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El negocio de mi padre estaba aquí». Se nota el orgullo al repasar los asuntos de familia. De esa forma nos enteramos de que su ... abuelo Lucio fue guarda forestal y que, por eso, su padre nació en Carranza. Se llamaba José Luis, pero le decían 'Luisito el listo' porque cambiaba sus deberes a los compañeros a cambio de bocatas. Tiempos duros. Pero el hijo lo cuenta hoy con flema botxera. Hablamos de Davalillo. El que nació en la Policlínica San Antonio el 12 de julio de 1960 y se convirtió en señor del baloncesto de nuestra villa.
Xabier Jon Davalillo Peña es de Indautxu de toda la vida. La casa familiar estaba en la calle de Ávila, cerca de donde nos encontramos. Su padre fue taxista hasta que dejó el volante para trabajar en una tienda de recambios y posteriormente, gracias a que el suegro les compró una lonja, abrir su propio negocio. Mientras tanto, llegaron los hijos. JJ. Iñaki, María Jesús y la pequeña Izaskun.
En cuanto a estudios, el niño que aún no miraba canastas hincó codos en La Pureza, luego un año en San Francisco Javier de Santurtzi y después en los Maristas. Fue allí donde el hermano Esteban les ofreció una pelota para que la lanzaran al aro. Se le daba bien. En cuanto a la altura, la razón genética no se aprecia a simple vista. Algo sucedió en cierto verano. Tuvo que estar en cama y pegó un gran estirón.
Ríe ahora al recordar lo que suponía ir a jugar los partidos. Sus padres tenían en Meñaka una casa a la que acudían los fines de semana. Así que pillaba autobuses, combinados con caminatas y autoestop. Hablamos de un chaval de 13 años. Entonces eso resultaba normal. Y si las zapatillas se rompían, el esparadrapo obraba milagros.
La vida corría como los últimos segundos de un partido y pasó de jugar en Maristas a hacerlo en el Patronato y luego en el Baskonia. Pero un día recibe la llamada de Florencio Torrelledó y le convence de que su lugar está en el Caja Bilbao. El primer año hacen una gran temporada. No suben por una maldita canasta. Lo logran en el siguiente. Crece el mito. En el 89 se va dos años a Murcia, después a Granada y luego regresa a Jesuitas.
Confiesa que nunca tuvo mucho tiempo ni ganas de acodarse en barra. Salvo alguna incursión en el Pub Citroen de Concha. Siempre el mismo barrio. Como su buzón, que lo más lejos que ha volado es a Doctor Areilza y a María Díaz de Haro. Hasta el txoko, cita ineludible de los viernes, está en Indautxu. Allá va hoy. Le acompañamos y desvela que su ídolo siempre fue Magic Johnson. Lo pudo comprobar Mark McNamara, que a punto estuvo de ser Chewbacca en 'El Imperio contraataca', cuando jugando en Murcia se apostó una camiseta de entrenamiento de sus años en los Lakers con sus compañeros. Quien más canastas metiera se la llevaba. Y fue Davalillo. Solo imaginar que la hubiera podido rozar su admirado Magic le bastó para convertirse en Santo Grial. Todavía la guarda con mimo.
Ya puestos, pedimos más confesiones. Entonces cuenta que siempre usaba un par de calcetines para jugar con los que nunca entrenaba. Estaban marcados para saber cuál era el derecho y el izquierdo. No nos olvidamos de su muñequera blanca que solo se ponía en los partidos.
Imaginamos que también tendría manías y anécdotas mientras fue presidente, años tan apasionantes como duros, del Bilbao Basket. O ahora, que tiene otra vida junto a Eva y Jon. Pero siempre será JJ. El chaval al que jamás vio su padre en una cancha. Lo pasaba mal. Prefería pasear hasta que terminara el partido. Luego preguntaba por el resultado y si habían ganado le respondía con sorna '¡Qué malos debían de ser los otros!'.
Quien siempre estaba era Maricarmen. Su ama. La que hoy sigue recortando con cariño las noticias en las que aparece su hijo. Al fin y al cabo, ella mejor que nadie sabe lo larga que es la sombra de la leyenda de cierto jugador de apellido Davalillo.
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