Aquel japonés de las lucecitas que me encontré en Eurodisney
CALABOR, 40 AÑOS DE SUCESOS EN EL CORREO ·
Estaba de vacaciones con la familia y un personaje me llamó la atención: tiempo después, aquel tipo organizó los atentados con gas sarín en Tokio, con 14 muertos y más de 6.200 intoxicados
Este negociado de los sucesos no entiende de horarios. A veces, te llega la alerta cuando estás de patrulla por la ciudad, pero otras veces te pilla durmiendo y tienes que salir a toda prisa, o no te queda más remedio que abandonar alguna reunión importante con parientes o amigos para presentarte donde sea. A mí, lo que menos me gusta es que me salga trabajo cuando estoy haciendo algo con la familia. Muchas veces me ha tocado acudir a alguna emergencia con mis hijos, cuando eran pequeños: a lo mejor estaba llevándolos a algún lado y tenía que desviarme para fotografiar alguna historia. Recuerdo que una vez mi hija, que era una cría, me llegó a decir que un detenido había tirado droga debajo de un coche. De todas formas, lo peor de lo peor es que surja algo cuando estoy con mi mujer, porque siempre acabamos discutiendo, más que nada porque ella suele darme instrucciones.
Eso sí, la foto más curiosa que he sacado mientras estaba con mi familia no me supuso ningún desvío, ni ningún conflicto, ni nada parecido. Me fui a Eurodisney con mis niños y, mientras andábamos por allí, vi llegar a uno de los tíos más estrafalarios que había visto en mi vida: un japonés barbudo, con lucecitas por la cabeza y rodeado de escoltas. Toda esa peña que lo rodeaba llevaba túnica, como él, pero a algunos también se les veían los walkie-talkies. Estaba claro que el de las lucecitas era el centro del grupo y que todos estaban pendientes de él, así que le saqué una foto de extranjis para mi colección. Comparados con aquella gente, los muñecos de Disney parecían de lo más normal.
Pasó el tiempo. Me acuerdo de que estaba de vacaciones en Benidorm cuando saltó la noticia del ataque con gas en el metro de Tokio. La montaron parda: el 20 de marzo de 1995, la gente de la secta Verdad Suprema soltó sarín, muy tóxico, en cinco puntos de la red de metro y desencadenó el caos. Murieron catorce personas y resultaron afectadas más de 6.200, muchas de ellas con pérdidas temporales de visión. En cuanto vi la foto del líder por la tele, lo reconocí: ¡el japonés de las lucecitas! Se llamaba Shoko Asahara, había anunciado un apocalipsis nuclear para 1997 y decía que solo iban a sobrevivir los miembros de su secta. Llamé pitando a la sección de Internacional del periódico para avisarles de que tenía una foto suya y, lógicamente, les costó un poco entender la cosa: ahí estaba yo, en Benidorm, telefoneando a Bilbao para decirles que había retratado en Eurodisney al terrorista de Tokio. Raro, raro. Yo creo que el redactor jefe pensó que me había vuelto loco.
A Asahara lo ejecutaron en 2018, por ahorcamiento. Recuerdo que, tiempo después del atentado, salió un informe de la CIA diciendo que los de Verdad Suprema se habían planteado atentar en el Disneyworld americano. Y yo pensé: «Toma, ¡y en París también!». Menos mal que no se les ocurrió la gracia de soltar gas sarín aquel día. Si es que ya digo que no me gusta nada trabajar con la familia al lado.
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