La juventud toma el relevo a la veteranía en el 'fisco' vizcaíno

Algunos todavía recuerdan aquella última rueda de prensa como viceconsejero de Presupuestos, a finales de 2002, cuando la vicelehendakari del momento, Idoia Zenarruzabeitia, no pudo contener las lágrimas en público al anunciar que uno de sus principales colaboradores, José María Iruarrizaga, había decidido 'pasarse a la privada', en lo que fue un tímido escarceo en la constructora Urazca. Después ha sido el colaborador perfecto de dos diputados generales bien distintos, José Luis Bilbao y Unai Rementeria, con una fidelidad rocosa y una capacidad sobrehumana para aparcar las ideas propias y ejecutar los designios de sus superiores, que no siempre estaban en el Ejecutivo foral y sí muchas veces en la dirección del partido. Ha sabido navegar con eficacia en eso que se conoce como el 'tradicional Gobierno de coalición', que es el formado por el responsable de Hacienda a un lado y todos los demás diputados enfrente.

«¡A mí me van a acusar de ser de derechas!, ¡al hijo de un conductor de La Basconia!», bramaba cuando desde la izquierda radical le lanzaban alguna andanada ante supuestas desviaciones liberales en sus planteamientos fiscales. «Es lo que me han dicho que tenía que hacer», ha sido la frase que ha esgrimido siempre para justificar cualquier decisión.

'Iru' ha sobrevivido cinco legislaturas pese a haber pisado algunos charcos. El primero y grande fue en 2011 cuando en una entrevista y sin previo aviso anunció que pensaba reclamar a las empresas los incentivos fiscales a la inversión que la UE consideraba ilegales. Empresarios y el resto de las diputaciones saltaron como un resorte. Hasta el lehendakari Iñigo Urkullu no dudó en declarar que «las cosas no se hacen así». También recibió varios tirones de orejas -hay cosas que el PNV no reconoce en público- cuando admitió en las Juntas Generales, en un acaloramiento con la oposición, que «el impuesto de sucesiones provoca fuga de contribuyentes».

Esta semana, en su discurso de investidura, la nueva diputada general de Bizkaia, Elixabete Etxanobe, reivindicó el «derecho a equivocarnos» e Iruarrizaga, aunque a regañadientes, ha tenido que admitir errores de su Departamento en estas dos décadas. El más contundente fue la precipitación al lanzar una nueva aplicación informática para la liquidación de la Renta de 2020, en la primavera de 2021. Un fiasco plagado de errores e improvisación que provocó un terremoto interno y dejó heridas. Tantas que la Hacienda de Bizkaia tuvo que plegar velas en la aplicación del 'Ticket Bai' y del programa Batuz. Pese a haber sido los impulsores y ser un importante arma de lucha contra el fraude -se apreciará con nitidez en los próximos años- la Diputación vizcaína será la última en aplicarlo con carácter obligatorio, a partir del próximo 1 de enero.

Itxaso Berrojalbiz, la heredera del 'tesoro' público vizcaíno, tiene rasgos singulares. Uno de ellos es que todos los que la han conocido en su vida profesional coinciden en señalarla como «una cabeza privilegiada», con una solvencia técnica en materia fiscal «a prueba de cualquier examen de oposición» y una auténtica joya para el servicio público, en un momento en el que está precisamente en tela de juicio la cualificación de muchos representantes políticos e institucionales.

El PNV la convenció en 2015 para figurar en las listas a las Elecciones Municipales de Amorebieta. «Tranquilos, voy en un puesto de no salir», dijo en el despacho ante la sorpresa de todos los miembros de Garrigues. Era la octava en la lista pero… salió elegida. Desde entonces, aseguran quienes la conocen, la tentación de dedicarse a la política ganó enteros paso a paso hasta que en 2020 llegó el paso definitivo y aceptó ir en las listas de la formación jeltzale al Parlamento vasco. Lo suyo no ha sido un cambio de trayectoria para medrar en lo personal o en la vertiente económica, más bien al contrario. La prueba del nueve es que cortó una carrera fulgurante en la firma que con toda seguridad, afirman fuentes de Garrigues, «la hubiesen llevado hoy a ser socia». Explicado en términos monetarios, tendría un salario anual por encima de los 200.000 euros. Lo cambió por 75.377 euros en el Parlamento Vasco -con la obligación de entregar una parte al PNV- y aunque ahora lo va a mejorar -91.000 euros como diputada foral- habrá renunciado a más de la mitad. Eso sí, los vizcaínos, particulares y empresas, van a depositar en sus manos más de 9.000 millones de euros cada año.