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Procesión del día de la Anunciación en la catedral de Notre Dame de Puy-en-Velay, el santuario de la Virgen negra.
La sombra del viejo campanario

La sombra del viejo campanario

El voto católico y el musulmán pueden ser decisivos para frenar la opción populista y xenófoba del Frente Nacional

PEDRo ONTOSO

Sábado, 6 de mayo 2017, 02:24

En la recta final de la campaña francesa, un François Fillon acosado por los escándalos buscó el milagro. Eligió Puy-en-Velay, un enclave de fuerte valor simbólico del catolicismo francés, que visitan cada año miles de peregrinos. Sobre la roca Corneille se levanta una estatua monumental de la Virgen y la catedral de Notre-Dame-de-France alberga una virgen negra, un color que destaca en la Auvernia por sus antiguos volcanes. El candidato de Los Republicanos realizó un alegato a favor del patriotismo, de las raíces y de la cultura francesa, de la identidad, que en este lugar sagrado de la ruta jacobea se asocia con el cristianismo. «Nuestros valores son republicanos y católicos», clamó.

Famosa por sus lentejas, esta región del Macizo Central también produce un licor que se obtiene de la verbena, muy apreciado por sus propiedades digestivas. Le ayudará a digerir su fracaso electoral. Desde la Segunda Guerra Mundial los conservadores no estarán en la segunda vuelta.

La idea de Fillon para acaparar el voto católico tradicional no es nueva. Nicolás Sarkozy siempre ha sido un asiduo de Puy-en-Velay. En 2011, en pleno debate en su partido (UMP) sobre la laicidad y el papel del islam, el expresidente francés viajó a esta ciudad del Haute-Loire para evocar la herencia cristiana de Francia. «Estos paisajes encarnan la Francia con la misma calificación que Mont Saint-Michel, Le Pont du Gard, la Cité de Carcassonne o le Château de Versailles. Chartres, Amiens, Reims, Estrasburgo o París no serían lo que son sin sus catedrales» dijo entonces Sarkozy, convencido de que forman parte de la identidad de Francia y de que el cristianismo «es un gran legado de la civilización».

Identidad, la palabra de moda. «La identidad no es una patología», parafraseó a Claude Levy-Strauss, antropólogo y etnólogo francés, padre del estructuralismo. Sarkozy abundó más. «Sin identidad no hay diversidad. Qué fuerza la de esta V irgen negra, majestuosa, cuya piel no tiene el mismo color que los fieles que vienen a venerarla desde la Edad Media». La fuerza del símbolo. La catedral de Puy-en-Velay es de estilo románico con influencias orientales e hispano-moriscas. Una metáfora de la diversidad la de este gran relicario de piedra.

¿Se está enarbolando la bandera del catolicismo frente al avance del islam y como antídoto contra el terror yihadista? La tensión de la identidad se refleja en las investigaciones habituales del instituto Ipsos que se recogen en 'Le Monde' o 'La Croix'. Algunos datos: el 70% de los franceses creen que hay demasiados extranjeros en el país; el 67% ya no se siente como en casa, como ocurría antes; el 74% cree que el islam es una religión intolerante e incompatible con los valores de la sociedad francesa; el 87% considera que Francia necesita un verdadero líder para restaurar el orden. ¿Tiene miedo Francia? ¿Se intenta volver a la sombra del viejo campanario?

La preguntas surgen en el libro 'Lo único exacto' (Alianza Editorial), del filósofo y ensayista francés Alain Finkielkraut, que recoge una selección de sus artículos, que cobran ahora una gran actualidad. Considerado el ideólogo de la derecha identitaria francesa, el nuevo miembro de la Academia Francesa alerta de que un choque de civilizaciones estalla cada viernes en los suburbios de París y arremete contra el 'islamoizquierdismo'. Hijo de un judío polaco deportado a Auschwitz, defiende que Francia debe recuperar los territorios perdidos, en referencia al libro 'Les territories perdus de la République', publicado en 2002 por un grupo de profesores en el que denunciaban que en muchos colegios de mayoría musulmana se educa en el odio a los valores franceses. Finkielkraut también evoca de manera constante episodios como el del grupo rapero que popularizó la canción 'Nique la France' en la que los autores cantaban que «Francia es una zorra a la que hay que joder» al tiempo que «se meaban» en Napoleón y en De Gaulle. A Francia que le den, y a todo su pasado y a lo que representa.

