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Al parecer, los gobernantes del pasado estaban centrados en las cosas, o en algunas cosas. Lo sabemos ahora porque los gobernantes contemporáneos anuncian que ha llegado el momento de poner el foco en lo importante: en las personas. El Ayuntamiento de Bilbao es muy activo ... en este planteamiento. En la aprobación de su Presupuesto para 2025 presume de que su prioridad es esa, las personas. A continuación en su lista de afanes están los barrios (que es donde viven las personas) y la actividad económica (se supone que la desarrollada por las personas). Por supuesto es una buena noticia para las personas. Y lo es por partida doble porque este afán humanista se extiende a otros ámbitos, como la Diputación de Bizkaia, que insiste en poner 'a las personas en el centro', y no a un lado, como parece ser que estaban con las políticas de antes.
Se conoce que es una tendencia sobrevenida y feliz propia de los tiempos, una nueva disposición que guía los pasos de las administraciones públicas de la modernidad. Es además un discurso transversal y recurrente del que beben casi todos los partidos políticos: primero, las personas, dicen. Pero, a ver, ¿cuál era entonces la prioridad de las administraciones pasadas? ¿Las colonias felinas? ¿La promoción de la filosofía aristotélica? ¿El perfeccionamiento del sexo tántrico? Claro que no. Durante las décadas pretéritas los gestores de lo público bastante tenían con ocupar su tiempo en la lista extensa de tareas pendientes. Es que estaba casi todo por hacer. Había que levantar escuelas y hospitales, había que construir carreteras y residencias. También estaban por redactar las leyes y los reglamentos que garantizan derechos y los que redistribuyen riqueza. Había que recoger los pedazos de una crisis industrial. Siempre había cosas (¡cosas!) por hacer.
Ahora, claro, casi todas esas cosas están hechas y el ambiente es un poco más relajado. Seguro que es porque el bienestar aplatana un poco. A ver, claro que hay necesidades y problemas. Pero es evidente que nunca antes en la historia de la Humanidad había habido tanta gente viviendo tan bien y durante tanto tiempo como aquí, en este pequeño rincón del planeta, y ahora. Y nunca había habido tantos líderes políticos forjados en entornos de abundancia y cierta despreocupación. Son ellos los que tienen que gestionar unas arcas públicas bien nutridas, los encargados de darle salida a todo ese dinero que hoy está ahí pero mañana no se sabe. ¿Y en qué gastárselo ahora? Exacto: en las personas. En entretenerlas, al menos. Y en adormecerlas con discursos anestésicos.
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