Carta abierta de 1984

Queridas nuevas generaciones. Mirad la imagen. 1984. Ocho compañeros de pupitre camino de la Final. En realidad son nueve. Zabalegi saca la foto. Por eso no sale, ni vemos su cinta rojiblanca en el pelo. Por entonces que alguien portara una camiseta de fútbol por la calle era tan inusual como novedoso. Cosas de guiris. Cada cual iba como podía. En cuanto a banderas, una rojiblanca y una ikurriña. Así lucen en las cuatro o cinco fotos que sacaron durante el viaje. Poco más podía esperarse de una cámara de dudosa calidad, que lo fiaba todo a un revelado que mostrara alguna buena. Ahora, con los móviles y selfies no podéis concebirlo. Pero en 1984 el mundo era así. De hecho, poco antes de posar para ese instante, buscaron una cabina y llamaron a sus familias. Nos sabíamos de memoria los teléfonos de los amigos y compañeros de clase. Al menos de los más cercanos. Lo que no ha cambiado es la inocencia en la mirada. Esos ojos que querían capturar cada segundo del viaje. Y menos mal. El año anterior habíamos ganado la Liga, tras largos años de sequía, en tierras Canarias. Fue la primera vez que esa cuadrilla salía a las calles para celebrar algo así. En su caso, General Concha fue el punto de reunión. Una locura. Al año siguiente resultó más extraño. Ganamos a la Real Sociedad en San Mamés y, con el campeonato de Liga en el bolsillo, hubo que esperar a la Final de Copa y al posible doblete. Lo logramos y la ría fue más apoteósica aún. Creían, pobres ilusos, que el resto de la década sería una cascada de títulos y celebraciones. No hace falta decir que no fue así. A veces rozamos la gloria, como en el 85, pero no lográbamos alcanzarla. Y pasaron los años. No solo no llegaban los laureles. En ocasiones fue peor. Vimos con horror cómo era el infierno, aferrados al precipicio. Temporadas en las que temimos dejar de ser de Primera. Pero nos repusimos. Volvimos a creer que era posible. Por entonces parte de vuestra generación ya estaba por aquí. Aprendiendo que ser de este Club exige amor incondicional y que todo llega. El 6 de abril se abrió la espita cerrada desde hace cuatro décadas. El resto ya lo sabéis. Éxtasis absoluto. Pero, siendo lógico y hermoso, no debería cegaros. La vida nunca es fácil. De hecho se empeña en ser puñetera. En realidad el Athletic es una metáfora de lo que es pasar por este mundo. Pocas alegrías, aunque compensan a las penas. Ojalá podáis vivir lo del sábado y lo del jueves muchas veces. Pero si toca aguardar cuarenta años, espero que sigáis como los de la foto. Con la misma ilusión. Este 6 de abril acudió cada cual por su lado y alguno se quedó en Bilbao. Pero volverán a juntarse y se sacarán otra foto. Saldrán todos. Incluso Mikel que se fue en la pandemia pero, en sus corazones y en la memoria, sigue siendo inmortal. Esa instantánea confirmará que el tiempo es relativo. Sobre todo si hablamos de un Club con alma de cuadrilla. Como la vuestra. Como la suya. La historia se repite. Así que 'Carpe Diem'. Disfrutad del momento. Y no os vengáis abajo a la primera decepción. Permitid que insistamos, lo bueno, por lo general, siempre se hace esperar.