El filósofo francés cita a muchos escritores que, según el diario 'Liberation', representarían a la Francia reaccionaria y rancia. Por ejemplo, a Eric Zemmur, autor de 'Le suicide francais'. En el polémico y exitoso libro, el periodista y ensayista denunciaba que Francia «va camino del suicidio cultural y económico por culpa de la inmigración y las políticas europeas», tesis que coincide con los mensajes del Frente Nacional de Marine Le Pen. El año pasado publicó 'Un quinquenat pour rien', (un quinquenio para nada), un duro alegato contra los cinco años de gestión de Hollande, al que acusa de ser permisivo con el islam. Sostiene que los atentados terroristas en Francia anuncian una guerra civil francesa e incluso europea. La identidad frente a la igualdad republicana.

En ese contexto de 'choque de civilizaciones' ¿Cuál es el papel de la religión? ¿Existe un voto musulmán? ¿Existe un voto católico? Claro que existe, aunque muy fragmentado y poco organizado, con voluntad de influir. Y ha ganado peso. En 2012 la llegada de Hollande al Elíseo también se debió al voto musulmán, que supone un 5% del cuerpo electoral. Un 86% de los votantes de esa confesión optaron por el candidato socialista, aunque luego rechazaron sus iniciativas en favor del matrimonio homosexual, el aborto o la educación sexual en las escuelas. Ahora, además, muchos de los jóvenes de esta comunidad se apuntan a la abstención.

Visitas a Al-Azhar

El 60% del total del electorado francés se identifica como católico, si bien la variable religiosa no es determinante a la hora de depositar el voto. En un sondeo previo a las elecciones, el 49% de los católicos mostraron sus preferencias por Fillon, un 25% por Marine Le Pen y un 9% por Macron. Lo inquietante es que existe un voto católico que apoya a la ultraderecha y progresa. En la primera vuelta de las regionales el 32% de los electores católicos votaron por el Frente Nacional. En las europeas, el 21% de los católicos practicantes apoyaron a Le Pen, un porcentaje que subió hasta el 28% en el segmento de los no practicantes.

Entre Boulanger y Lafayette

  • El rector de la gran mezquita de París ya ha realizado un llamamiento para apoyar a Macron, al igual que el gran rabino de Francia. La Federación Protestante ha advertido del peligro que supone la abstención.

  • ¿Y los católicos? En su día, cuando el partido de Jean Marie Le Pen tuvo un gran respaldo en las regionales, la Iglesia de Francia, con el arzobispo de París y cardenal Jean Marie Lustiger, se comprometió de manera masiva para levantar una barrera contra el extremismo conservador. «No se puede ser católico y xenófobo», predicó el obispo de Lille, Laurent Ulrich. Al cordón sanitario se sumó un grupo de personalidades e intelectuales católicos al considerar que el discurso de la ultraderecha no es compatible con el mensaje del Evangelio. Todos llamaron a no votar al Frente Nacional y ganó Chirac con un 80% de respaldo.

  • Fue una posición excepcional para una institución empeñada en mantener distancias de toda posición partidista. Pero en 2002 hubo un shock colectivo y se produjo una gran movilización. Ahora no parece que sea el caso. La reacción de la Conferencia Episcopal Francesa ha sido más templada y prudente. Se ha limitado a señalar los valores que deben guiar a un presidente de Francia búsqueda del bien común, atención a las franjas más débiles de la población, empeño ecológico, acogida e integración de los inmigrantes y adhesión al proyecto europeo. Los dos últimos puntos son antagónicos con el programa de Marine Le Pen. Pero también ha llamado a sostener la familia, en alusión a algunas iniciativas de Macron. Sólo algunos obispos de manera aislada, como los de Troyes o Poitiers, han cargado contra el populismo de Le Pen. «El 7 de mayo ¿qué papeleta de voto? No la del miedo, del odio, del rechazo, de la falsedad, de la exclusión, del repliegue

