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Laura A. Izaguirre
Sábado, 1 de julio 2023, 01:06
La historia de Cerebrito Pérez comenzó como empiezan muchas grandes historias, casi de casualidad. «Tengo una empresa informática, y cuando el mundo del comercio electrónico comenzó a aterrizar en las pymes, quisimos aprender de forma autodidacta sobre marketing y plataformas digitales para hacer consultorías a ... nuestros clientes con conocimiento de causa», recuerda Jaime Meler, la cabeza pensante detrás de esta particular juguetería de Getxo.
Había que crear un comercio electrónico. ¿Para vender, qué? Fue la mujer andereño de un miembro del equipo quien propuso una juguetería. Y se pusieron manos a la obra. «Había que comprar juguetes, y adquirimos tantos que no nos cabían en la oficina. Vi un local que se alquilaba en Algorta y nos planteamos cogerlo para que nos sirviera de almacén y de venta al público». Así nació este pequeño gran espacio que aúna juguetes, conocimiento y «mucha alma».
Porque Cerebrito Pérez no es una juguetería al uso, sino más bien «una chaladura», como la define Jaime, en la que los juegos son el 'imán' a través del que los niños se acercan a la curiosidad. «Vienen porque quieren encontrar un juego que les haga pensar». Pero la trastienda guarda un secreto: es el espacio en el que se organizan talleres de aritmética mental, robótica, cómic, afición a la lectura, ajedrez… para chavales de entre 6 y 11 años. «Materias distintas que ayuden a superar inseguridades -por ejemplo, hay mucha gente que dice que las matemáticas se le dan fatal y en realidad es sólo un bloqueo- y colaterales a la formación académica que, en el peor de los casos, te pueden despertar un hobby. Una formación lúdica que busca hacer que los chavales se entusiasmen con algo y les ayude a saber lo que les gusta y lo que no», puntualiza Jaime.
El mero hecho de que Cerebrito naciera 'al revés' de lo que es habitual en los comercios -primero la versión digital y luego la tienda- hace entrever que su esencia es lo diferente y el constante movimiento. «Hemos sacado productos propios, como el robot Lolo que bailaba como Michael Jackson, un juego de madera para aprender a hacer fracciones, y algo que tuvo mucho éxito en pandemia: unos cuadernillos de colorear descargables en pdf que a través de una App del móvil te permitía ver en 3D los dibujos pintados; se lo descargaron 80.000 personas», destaca Jaime.
Pero Cerebrito sigue pensando a futuro teniendo un claro referente. «Mi abuelo fue un hombre súper inquieto que montó una compañía de teatro, un coro… Por la mañana Cerebrito es un espacio sin apenas uso y me haría mucha ilusión poder aprovechar esa infraestructura y encontrar a alguien como mi abuelo que dinamizara actividades para personas mayores», concluye Jaime.
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