Una bilbainada de coche

La historia de este hermoso y exclusivo vehículo arranca cuando los Lipperheide reciben una llamada del presidente del INI, organismo fundador de Seat, con una petición singular. Fabricar un coche con carrocería en fibra de carbono. Solo había dos en el mundo. Uno en EE UU y un Renault Alpine en Francia. Aceptaron el reto. La fábrica de vehículos les envió el chasis y el motor de un 1400, de aquél 1955, y ellos lo convirtieron en un elegante descapotable. El resultado fue espectacular y se fueron con él a la Seat. Nada podía salir mal.

Pero hablamos de España. El presidente que les había hecho el pedido ya no estaba y el nuevo no quería saber nada del proyecto. Obviamente los Lipperheide expusieron con datos y pasión el ingenio, tiempo y esfuerzo que había supuesto y el hito que suponía para la industria automovilística. Pero dio igual. Pagaron la factura y les dijeron que se podían llevar el coche. Y eso hicieron. De esa forma ese Seat 1400 se convertía en un pieza única mundial. No había otro en el planeta. Ni lo hay. Bien lo sabe su actual propietario, Amador Tolosa. Un apasionado de las ruedas. De todas. Empezando por las bicicletas.

En la reciente edición del Tour, este empresario nacido en el número 3 de Trintxerpe, justo donde donde Pasai San Pedro hace frontera con Donostia, aportó su espectacular colección de bicicletas para una exposición en San Telmo que merecería ser repetida e itinerante. Hablamos de piezas únicas que pedalearon tanto mitos del ciclismo como carteros de antaño o la Guardia Civil en sus patrullas.

No es casual que Amador haya buscado y guardado estas damas sobre ruedas. A los 17 años formó parte del equipo de Periko Matxain. Pero tras una prueba en la que no logró la clasificación deseada, se bajó de ella y no volvió a competir. Lo que no mermó su amor por las dos ruedas. Y por las cuatro. A los 19 años crea la empresa Plásticos Tolosa SA, que en noviembre cumplirá su 65 aniversario, mientras busca en los ratos libres su primer coche especial. Lo encuentra en una subasta de vehículos confiscados por Aduanas. Es un Delay. Así arranca, nunca mejor dicho, una creciente pasión que paseó por rallies y concentraciones de clásicos. A lo largo de las siguientes décadas tuvo dos hijos y creó dos empresas más. Pero como realmente disfruta es compartiendo su afición. Tanto donando bicicletas para una escuela de Rentería, en la que enseñan al alumnado a montarlas, como comprando y poniendo a punto piezas que deberían pasar del asfalto al museo. Es el caso del coche de fibra de vidrio nacido en Bilbao. Su matrícula BI-21772 así lo proclama. Un tesoro que Amador quiere vender. Pasan los años, tiene más modelos y entiende que éste merece un lugar y dueño especiales. Tiene ofertas. Pero quiere que sea Bilbao su destino. O que algún organismo vasco se haga con él. Es parte de la historia de nuestra industria y ejemplo de la creatividad y valentía de este pueblo a la hora de encarar retos que otros ven imposibles.

Por si fuera poco es único. Y puede salir hoy a la carretera. En otros lugares habría tortas por hacerse con él para mostrarlo al mundo con orgullo. Por eso duele imaginar que acabe en manos lejanas. Y por eso Amador sigue esperando. Al fin y al cabo no es solo un descapotable hecho de fibra de carbono y un pedazo de la historia del automóvil. Además, y sobre todo, es una bilbainada de coche.