaza Euskadi emergían constantemente oficinistas con prisa, solos y en grupo, muchos cargados con el portátil en una mochila. «Solo hemos venido a recoger el ordenador para teletrabajar», explicaron dos trabajadores de mediana edad. Otro joven detalló que su jefe les había ordenado currar desde casa, aunque solo hasta que finalizasen la jornada. Algunos, sine mbargo, aseguraron que ambos días acudieron a la oficina con normalidad, ya que no todas las empresas asentadas en la torre vieron sus sistemas afectados ni obligaron al plantel a desalojar las oficinas.
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Cola para subir
«El lunes llegué media hora tarde, a las nueve y media, porque había cola para poder subir porque el corte eléctrico había inutilizado los ascensores, pero pude trabajar en mi puesto como siempre, al igual que hoy», dijo un treintañero. Otros relataron que la jornada previa, en un principio, les impidieron la entrada por la aglomeración que se estaba formando. Algunos optaron por marcharse y otros por subir a la oficina a través de las escaleras de emergencia. Pero aunque no hubiera agua o luz en las zonas comunes, muchas oficinas seguían teniendo electricidad. «Cada firma ha tomado su propia decisión» insistieron. Por ejemplo, varios empleados de Schneider Electric, una de las inquilinas históricas de la torre, acudieron con normalidad a sus puestos por la mañana.
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