«Que celebremos sin miedo ni precaución la vida que ya teníamos»

Que las próximas Navidades el Olentzero pueda sentar a los niños en sus rodillas y las amonas puedan abrazar a sus nietos.

Que la lumbre crepite y las docenas de ojos que la cuidan puedan pasar una noche de brisca sin contar el aforo en cada bar de cada pueblo alavés.

Y que esta ciudad, crecida de una almendra, supere el cansancio de otros calendarios.

Que los días no se cuenten por decesos.

Que no se ausente más aquel rito de los dos besos, que podamos ver sonrisas y no adivinarlas bajo las mascarillas.

Quiero ver aglomeraciones sobre las calles adoquinadas del Casco Viejo, rostros esperanzados porque hemos dejado atrás la distopía. No me importarán entonces los roces ni los codazos. Qué bien me va a saber cualquier cercanía que quebrante los dos metros de distancia de seguridad.

Que las campanas de San Miguel inventen un nuevo toque: toque de fin de pandemia.

Que celebremos sin miedo ni precaución que vuelva la vida que teníamos: esa que vivíamos sin saber que ya éramos felices.