Paseando entre rimas y poetas

La propuesta fue aprobada y un 21 de marzo tuvo lugar la primera ruta. Punto de partida, el monumento a Blas de Otero en Egaña. El poeta nació en Hurtado de Amézaga, pero su escultura de medio cuerpo habita en este rincón desde octubre de 2005. Tras leer alguno de sus versos, la comitiva se traslada al siguiente destino. Está frente al Hotel Ercilla. Casi pegado a Licenciado Poza, espera Alonso de Ercilla, el poeta y soldado que escribió la Araucana. Tras realizar la misma liturgia, los paseantes ponen rumbo al Parque de los Patos. En el popular vergel de Doña Casilda, encontramos a Ramón de Basterra. No hay duda. Bajo su nombre aparece una sola palabra. Poeta.

Para trasladarnos al siguiente punto lo mejor es llegar al Bellas Artes, cruzar por la Plaza de Euskadi y caminar hasta el 13 de Juan de Ajuriaguerra. Una placa conmemorativa señala la casa natal de la que fuera representante de la poesía desarraigada de los años de postguerra. No muy lejos tenemos la siguiente parada. En el 2 de Henao encontramos la placa de Juan Larrea. Es chiquita y orgullosa. Existe gracias a los vecinos del inmueble.

En cambio el siguiente poeta posee una gran estatua. Antonio Trueba. Hace poco hablamos de él y de la primera posición que tuvo su monumento. Pero sigamos, que nos queda recorrido. Paso a paso, nos encaminamos hasta el portal de Gabriel Aresti. Es el 2 de la calle Barroeta Aldamar, junto a la antigua Aduana. La placa fue colocada en 2008, pero se encuentra muy deteriorada. No estaría de más que alguna institución o el ayuntamiento pusieran una nueva o la repararan. Hecha la sugerencia, seguimos adelante. En el Arenal nos aguarda el monumento dedicado al bertsolari Balendin Enbeita. Da la sensación de que saluda con su mirada, bajo su inseparable txapela. La siguiente parada es menos evidente. Tenemos que fijarnos bien.

En el acceso a la Plaza Nueva por la calle Cuevas de Ekain descubrimos una figura, hecha en relieve, dedicada a Félix Garci-Arceluz, que nos traslada al mundo de Klin-Klon. Otro bajo relieve nos aguarda en el siguiente enclave. Lo encontramos en el pórtico de la catedral de Santiago y es un homenaje a Francisco de Iturribarria y Laucirica, poeta y sacerdote. De esta forma, tres horas después, llegamos al final. La plaza Unamuno. Bajo el busto del escritor, que prefería ser recordado como poeta, terminamos el recorrido.

Pero podríamos seguir. O variar la ruta. De hecho Unamuno tiene una placa en su casa y otra en Deusto. Y podríamos caminar más para visitar a Castelar, por ejemplo, en el Parque Europa. Hay muchas alternativas. Por eso Marino Montero y Fernando Zamora, con ilustraciones de Andrea Conde, han creado 'Paseo poético por Bilbao'. Un libro, con alma de guía, que nos lleva a esos lugares siguiendo las huellas de la poesía. Es otra forma de conocer nuestra tierra. Como cuenta Marino hay quien no se ha fijado en cierta placa colocada en su propio portal. Y al ver a esas gentes recitando poemas bajo ella descubren que no pertenece a un notario, a un dentista o a una empresa. Es, simplemente, la advertencia de que allí nació alguien que hizo eso tan difícil y hermoso que llaman poesía.