Una caja de toffees y una tetera bastan para recordar nuestro lado británico. Se cumple una semana del funeral de Isabel II. Reina de un país cuya huella aquí es más profunda de lo imaginado. Hablaba de una caja y una tetera. La primera duerme, ... a 3.821 metros, en el océano Atlántico norte. Como contamos en su día es la que vendió Concepción Arrese a la abuela de Patrik Markuartu, para que fuera enviada a Ramón Arteagaveytia. Nacido en Uruguay y descendiente de Santurtzi y Barakaldo, logró sobrevivir al naufragio de uno de los transbordadores de su padre entre Buenos Aires y Montevideo. No pudo hacer lo mismo en el Titanic. Cuando encontraron el cadáver su reloj marcaba las 4:53. La caja no apareció. Un barco de Belfast y unos dulces de Bilbao, durmiendo juntos. Pero no deja de ser una simple anécdota de la extensa relación.

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Empecemos por la leyenda de una princesa escocesa que, enamorada de un joven de Kanala, decidió vivir en Busturia. Su hijo, llamado Jaun Zuria por la blancura de su piel y de su pelo, sería nombrado primer Señor de Bizkaia con el fin de frenar a un hijo del Rey de León. Son muchas las versiones, pero en todas la princesa es de Escocia. En cuanto a la historia, Drake tenía una cierta querencia hacia nuestra costa. En uno de sus viajes desembarcó en Izaro, arrasó el convento y mató a los monjes. Los tremendos de Kanala nacieron, entre otras cosas, para enfrentarse a los corsarios ingleses, de tú a tú y con los mismos valores. Pero hablemos de relaciones más afables. Como la que nació con los tesoros de nuestras minas. Cuando el hierro y el fuego comenzaron a ser uno.

No hace falta recordar la influencia inglesa en autobuses, taxis y sobre todo estaciones, raíles y trenes. O la solidaria recepción que vivieron los niños de la Guerra en puertos como Southampton. Lugar donde aún recuerdan a un tal Lezama que triunfó allí y que acabaría siendo legendario aquí, bajo la portería de San Mamés.

No es raro este viajar de costa a costa. «El Lord Alcalde de Londres se congratula con el Alcalde de Bilbao de las facilidades que proporciona la nueva comunicación directa por cable y confía en que aumentará las relaciones mercantiles y la amistad entre los dos países». Era 1873 y ambas ciudades celebraban este avance tecnológico. Un despacho de veinte palabras a Inglaterra, Escocia o Irlanda costaba 11 pesetas. Para recordarlo, hasta 1947 en que fue quitada por el Régimen Franquista, ondeaba en Arrigunaga una flamante Union Jack. Bandera que, reconocido por los Arana, inspiró a la Ikurriña. Y no debemos olvidar la Campa de los Ingleses, testigo del origen de nuestro fútbol, aeropuerto de osados pilotos y cementerio británico hasta su traslado a Loiu.

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Sociedad Bilbaína

El campo santo también tuvo que ver con esa relación. Nació para dar sepultura a los trabajadores no católicos que construyeron el ferrocarril Bilbao-Tudela. Gentes, muchas de ellas, que se enamoraron de nuestra Villa y Territorio convirtiéndola en hogar. Por eso no es raro, en estos días del adiós a la Reina británica, que recibiera el mensaje de un buen amigo recordándome otra relación. La de nuestra Sociedad Bilbaína con un lugar muy british. El Reform Club. Ser socio de la primera permite acceder al segundo y viceversa. Les sonará por una de las entregas de James Bond, que por cierto también se descolgó por las casas del Botxo, y por Phileas Fogg, protagonista de 'La Vuelta al Mundo en 80 días'. Allí nació la apuesta que le llevaría a lograr la gesta imaginada por Verne. Ante una taza de té. Como la que había en muchas de nuestras casas.

Hasta principios del siglo XX, y durante todo el XIX, la bebida social habitual no era el café ni el chocolate. Sino el té. Se tomaba como en Inglaterra. Salvo por un detalle. A las seis en lugar de a las cinco. Al fin y al cabo en Bilbao, y en eso no somos muy british, el día se nos hace más corto y la sobremesa más larga.

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