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La pequeña localidad de Poza de la Sal amaneció ayer llena de lazos negros. Había crespones en la puerta y en la fachada del Ayuntamiento, junto a las banderas que ondeaban a media asta. También había lazos y más silencio del habitual en los bares ... del pueblo. Carteles indicaban que las piscinas estaban cerradas. También la atención al público del Consistorio. Incluso algunos vecinos colocaron muestras de duelo en la puerta de sus casas. Pequeños gestos para arropar a la familia de Gorka, el niño de 10 años, vecino de la localidad vizcaína de Bedia, que falleció ahogado el miércoles en las piscinas de la localidad burgalesa donde veraneaba.
Isabel es una de las vecinas que colocó un crespón en la puerta de su casa. No conocía al niño y tampoco había coincidido mucho con sus padres. Pero el fallecimiento del pequeño le afectó mucho. Ella vive todo el año en este municipio, en el que todos los vecinos son como una gran familia. En invierno apenas residen 200 personas. Los bares se cierran y el pueblo se vacía. En verano pueden juntarse más de 2.000 veraneantes. Casi todos son vizcaínos. Casi todos hijos y nietos de trabajadores burgaleses que tuvieron que emigrar en la década de los 60 para buscar un futuro mejor. Vizcaínos que vuelven cada verano a sus raíces y que tienen su segunda residencia. El abuelo de Gorka fue uno de los muchos vecinos de Poza que emigraron para trabajar en Altos Hornos. Fue en Barakaldo donde conoció a su mujer y tuvo 5 hijas.
El fallecimiento del pequeño cayó como una losa en este enclave, cuyo Ayuntamiento ha decretado tres días de luto oficial y la suspensión de actos festivos de la 'Noche Blanca'.
Gorka no podía ir tanto al pueblo como su hermana, bastante mayor que él. Pero, aunque pasase sólo un mes al año en Poza, se hacía querer. Lo mismo que en Bilbao. En la capital vizcaína pasó buena parte de su vida. Residía en el barrio de Uribarri y estudiaba en el colegio Tívoli. Sin embargo, por cuestiones familiares residía desde hace un tiempo en Bedia, cerca de Lemoa.
Conchi, una vecina de Poza, explica que era un niño «muy alto y muy guapo» que cautivaba «por su sonrisa». «Se le veía siempre alegre con su bicicleta. Era muy simpático», explica. Una bicicleta que sólo aparcaba para ir al campus de fútbol al que se había apuntado en el pueblo durante el mes de julio. De hecho, el balón era otra de sus pasiones. «Le encantaba jugar en la plaza». Daba igual si eran amigos o niños que no conocía. Lo importante era pasar un buen rato.
Ayer gran parte de las conversaciones giraban en torno a lo ocurrido en las piscinas municipales. La del miércoles fue una jornada calurosa y por la tarde, a pesar de ser un día laborable, había unas 150 personas en las instalaciones tratando de refrescarse. Gorka estaba con su madre, otros familiares y amigos. Jugaba, como cualquier niño de 10 años. Varias residentes que estaban en el lugar de los hechos -entre ellas chicos que estaban en la piscina en ese momento- explican que estaban jugando a ver «quién aguantaba más debajo del agua». También se hablaba de que los niños habían estado comiendo justo antes de darse un baño. La autopsia será la que determine las causas exactas del fallecimiento.
El alcalde, Domingo Núñez, explica que la socorrista, una joven veraneante vizcaína de apenas 19 años, se lanzó a por el niño cuando «vio algo raro». Dice que al principio no sabía si estaba jugando. Le sacaron del agua y trataron de reanimarle. Lo hicieron dos enfermeras y una auxiliar de enfermería -también de Bizkaia- que estaban en las piscinas y que utilizaron un desfibrilador que había allí mismo. También trató de colaborar un policía local de Santurtzi.
Llamaron a los servicios de emergencia (112). Al cabo de un tiempo llegaron ambulancias, médicos de la localidad de Oña. También se movilizó un helicóptero, pero cuando llegó «ya era demasiado tarde». Según el alcalde, estuvieron tratando de reanimarle durante cerca de dos horas. Al operativo se sumaron poco después psicólogos para tratar de ayudar a los familiares del pequeño. «Es una desgracia que te pone ahí la vida y nos ha tocado a nosotros esta vez», lamentó Domingo.
«Estamos acostumbrados a enterrar a los mayores, pero no nos acostumbraremos nunca a enterrar a los hijos. No he dormido nada y cuando he salido esta mañana a la calle no me lo creía, parece una pesadilla», insiste el regidor, que apenas lleva un mes en el cargo. Advierte que nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrió en el agua. «Es una desgracia, no se pudo hacer absolutamente nada, es una mochila que llevaré personalmente toda mi vida», añade.
Lo cierto es que el fallecimiento de Gorka ha sido un «shock» para Poza de la Sal. Con las piscinas cerradas ayer, los niños se juntaban en la plaza y en otros rincones del pueblo. Pero no tenían muchas ganas de jugar y se dedicaban más a hablar de lo ocurrido y a recordar los momentos que habían compartido con Gorka.
Tampoco Isabel quería salir de casa a pesar de la insistencia de sus amigas. En verano suelen quedar a media tarde en algún bar del pueblo. En esta ocasión no se sentía con fuerzas. Lo único que realmente le nació fue colocar ese pequeño lazo negro en la puerta de su casa en recuerdo del menor vizcaíno.
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