Fueron 21 hermanos. Fabricados de forma artesanal y por encargo, ya eran especiales en aquellos tiempos. Y aún más ahora que, en todo el mundo, solo quedan 16. Entre los propietarios de estas joyas sobre ruedas se encuentra el Príncipe de Tailandia, que participó en ... la Segunda Guerra Mundial como piloto o el actor Stewart Granger y la actriz Jean Simmons, que estuvieron casados 10 años. Y por lo que parece, compartían el gusto por el mismo modelo. Pero el que hoy nos ocupa fue el séptimo en nacer y tuvo otro destino. Bilbao. Su historia comienza en 1945, cuando crean la empresa Bristol. Así que nos vamos a Britania.

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Harold John Aldington trabajaba para el ejército británico cuando, aprovechando contactos, visitó la bombardeada y rendida Munich. Entre lo que quedaba de la fábrica BMW encontró unos motores en desarrollo y tomó fotografías. Podría hacerlo al estar considerados como «reparaciones de guerra». Es decir, que la ciudad estaba bajo bandera estadounidense y tenían decidido desmontar las fábricas más importantes para trasladarlas. De esa forma, la recién nacida marca Bristol arranca apoyada en esos diseños alemanes.

En 1947 construyen el 400, que es una carrocería BMW 327 pero con motor y suspensión del 328. No les agobio con más datos técnicos porque me pierdo. Quedémonos en que el Bristol que nos ocupa es un 402 de 1949. Era un encargo destinado al Continente Europeo por lo que el volante iba a la izquierda, a diferencia del resto de sus hermanos. Fue matriculado el 18 de agosto de ese año, siendo su propietaria la empresa Soldadura y Electrodos ARCOS S.A, con domicilio en Gran Vía 45, y el conductor Juan Manuel de Zubiría y Uhagon, IV Conde de Zubiria. Pero no dura mucho en sus manos. Su segundo propietario es un empresario de Barcelona llamado José Gay Casinye, que en 1960 se lo vende a su cuñado, Francisco Robert Font.

Por lo que sea, no tuvo una buena vida en la Ciudad Condal y estaba bastante afectado cuando pasó al cuarto dueño, el señor Kenyeres Hedvig. Pero el 3 de enero de 1999 cambia de nuevo su vida. Se hace con él Kepa Elejoste Barreiro. Paisano que, entre otras cosas, ha sido Presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao y Presidente de ACE, Automóvil Clásico de Euskadi. Es un enamorado de los seres a motor. De esa forma no solo regresó. Desde entonces, hasta hace un par de semanas, ha sido reconstruido en Villarcayo por el bilbaino Julián Sesma, para devolverle su esplendor original. Da gusto verlo en la carretera o acudiendo a eventos importantes. Como la presentación de la Federación Vasca de Vehículos Clásicos y Deportivos. FEVERBASK. Quédense con las siglas. Acaba de nacer y pretende aunar a todas las asociaciones de ese mundo de las ruedas que forma parte esencial de nuestro pasado y presente industrial, social y cultural. Aquí se ha fabricado y utilizado todo aquello que puedan imaginar. Por no hablar de la reutilización.

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Quien tiene un clásico contribuye a que los coches tengan una larga vida. Nada de ese usar y tirar de los tiempos actuales. Por eso no es casualidad que este Bristol haya resucitado gracias a un paisano. Era su destino. Regresar a casa. Al Botxo. Y, de esa forma, contarnos su azarosa vida y los caminos que recorrió. Porque un coche, no hace falta que sea caro, raro o exclusivo, guarda nuestros secretos en su guantera. Ha estado en eventos familiares y profesionales, en días duros o en momentos alegres.

Nos han llevado a bautizos, a bodas o a funerales. Han cobijado amores furtivos bajo la luz de la luna o con la lluvia golpeando los cristales. Nos han visto reír y llorar. Incluso nacer o morir. Se lo digo yo que he encontrado fotos de gentes que los frecuentaron. Y eso que no siempre los tratamos bien. Por eso debemos preservar su legado. Como el de este Bristol. Llamarlo coche es poco. Digamos que es un inglés que vino a Bilbao, se fue, y ha regresado, con la idea de quedarse para siempre.

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