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Ainhoa Górriz

De campeón de boxeo a criar canarios: un día con Israel Carrillo, el portero de la discoteca Moma

Este vitoriano de 43 años acumula ciertos episodios turbios en un pasado del que se redime criando pájaros en su casa en Álava, donde reside con su mujer, Sonia, y sus dos hijas, Amber y Zoe

Sábado, 29 de octubre 2022, 01:16

Israel Carrillo tiene grabadas en la memoria aquellas tardes fumando porros con sus tíos en las escaleras de casa de sus abuelos, en el barrio de Abetxuko de Vitoria. Tenía siete u ocho años. «No recuerdo ninguna fiesta de cumpleaños, solo me vienen a la cabeza las peleas entre mis tíos drogadictos. Y todas las veces que mi abuela me mandaba al bar a buscar a mi abuelo para que dejase de beber», rememora. A este vitoriano de 43 años el boxeo le salvó de un futuro oscuro y problemático. «Empecé a entrenar con 19 años en el Gasteiz Sport, allí encontré estabilidad emocional y física. Si no hubiese sido por el boxeo, habría acabado tirado en una cuneta», confiesa este hombre de aspecto rudo y gesto temible que ha sido dos veces campeón de España de los pesos medios.

Israel, en una pelea de boxeo.

A los 20 años se empleó por primera vez como portero de discoteca. Y, desde entonces, ha velado por la tranquilidad de la fiesta en numerosos locales nocturnos. «Hay que tener autocontrol, ser una persona equilibrada, con la cabeza muy bien amueblada, no beber, no drogarte, y fijarte en todo. No hace falta ser un armario empotrado de dos por dos», explica consciente de la mala fama que rodea al gremio. Hoy regenta con su mujer - «la base de mi vida»- una empresa de seguridad, Soul Control y Servicios, y vigila la entrada en discotecas como Moma. «Ayer curé a una chica que se había clavado un cristal, muchas veces mediamos en las discusiones de pareja, tratamos de evitar el botellón, limpiamos la calle...», relata sobre un oficio «desagradecido» que requiere de «mucha psicología». «¿Te has formalizado ya? ¿Has aprendido a beber?», interpela a un joven que se ha acercado a pedirle perdón después de que en 2019 «preparase una buena» en este local. «En aquel momento le tuve que dar un sopapo educativo. Son críos, están viviendo... Yo tampoco he sido un ángel, las he montado muy gordas», reconoce mientras le deja entrar.

Israel Carrillo sostiene en brazos a su hija Zoe.

«Por aquí pasan borrachos, traficantes, mangantes... pero cuando yo bajo a la discoteca la gente deja de bailar, se pone firme, porque en estos 20 años me he ganado el respeto de todo el mundo», asegura. Israel habla con pasión sobre un oficio -«tienes que llevarlo en la sangre, si no duras poco»- que conlleva más penalidades que gratificaciones. «Esta cicatriz en el antebrazo me la hicieron con una navaja de barbero, aquí en la cabeza me clavaron el culo de una botella, en el pecho llevo marcada la puñalada que me dieron una Nochebuena...», relata. Huellas de varias trifulcas que contrastan con el tatuaje que resalta en su mano izquierda con los nombres de sus tres hijos: Markel, de quince años y de una relación anterior; Amber, de tres años; y Zoe, de nueve meses. Y, precisamente, más mano izquierda es lo que sus hijos han traído a su vida. «He cambiado mi actitud en el trabajo, me he templado y soy más prudente. Mis hijas me han puesto la cabeza en su sitio, en cada paso las tengo en mente. Y también estoy aprendiendo a ser padre, no quiero transmitirles las carencias que yo tuve de pequeño ni lo que viví en mi casa», cuenta este hombre corpulento y de porte estatuario cuyo gesto se dulcifica al enseñar en su móvil fotos de sus pequeñas.

Israel cría canarios en el aviario que tiene junto al jardín.

A las seis y media de la mañana vuelve en coche a la casa que tiene a las afueras de Vitoria con huerta, gallinas y vistas a la montaña. Amante de los animales, ha construido un aviario junto al jardín, donde cría canarios. Y también ha montado un castillo hinchable para que se diviertan sus hijas. «Todas las noches piensas que ya lo has visto todo, pero siempre hay algo que lo supera. Por eso me da tanto miedo que mis hijas salgan de fiesta cuando sean adolescentes. Sé que lo voy a pasar muy mal».

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