Borrar
Familiares de los desaparecidos esperan noticias en los accesos al vertedero de Zaldibar. :: Ignacio Pérez
Joaquín y Alberto, sepultados por la fatalidad

Joaquín y Alberto, sepultados por la fatalidad

El colapso del vertedero sacude los cimientos de Zalla, Eibar y Markina, localidades vinculadas a la trayectoria vital de los dos desaparecidos

Sábado, 8 de febrero 2020, 01:35

La fatalidad y la sorpresa hicieron presa ayer en Markina y Zalla, las localidades donde residían Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán, los dos trabajadores de la escombrera de Zaldibar sepultados por una avalancha de rocas y residuos que se deslizaron ladera abajo hasta invadir la AP-8. El dolor y la incertidumbre era común a ambos. Zalla, el pueblo donde Joaquín Beltrán nació hace 51 años, asistía sobrecogido y sin noticias al discurrir de las horas, toda vez que el hallazgo de amianto en el recinto obligó a interrumpir la búsqueda hasta las tres de la tarde. Joaquín, dueño de una empresa de excavaciones y construcciones que puso en marcha hace poco más de seis años, es «un chico formal. Trabajador, sencillo, muy familiar». Es el estribillo que se puede oír en boca de todos. Sin fisuras.

«No te puedo contar más que cosas buenas de él, un tipo que cae bien», relataba ayer Francisco Javier Laiseka. Regenta el Centro Social de Otxaran, el barrio al que Joaquín se trasladó hace años con Elena y sus tres hijos. «Suele bajar los fines de semana con la mujer a tomarse una cerveza. Es una desgracia, todavía no me lo puedo creer. Un hombre cabal, al que le gusta controlar personalmente todo lo que hace».

Una empresa familiar, donde tenían cabida uno de sus hijos, un sobrino que se libró por los pelos al avisarle su tío del desastre que se les venía encima, un hermano que ha trabajado ocasionalmente con él... El hijo, que consiguió esquivar el destino en forma de medio millón de metros cúbicos de rocas y residuos que componía el alud, se encontraba ayer «bien y en casa», señalaban fuentes consultadas por este periódico.

La vivienda donde reside la familia, Villa Elena, es la sede social de Excavaciones Joaquín Beltrán, un chalé situado junto a la carretera que conduce a Balmaseda. Se accede a él por una cuesta empinada que caracolea entre pastos verdes donde triscan las ovejas. Una escollera oculta la casa, en la que ayer se arremolinaban familiares -incluidos algunos primos llegados en avión desde Málaga- y amigos en un intento desesperado por arropar a Elena. Entre ellos estaba el que fuera alcalde de Santurtzi Javier Cruz, casado con una prima del desaparecido, que recorría el jardín móvil en mano tratando de recabar alguna novedad.

Hasta allí se había desplazado también un equipo de psicólogos, coordinados por ECO-01, que atendían a la esposa presa de la angustia e invitaban amablemente a retirarse de la zona a los extraños para respetar los momentos de dolor e incertidumbre. Algunos primos con el rostro devastado se apresuraban a cerrar el paso a quien se acercaba, al tiempo que pedían respeto; otros, desandaban el camino con lágrimas en los ojos, refiriéndose a Joaquín como «un padre para sus hermanos».

De encargado a propietario

El pueblo está conmocionado porque todos conocen a Joaquín. En el quiosco, en los bares, en el Ayuntamiento. Javier Portillo, el anterior alcalde, hacía ayer de correa de transmisión después de años al frente de una Administración que le había hecho algunos encargos. Alexander Olmos, gerente de una empresa forestal de Zalla que ha trabajado mucho con él, no podía reprimir un escalofrío. «Se me pone la carne de gallina de sólo pensarlo». Él dibuja el perfil más próximo del desaparecido, de quien explica que había estado muchos años en calidad de encargado para Excavaciones Leandro Gómez, una empresa de Bermeo subcontratada por Cespa para gestionar el vertedero de Zalla, que está en un monte de utilidad pública, hasta que hace seis años montó su propia negocio.

Joaquín desarrollaba el grueso de su labor en Zaldibar. Eso no impedía, apunta Alexander, que siguieran en contacto. «La semana pasada, sin ir más lejos, nos estuvo arreglando una pista forestal en Mutriku; y a veces nos llama para vendernos el arbolado que hay donde trabaja». Joaquín, su hijo y varios operarios trabajan con retroexcavadoras. «Él es el jefe, pero es habitual verle sobre el terreno, haciendo trabajo de campo. Un tipo humilde, de los que se han hecho a sí mismos».

Alberto Sololuze, de 62 años y afincado en Markina, es el otro desaparecido. Durante 25 años ha trabajado en las concesionarias de la Ford y en la Peugeot, en Eibar, de donde es natural. Su excompañero en la Ford, Patxi Lejardi, ahora concejal del Ayuntamiento armero, afirma que «es una bellísima persona», con quien ha compartido muchos momentos y con el que «hablaba a menudo de lo poco que le quedaba para la jubilación». La avalancha le sorprendió al parecer en la báscula del vertedero de Zaldibar. «Me imagino que estaría en el pesaje y que con el derrumbe todo se le vendría encima», deslizaba el edil, desolado.

Lejardi comenta que Sololuze «está muy ilusionado con el trabajo, pero con la mira puesta en terminar su periodo laboral». Su esposa, Nati, sigue trabajando en Peugeot, y hace pocos meses había contraído matrimonio su hija Naia. Alberto es amante de los paseos por los montes de Lea Artibai, donde disfruta buscando perretxikos.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Joaquín y Alberto, sepultados por la fatalidad