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«Xabi, tranquilo. Míranos. ¿Nos podemos acercar? Vamos a ir poco a poco, ¿vale?». Estas fueron las palabras con las que un grupo de ertzainas consiguió ayer empezar a ganarse la confianza de un vecino de la comarca cercana a la localidad guipuzcoana de Aretxabaleta. ... El hombre había traspasado la valla de un puente de la AP-1, a la altura del punto kilométrico 125, y estaba asomado al vacío. «Se balanceaba con sólo una mano agarrada a la valla, como si estuviese cogiendo fuerzas para lanzarse», explica uno de los agentes que ha conseguido salvarle la vida.
Sucedió ayer en torno a las 8 de la mañana. El primer aviso que recibieron los servicios de emergencias hablaba de un coche que circulaba marcha atrás en la autopista, a la altura de Aretxabaleta. Su conductor, al parecer, quería suicidarse.
Los primeros que llegaron allí fueron unos agentes de Tráfico de la Ertzaintza de Gipuzkoa. Algunos de ellos habían vivido antes experiencias con personas que amenazan con quitarse la vida, pero ninguna tan grave como esta. El hombre había superado la valla, de más de metro y medio de altura, y estaba de pie sobre el bordillo, «mirando al vacío».
Lo primero que hicieron fue apagar los rotativos -las luces que llevan los coches-patrulla- para no asustarle. El hombre estaba «como en shock». No decía nada. Averiguaron que se llamaba Xabi y se dirigieron a él por su nombre y le pidieron permiso para acercarse. De vez en cuando elevaba la mano, indicándoles que se detuviesen. Pero seguía sin decir nada.
Hasta allí llegaron patrullas de la comisaría de Bergara. Poco a poco empezaron a ganarse su confianza. Los ertzainas se separaron. Uno de ellos iba de frente, hablándole, anticipando cada movimiento que hacía, mientras otros agentes se dirigían por los lados de forma discreta. Eran momentos de mucha tensión. «Yo pensaba que se iba a tirar en cualquier momento», explica un ertzaina.
Poco después, cuando un agente vio que estaba ya a poca distancia del hombre, se lanzó a por su brazo. Le enganchó con fuerza y poco después un compañero le amarró por el otro lado. El vecino era «bastante corpulento» e hizo un «gesto» para tratar de soltarse, pero en seguida llegaron el resto de policías. Después le elevaron por encima de la valla y, ya sin peligro, consiguieron tranquilizarle antes de que llegase la ambulancia. «Ha sido una de las experiencias más difíciles que hemos vivido», relatan.
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