![El acto se ha celebrado este jueves en la Sociedad Bilbaína.](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/04/13/mujeres-rescate-policia-ktIB-U200559805424UB-758x531@El%20Correo.jpg)
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«¡Cómo te queda el neopreno!», «¿dónde está tu compañero?», «¿tú sola vas a poder conmigo?», «¿eres enfermera o la de la oficina?». Estos son algunos de los «comentarios fuera de lugar» que han tenido que escuchar en su día a día estas siete mujeres ... especializadas en rescate en mar y montaña del Greim y el Servicio Marítimo de la Guardia Civil, de la Unidad Canina y de Subsuelo de la Policía Nacional, de la Unidad Militar de Emergencia (UME), de la Capitanía Marítima, de Cruz Roja del Mar y de la DYA. Ellas han roto barreras, a menudo son las únicas mujeres en sus equipos de trabajo y representan el mejor ejemplo de que cualquier niña que así se lo proponga puede imitarlas. «Las pruebas de acceso están abiertas a todos y todas y son asequibles», animan.
Fátima Moreno lleva 32 años en el Servicio Marítimo de la Guardia Civil. Los últimos tres años se ha reenganchado desde la reserva y participa en misiones de control de la inmigración y en rescates oceánicos en el litoral africano, como Argelia. «Hasta ahora he tenido mucha suerte, pero cada vez es más peligroso y difícil. Son mafias mucho más agresivas. Para ellos es un negocio y no les importa poner en peligro la vida de las personas que transportan. Nosotros tenemos que capturarles, pero sin arriesgar a los inmigrantes que llevan», explica.
Formó parte de la segunda promoción de mujeres de la Guardia Civil y de la primera del Servicio Marítimo. «Los comienzos fueron duros. No sabía lo que era un barco y nos pusieron a navegar». Para ella «lo mejor es el compañerismo». Se ha sentido como uno más. «No miramos si te llamas Pepe o María». Cree que, como mujer, ha aportado sobre todo «en la conviviencia. Pasamos muchas horas juntos y se necesita hablar». También en el trato humano con las víctimas. «Te encuentras con una mujer y un niño y les prestas tu ropa o les acompañas a la ducha para que se encuentren mejor».
La misma vivencia ha tenido su compañera de los prestigiosos grupos de rescate en montaña Greim, Mariona Overt. «Si he notado alguna diferencia ha sido igual en el trato humano, en los cuidados. Mis compañeros están más al rescate global y yo me preocupo de si la víctima necesita un abrazo». Hija de una familia catalana, a los 12 años ya subía al Aneto en condiciones meteorológicas adversas. La competición en esquí de fondo y duathlon le llevó a integrarse en la Guardia Civil. Quedó la cuarta en el curso de montaña en el que era la única mujer. Ahora se está viviendo «un 'boom'» en la llegada de féminas a esta especialidad. Ella, que es madre de dos niñas, la mayor de ellas sentada entre el público, lleva 13 años entre Benasque, Jaca o Panticosa, la zona más alpina y con más rescates, muchos de ellos de vascos. «Hay mucha tradición montañera en el País Vasco, son amantes del Pirineo».
Isabel Robles, inspectora de la Policía Nacional, ha roto un techo de cristal y coordina en la actualidad los grupos de caninos y subsuelo en el País Vasco. Su primer destino, «duro pero provechoso», fue como jefa de seguridad en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Algeciras. Trabajan en binomios con un perro, especializado en detección de drogas, billetes de curso legal y explosivos. Sólo hay una agente femenina. En subsuelo, una labor «desconocida aunque fundamental», actúan «a cota cero y en espacios angostos». Siempre se ha sentido «bien recibida» por la plantilla.
Cristina Gamboa es capitana especializada en psicología de la Unidad Milital de Emergencia (UME) y participó en la operación volcánica de La Palma tras la erupción del Cumbre Vieja. «Estuve desplegada 44 días. Era la primera vez que se integraba a un oficial psicólogo en un grupo táctico. Me permitían el acceso a la zona de exclusión. Fue un hito en las Fuerzas Armadas», se enorgullece. Además de apoyar a los intervinientes en labores de «observación de la colada y medición de la atmósfera», acompañó a la población local en la retirada de enseres. «Tenían 15 minutos para recuperar pertenencias acumuladas a lo largo de la vida». Además de asistirles en un momento de bloqueo emocional, les ayudó a «jerarquizar necesidades para luego reconstruir su vida, recordándoles por ejemplo que cogieran el carné de la piscina para que pudieran seguir con su rutina diaria». Al final, «nos íbamos antes para dejarles un momento de intimidad y que pudiesen iniciar el duelo».
La inspectora de Capitanía Marítima Daryeni Vargas realiza 'ITV' en barcos «para ver que cumplen con la seguridad y evitar desgracias como la del 'Prestige' o el 'Costa Concordia'», que ayudaron a reflotar. Como controladora marítima en Tarifa ha intervenido en el avistamiento de pateras y rescate de inmigrantes. Sólo en 2018 fueron salvadas 50.000 personas que intentaban llegar a la costa española. Recuerda un caso, que se produjo en marzo, en pleno temporal de Levante. «Había a la vista una patera dada la vuelta, con tres personas sujetas». Al verles, dos de ellas se soltaron por miedo y sólo pudieron rescatar a una. El superviviente les explicó que iban 12 en el cayuco. En otra ocasión, un barco que había perdido el ancla se acercaba peligrosamente a la costa, pero no contestaban a los mensajes de alerta. Resultó que «la tripulación estaba dormida y no había nadie en el puente. Les tuvimos que advertir que íbamos a llamar a las fuerzas de seguridad».
Ainhoa Munitiz, bermeana de 36 años, nació y creció «en una familia de pescadores». Lleva 19 años como voluntaria en Cruz Roja del Mar y ahora ejerce como instructora de socorrismo acuático en espacios naturales y forma a los socorristas de playa todos los veranos en Bizkaia. De los 162 voluntarios de las bases de Arriluce, Bermeo y Ondarroa, sólo 41, un 20%, son mujeres. «¿Por qué no nos animamos?, ¿qué es lo que nos frena?», se pregunta. «Todavía hay una barrera. La mar es un campo masculino y duro, pero ver que una instructora es capaz... Nos faltan referentes femeninos en el ámbito del mar», comparte.
La psicóloga Verónica Rial trabaja para la DYA y en su caso cree que por el hecho de ser mujer «las víctimas de suicidios consumados o accidentes muy graves con pérdida de vidas humanas nos reciben mejor. Enseguida quieren que les abraces y así se descargan». Es la especialidad en la que más chicas hay. El porcentaje baja al 50% en las ambulancias y al 20% en rescate. «Aumenta la presencia femenina cuanta más formación se necesita», advierte.
Las primeras mujeres que entraron en la DYA en los años 70 eran esposas, novias, hermanas o hijas de miembros y se dedicaban a atención telefónica y cuestaciones. «Con faldita y zapatos de tacón atendiendo a enfermos». Hubo que esperar hasta los años 90 para ver a la primera conductora de ambulancia. «Queremos hacer lo que nos dé la gana, que a veces coincide con oficios relacionados con lo masculino», proclama.
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