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Sucedió el viernes, a la hora del aperitivo y en el cruce de los vientos. Estraunza. Pero ese día estaban calmados y pudimos compartir tertulia ... con tres aguiluchos. Dos vistieron la mítica camiseta. El otro es hijo de uno de sus pilares. Raúl García, Asís Maguregui e Iñaki Díez. Con ellos conocí los detalles de un equipo legendario y de las citas anuales de los que quedan. El Club Águilas Baloncesto. Necesitaríamos muchos lunes para contar apenas una parte. Así que vayamos a lo básico. El principio, Filipinas, años 50. Y un retorno al origen. Al Botxo.
En 1950 un grupo de antiguos estudiantes del Ateneo de Manila, cuyo equipo se llamaba Águilas, decidió fundar otro en Bilbao bajo el mismo nombre. Entre ellos estaban el imprescindible Vicente Gallego, Larrauri, Lacambra, Bastarrica, Leqlerc, Landa, Rotaeche, González o Arana. «Inicialmente fueron acogidos por el Colegio Escolapios», apunta Iñaki, que hincó codos en los Jesuitas. Y asienten Raúl y Asís que lo hicieron en el Trueba.
Aquí cada aguilucho partió de un nido. Como confiesan entre risas, a todo el que era alto le animaban a probar y te enganchabas. Ya lo dijo el que fuera jugador, entrenador, mánager general y alma mater del club, Paco Díez: «Que la unión hace la fuerza es harto patente en nuestro Águilas. No es la unión de conjunto, la compenetración de juego. Eso no es más que la causa de mi motivo, yo hablo de cariño, compañerismo y de nobles amistades dentro y fuera del terreno. Eso es lo que nos ha ganado y lo que más vale».
Esa compenetración de la que hablaba creció espoleada por un club que, como decíamos, se nutría de todas las canastas y patios de la villa. Y de la misma forma, varios fueron sus templos. Incluida la Feria de Muestras, que acogió muchos partidos. Pero quienes portaron el escudo en su pecho recuerdan, de manera especial, La Casilla. Por eso llegan hoy estas líneas. Como sabrán, el Bilbao Basket jugará allí sus partidos de la Europe Cup. Un hermoso y atinado guiño a un ayer que deberíamos recordar.
Como tampoco deberíamos olvidar al Águilas y su legado. No solo porque aún se mantiene entre los equipos que más partidos han jugado en la historia de la competición. También porque sobrevivió, contra todo y pese a muchos, buscando patrocinios en tiempos imposibles. Patrocinadores como Schweppes ayudaron mucho, hasta que se acabaron las burbujas. Lo que no impidió que siguiera abriendo alas hasta 1981. O que contara en sus filas con grandes como Emiliano, mejor jugador de Europa 1964; Esparta, Laria, Ibarra, Urquiza, Rodríguez, San Martín,Urberuaga, Varela, Zabaleta, Guillén, JM.García, Casas, Garcés, Sarria, Capetillo, Aiken, máximo anotador de Liga; Bell, Reid, White, Leo Franz, Grenfell, Rusch o un tal Arrillaga, cuya historia como propietario de los terrenos que hoy ocupa Silicon Valley merecerá otras líneas.
No me olvido de Antonio Díaz Miguel. Aquél chaval del Ramiro de Maeztu de Madrid, que recaló aquí como jugador y acabó siendo entrenador hasta que recibieron una petición de la Federación Española. Que dirigiera a la Selección. Lo cedieron por el bien del baloncesto. En principio era para poco tiempo. Al final fueron 27 años. Un récord insólito en cualquier disciplina.
Por eso, parte de aquella plata de los Iturriaga y compañía en los Ángeles 84, tiene mucho que ver con la generosidad del viejo equipo de Bilbao. Y por eso estos tres amigos nos hablan con orgullo de momentos inolvidables. Como el día en que Antón Larrauri, oriundo de Ibarrangelu y uno de los de Manila, era sacado a hombros tras un partido épico. O de cómo fueron uno de los clubes pioneros en crear un equipo femenino cuyo presidente, Carlos Ortiz de Zarate, mantuvo todo lo que pudo, sacando dinero de debajo de las baldosas. Y qué decir del que fue el eterno empeño de Paco: casi llegan a un acuerdo con el Athletic para ser uno y que los aguiluchos portaran los colores rojo y blanco. Hay muchas más historias. Las iremos contando. Para ello bastará con que busquemos a los últimos aguiluchos por el cielo de Bilbao.
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