Los bilbainismos de Vidorreta
Bilbaínos con diptongo ·
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Hay quien es de un lugar y quien lo lleva dentro. Los segundos hacen que Bilbao sea así. Txus Vidorreta es un ejemplo. Lo suyo no sería un bilbainismo concreto, sino varios. Hasta para descansar hace eso tan botxero que es elegir como paraíso el ... pueblo de veraneo de la infancia. En su caso no podía ser de otra manera, en la costa de Bizkaia. Si voy rápido sepan que es obligado. Un partido de baloncesto puede dar la vuelta en el último minuto. No es de extrañar por tanto que Txus sea capaz de resumir su vida en una charla. Tiene que ver con el planeta canasta, pero también con su otra profesión. Así que arrancamos.
Jesús Vidorreta Gómez, hijo de Santi y Mary, nació en un lugar que ya no existe. Clínica del Carmen. Pegado a la Plaza Indautxu. Visto que la familia paterna vivía en Alameda San Mamés y la materna en Doctor Areilza decidió dar su primera bocanada en medio. Ese barrio parecía su destino hasta que los aitas optan por Iturribide, portal 54, que era más asequible. Su infancia huele y sabe a Siete Calles y a la Plaza Nueva. Los domingos empezaban con unas rabas y terminaban en un peregrinaje hasta San Mamés. Txus rezuma Athletic por todos sus poros. Le apasiona el fútbol. Pero hincó codos en los Maristas, tenían hasta piscina, donde los balones absolutistas eran de baloncesto y balonmano. Por entonces le conocían como Vido. A los 14 años, por lo que sea, sus cercanos utilizan el diminutivo. Así nació su nombre de guerra. Txus Vidorreta. Pronto lo usaría. Porque le tocó crecer rápido.
Es lo que sucede cuando aita muere a una edad en la que debería estar prohibido y te quedas con una madre viuda. Sucedió en 1982. Mary se quedaba sola con él y sus dos hermanos, Santi y Joseba. Vidorreta tiene claro que el disgusto por el incendio de la empresa química que tenían debajo de la imprenta familiar le pasó factura a aita, que era el gerente. Un negocio de Rekalde cuyo germen fue un taller de artesanos impresores en la Naja, y que llegó a tener 35 empleados. Solo quedaron cenizas. La levantaron de nuevo en Derio. Pero llegó la crisis de los 80 y la puntilla.
Poco antes habían trasladado su buzón a la Casilla, lo que obligaba a atravesar la villa para ir al colegio. Que COU se cursara en la Plaza Nueva supuso un pequeño alivio. Empieza Derecho. No le convence y se pasa a Periodismo, que combina con el baloncesto. Llevaba entrenando desde los 15 años. Un ojo en los aros, otro en los micrófonos. Radio Bilbao se convierte en su destino laboral gracias a Javier Hoyos, que ve en Txus un joven prometedor. Lleva su grabadora a todo deporte digno de ser contado. También trabaja en informativos, con noticias no tan agradables. En su tercera temporada le ofrecen un contrato. Lo imagino celebrándolo con su cuadrilla, de Jesuítas y Urdaneta, por ese túnel de vestuarios repleto de bares llamado Pozas. Y aún más cuando le ofrecen ser ayudante del Caja Bilbao. No resultaría fácil dejar las ondas. Pero salió bien. Un año después Juan Llaneza se iba a Barcelona y le proponían ser el entrenador. Obtuvieron el ascenso y, triste paradoja, la falta de dinero hizo que el equipo, además de no subir, entrase en una crisis institucional. Con 28 años se queda en paro. La radio seguía ahí. A punto estaba de regresar cuando llega una oferta de La Palma, para dirigir en la Liga EBA.
Desde entonces no ha parado. Ahora con su Lenovo Tenerife. Mientras hablamos huele a océano. Pero él ya piensa en otras olas. Las que acarician las arenas de Plentzia y Gorliz. Ya les decía que es bilbaino hasta para eso. O para casarse con Sonia Castañeda en Begoña, fue un guiño a los aitas, con banquete en el Carlton. Txirenes con fundamento. Bien lo saben sus hijos Jon, Josu y Vera. Porque se puede leer en sus caras. Al igual que su aita, Txus Vidorreta, llevan Bilbao muy dentro del alma.
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