  • El ensayista Alain Finkielkraut recuerda que hay una vuelta al 'boulangisme'. Se refiere a Georges Boulanger, un general francés que exhibió un populismo y un chovinismo incendiarios, que calaron en una parte importante de la población. Lideró un movimiento de distintas ideologías que cuajó gracias al descrédito de los políticos de la Tercera República. Otros, sin embargo, evocan al general Lafayette, figura de la Revolución francesa, amigo de Washington y de Jefferson, que ayudó a redactar la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en los estertores del 'ancien regime'. Lafayette era de Chavaniac, en esa Auvernia tan reivindicada por los defensores de los valores de la República.

La mitad de los franceses creen que el Frente Nacional es una amenaza para la democracia, pero los grandes partidos tradicionales han sido incapaces de frenarle. Macron tiene un pie en el Elíseo, pero ojo con la desmovilización. Francia necesitará el voto musulmán y el voto católico para frenar al Frente Nacional. Marine Le Pen ya visitó en 2015 la mezquita de Al-Azhar, la institución religiosa más importante del mundo suní, en un gesto de alto valor simbólico. El Papa Francisco la acaba de visitar estos días.

Entre Boulanger y Lafayette

El rector de la gran mezquita de París ya ha realizado un llamamiento para apoyar a Macron, al igual que el gran rabino de Francia. La Federación Protestante ha advertido del peligro que supone la abstención.

¿Y los católicos? En su día, cuando el partido de Jean Marie Le Pen tuvo un gran respaldo en las regionales, la Iglesia de Francia, con el arzobispo de París y cardenal Jean Marie Lustiger, se comprometió de manera masiva para levantar una barrera contra el extremismo conservador. «No se puede ser católico y xenófobo», predicó el obispo de Lille, Laurent Ulrich. Al cordón sanitario se sumó un grupo de personalidades e intelectuales católicos al considerar que el discurso de la ultraderecha no es compatible con el mensaje del Evangelio. Todos llamaron a no votar al Frente Nacional y ganó Chirac con un 80% de respaldo.

Fue una posición excepcional para una institución empeñada en mantener distancias de toda posición partidista. Pero en 2002 hubo un shock colectivo y se produjo una gran movilización. Ahora no parece que sea el caso. La reacción de la Conferencia Episcopal Francesa ha sido más templada y prudente. Se ha limitado a señalar los valores que deben guiar a un presidente de Francia: búsqueda del bien común, atención a las franjas más débiles de la población, empeño ecológico, acogida e integración de los inmigrantes y adhesión al proyecto europeo. Los dos últimos puntos son antagónicos con el programa de Marine Le Pen. Pero también ha llamado a sostener la familia, en alusión a algunas iniciativas de Macron. Sólo algunos obispos de manera aislada, como los de Troyes o Poitiers, han cargado contra el populismo de Le Pen. «El 7 de mayo ¿qué papeleta de voto? No la del miedo, del odio, del rechazo, de la falsedad, de la exclusión, del repliegue: es lo opuesto al Evangelio», han señalado en Twitter monseñor Marc Stenger, presidente del movimiento Pax Christi en Francia.

El ensayista Alain Finkielkraut recuerda que hay una vuelta al 'boulangisme'. Se refiere a Georges Boulanger, un general francés que exhibió un populismo y un chovinismo incendiarios, que calaron en una parte importante de la población. Lideró un movimiento de distintas ideologías que cuajó gracias al descrédito de los políticos de la Tercera República. Otros, sin embargo, evocan al general Lafayette, figura de la Revolución francesa, amigo de Washington y de Jefferson, que ayudó a redactar la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en los estertores del 'ancien regime'. Lafayette era de Chavaniac, en esa Auvernia tan reivindicada por los defensores de los valores de la República.

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