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Pozas nació cuando Licenciado Poza pasó de ser calle a senda de poteo. Fue tan rotundo que eclipsó su pasado. Solo las gentes veteranas del ... lugar recuerdan que esa vía, durante largo tiempo, tuvo más talleres que bares. De hecho, los segundos crecieron ante la demanda de los trabajadores y clientes de los primeros. Algo que también sucedió en otras calles de este barrio. Puede que sea un descubrimiento para algún lector, pero no es mérito de un servidor. Sino de Miguel Martín Zurimendi, historiador y experto del automóvil, entre otras cosas, que cuenta con una documentación extensa y una memoria prodigiosa. Por ejemplo, sobre los talleres y fabricantes de vehículos que hubo en Indautxu.
Si tienen ya una edad conocieron Rosines. Antes a esos lugares los llamábamos carameleras. Pues junto a esa tienda de Pozas olía a aceite, a tubo de escape y a gasolina. En cambio en Pérez Galdós el aire llevaba aroma al jabón que emanaba de uno de los primeros túneles de lavado. Cuenta Miguel que cerca de la marisquería de Tomás González, El Txangurro, se ubicaba una de las estancias de coches más exitosa. Así se llamaba a los incipientes parking. Eso quien lo aparcaba. La calle y parte de la acera eran tierra conquistada y la doble fila otra forma de aparcar.
Pero si quería dejar su coche a buen recaudo contaba con el garaje Manfer, empresa de carburadores que daba a Doctor Areilza. Cerca habitaba Transportes Ochoa. Para ubicar a quienes nacieron más tarde, en 1976 y en ese lugar, abrieron los Astoria 2 y 3. Pero antes fue territorio del automóvil. Igual que Recambios Nervión en Doctor Areilza, las agencias de transporte Ifarra, Castrillo o Sagasti y los garajes Gama de Pozas, Bernabé de Manuel Allende, los concesionarios de Ezeiza y Taboada, agencia Citroën, así como Rotaeche y Elorduy. Cojan aire, porque hubo más. Como Austin y Mini y la casa Simca y Barreiros, representada por Aucasa, en Gran Vía. O la Renault EAVISA de María Díaz de Haro.
Y si hablamos de calles con muchos talleres, Escuza fue una. Allí estaba la carrocería de un mítico jugador del Athletic, Canito, junto a los talleres Electrosan, la tienda de recambios Lausan. La mayoría de esos lugares estaban dedicados a coches y a componentes industriales. Como Rodamientos USA, frente a la Escuela de Química, cuyo rótulo parecía propio de Nueva York, Recambios Bolívar de los Zugaza, Auto Ruedas de Michelín o Lyrsa de Firestone de Doctor Areilza.
Zurimendi subraya que fuimos capital del motor. Y escuchándole no queda otra que darle la razón. Su lista sigue con la Agencia de Transportes y Automóviles Indauchu, el compraventa de Reina donde se mostraba un negro Ford T matrícula de Cáceres clavadito a los que se usaban en el cine incipiente de Hollywood. En cambio los vehículos más singulares los traía Luis del Olmo de Auto Bolsa, concesionario BMW, de Campuzano.
Por allí también estaban los muelles de carga y las oficinas de transportes Pío, con sus camiones Pegaso y las camionetas de pequeñas mercaderías. Algo tenía el lugar porque, al cerrar, la lonja fue ocupada por IMESA, tienda de menaje y regalos, propiedad de Mila Ortega, legendaria campeona nacional de Rallyes femeninos. Ya ven que ese barrio era un gran garaje. Lo sabían bien en Pérez Galdós. Allí hubo, al menos, dos fabricantes de camiones. Tomas Mintegui Urigüen, TMU, con sus vehículos forestales, y MIC, Mintegui Industrias del Camión. Miguel sigue añadiendo nombres. El garaje SAGA, servicio oficial GM y delegación de Pegaso. Y a la vuelta Migimag de Avia.
Tampoco se olvida de la carrocería de Rivero, donde se podía repostar. Como en GAMA, el garaje San Mamés y en los surtidores de la plaza Indautxu donde paraban las grúas Vencedor. Y si hablamos de dos ruedas, sería un pecado olvidar a Tito y Sabugo. Unos siguen. Otros no. Pero si cerramos los ojos y abrimos la mente podemos volver a escuchar el sonido de los talleres en plena ebullición. Y oler, en el aire, ese aroma a coche que ansía salir de nuevo a la carretera.
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