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Los campings vizcaínos han colgado este julio el cartel de completo. Se encuentran a tope y con casi todas las plazas -2.400- ocupadas. Para agosto, más de lo mismo. Desde la pandemia, cada vez más personas, de perfiles muy diversos -desde familias francesas y ... alemanas en busca de tranquilidad a adolescentes con aire resacoso tras el final del BBK Live- optan por este tipo de alojamiento para disfrutar de las vacaciones estivales. Con vistas espectaculares a algunas de las mejores playas de la costa vizcaína y enclavados en parajes naturales, campar a las anchas está más de moda que nunca, según cuenta Alberto Retolaza, responsable de la Federación de Campings de Euskadi.
2.400 plazas tiene Bizkaia
según los datos facilitados por la Federación de Campings de Euskadi, que cuenta con 11.372.
2020 es el año de la pandemia
La crisis sanitaria ha atraído a un mayor número de usuarios a este estilo vacacional.
Cree que las 308.585 personas que disfrutaron el año pasado de las 11.372 plazas existentes en Euskadi se superarán con creces este verano. Los clientes buscan «libertad» y «contacto con la naturaleza», esgrime, lo que justifica «llenos diarios». Solo en los dos campings de Mendexa esperan aún a que pasen los Sanfermines «para despachar» toda su oferta. Pillar una plaza libre se antoja muy complicado.
Javier Fernández, responsable del Arrien de Gorliz, abierto en 1963, afirma que desde el estallido del coronavirus el crecimiento es «exponencial» y asegura que la guerra de Ucrania está favoreciendo la llegada de «más autocaravanas que nunca. Huyen de otros destinos para descansar al aire libre». Por si fuera poco, el sector tampoco pasa por alto el impacto del Tour. «Ha acompañado muchísimo».
El matrimonio Hillen, con Marion, de 63 años, y Andreas, de 61, llegó al camping Arrien de Gorliz desde Alemania. La estancia se enmarca en una ruta diseñada «paso a paso» para visitar a su familia de Madrid. Su intención es parar en diferentes puntos del norte. Tras Gorliz, su siguiente destino será Galicia. Están acostumbrados a viajar «con la casa encima» por Noruega, Suecia o Italia. «La caravana es nuestra casa», describen.
En las instalaciones de Arrien, con capacidad para 400 personas, se pasa en cuestión de días de un 60% de ocupación a colgar el cartel de completo en julio y agosto. «Apenas hay campings», justifica Fernández. Ane Astui, de 64 años, se aloja con su marido. Vecinos de Arrigorriaga, son «habituales» desde hace 3 años. Su hija también les visita con su bebé. «Está cerquita y todo el verano vamos y venimos. Acabamos muy hartas del confinamiento», rememora Ane. «Siempre hemos viajado en furgoneta y caravana con las hijas pequeñas. Nos gusta el camping, nos ha permitido movernos por donde nos ha dado la gana, sin obligación de quedarnos en ningún sitio si no nos gusta».
El camping de Sopela, con 600 plazas, presenta «una enorme rotación» diaria. «Puedes empezar la jornada con el 100% de ocupación, bajar al 85% y volver a llenarse a la noche», explica la responsable, Iulene Uriz. Eso sí, en agosto ya no cabe «ni una mosca. Esta semana con el BBK Live nos han llegado un montón de festivaleros», apunta la portavoz de las instalaciones.
En Sopela también pasa unos días con su familia Amaia Irastorza, de 35 años y vecina de Zaldibia. «Tenemos tres hijos pequeños y nos parece que los niños tienen más libertad aquí que en una casa o un hotel. Tenemos el verde, que es lo que necesitamos». Aunque, en realidad, han elegido este estilo de vacaciones «desde siempre». «Antes en 'furgo' y ahora en autocaravana. Nos parece más cómodo», subrayan. Se empaparon de la cultura del camping en Francia, donde «está muy arraigada. El país vecino está repleto de áreas», algo que echan de menos aquí. «Es una pena, pero no nos quieren ni ver», lamentan.
La bilbaína Ana Cantero, de 73 años, lleva 36 años «descansando» en Sopela. Disfruta regando las plantas. «Nuestro módulo es como una casa», detalla. Se define una «campista fija». Se pasa todo el verano en el camping: «julio, agosto y septiembre». «Mi madre también lo hacía, es muy cómodo, playa al lado, piscina... Mis hijos incluso se han venido a vivir cerca de aquí», relata.
Silvia Benelli, una italiana de 71 años, es la primera vez que acampa en Sopela junto a su marido. Ha recorrido muchos lugares «en caravana y en moto. Por comodidad», destaca. Pero le sobran ganas y quiere visitar cada rincón «desde Baiona hasta Bilbao», desvela mientras se dispone a lavar la ropa que traslada en una cestita de lo más coqueta.
El camping de Arketa, se encuentra en la reserva de Urdaibai, con un enorme balcón a la playa de Laida en Ibarrangelu y San Pedro de Atxarre como telón de fondo. La bilbaína Eva García conoce bien la zona. Aquí dio, recuerda, sus primeros pasos. «Llevo 42 años viniendo a este lugar. Yo nací en el 80 y lo abrieron al año siguiente», rememora. Uno de sus pasatiempos favoritos es charlar con otras vecinas de módulo. A la bilbaína Marian Martínez, usuaria de Arketa desde hace 23 años, no hay cosa que más le guste que «estar en la calle y disfrutar» de la naturaleza. «Arketa da libertad a los niños. Gozan de la playa sin tener que coger el coche y de un embarcadero que hace de piscina natural», apostilla la santurtziarra Irune Lucas: «Y qué decir del silencio. Solo se oyen los pájaros. En mayo fue una maravilla. Tenemos caravanas fijas que son nuestro chalet de plástico con cocina exterior y huerta en las macetas», ensalza. Iugatx Dañobeitia, de Durango, llegó por primera vez hace dos y asegura que «esto es un pueblo». Para Eva, «somos como una gran familia».
El camping municipal de Ibarrangelu lleva semanas completo. Cuenta la empleada Lur Arteach que «con el Tour estuvimos a tope». El negocio solo «se empezará a relajar» a partir del 21 de agosto», con la llegada de la Aste Nagusia.
Martine Warnier, de 72 años, y Seuge Berthon, de 73, son un matrimonio francés alojado en el camping de Portuondo, en Mundaka. Con capacidad para 344 personas, ofrece «bungalows, 'glamping' y parcelas», explica Mari Carmen Ayneto, que confirma la «explosión» de ocupación desde ahora hasta mediados de agosto. Desde el bungalow de Martine y Seuge se divisa la reserva de Urdaibai. «Es una postal idílica», elogian.
Soñaban con pasar unas vacaciones «cerca del mar» y en un lugar «próximo a Bilbao. Queríamos descubrirla», reconocen. Y les ha impresionado: «Es una ciudad bella. Nos sentimos muy a gusto. Los bilbaínos son personas con mucha personalidad e interesantes».
- ¿Y Portuondo?
- Aquí hay mucha calma y tenemos grandes vistas.
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