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En 2018, un vecino de Logroño confió su coche a una de las empresas que recogen vehículos en el aeropuerto de Bilbao para estacionarlos en parkings cercanos a 'La Paloma'. Esta persona cogió después un avión para realizar uno de sus viajes soñados. Cuando regresó ... a Loiu desde Lisboa, feliz, se encontró con que la carrocería de su turismo estaba llena de rayones. Esta historia tiene que ver también con su abogado, que lleva ya seis años trabajando en el caso, cuatro desde que un juez de Bilbao reconociera el derecho de su cliente a ser indemnizado. Desde entonces intenta ejecutar la sentencia firme que condena a esta compañía a costear el arreglo de esos desperfectos.
El galimatías que atrapa al vecino de Logroño tiene «un desgaste psicológico elevado» en comparación con la cantidad económica que está en juego. El arreglo de los deslucidos le supuso un coste de poco más de 500 euros. Su abogado lleva años de trámites, oficios y peticiones de embargo para intentar recuperar esa cantidad. La carpeta con su expediente empieza a tomar cierto grosor. «Para mi cliente este asunto no es una cuestión de dinero sino de principios y Justicia. Se encontró con una faena de la que no era responsable y se lavaron las manos», cuenta el letrado riojano Esteban Rubio.
Los hechos se remontan al 28 de mayor de 2018. El hombre de Logroño contrató con El Corte Inglés un viaje a Lisboa. En el paquete se incluía la recogida del coche, de la marca Skoda, en Loiu por la empresa Parking Airport Ioneca, que ahora desarrollaba su labor con el nombre comercial de Epark Bilbao. Todo parecía ir bien. Después de disfrutar de unos días en Portugal, la «desagradable sorpresa» llegó al ir a recoger el turismo. En el propio aeropuerto se dio cuenta de que tenía desperfectos en varios puntos de la carrocería. «Eran muy evidentes», cuenta. «Yo tenía el coche inmaculado y cuando lo recogí, aluciné».
Se inicia aquí un proceso de reclamación que nunca es atendido. Al vecino de Logroño le van pasando de teléfono en teléfono pero nadie le da una solución. Manda emails y pide también a la agencia que le vendió el paquete que se responsabilice. Pero todo es en vano. Decide arreglar los rayones por su cuenta y solicitar después el abono de la factura. El taller le cobra 570 euros.
Envía entonces el justificante pero Epark no se hace cargo y asegura que los desperfectos ya estaban. Harto de dar vueltas, contrata un abogado. El caso llega a los tribunales de Bilbao y el hombre gana con contundencia. El juez afea la conducta a la empresa y exige el abono del arreglo. La sentencia deviene en firme en 2020.
El fallo favorable debería ser el final feliz de esta guerra, pero resulta que solo es una batalla ganada. «El verdadero reto en esta historia es cobrar el dinero». Al no depositar el cheque en el juzgado ni tener noticias de la empresa de aparcamiento, el abogado reclama el embargo de las cuentas. El magistrado acepta, pero «no hay dinero». Se embarga también la posible devolución del impuesto del IVA. Pero, nada. No aparece ninguna cantidad. «Y eso que parece que la empresa sigue funcionando con normalidad», dice el letrado.
Lo último es la petición del embargo de la recaudación. Una solicitud que el juzgado de Bilbao ha tardado un año en responder y aceptar. El pasado 9 de enero, un funcionario se presentó en el domicilio social de Epark, en Derio, pero no halló allí a nadie. Contactada por este diario, la empresa no ha dado su versión del caso. Seis años después, el vecino de Logroño sigue esperando que se haga justicia.
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