FERNANDO ITURRIBARRÍA
Sábado, 6 de mayo 2017, 02:06
La perspectiva real de un resultado frustrante mañana en las urnas, por debajo del 40% de los votos, ha reabierto las tensiones internas en el seno del Frente Nacional y suscitado las críticas de sus simpatizantes después del desastroso comportamiento de su candidata al ... Elíseo, Marine Le Pen, en el debate del miércoles entre los dos finalistas. El centrista Emmanuel Macron acapara el 63% de las intenciones de voto, su mejor nivel desde la primera vuelta electoral, en el último sondeo diario publicado ayer por la firma Ifop-Fiducial, en el que la aspirante ultra pierde tres puntos desde el día del cara a cara televisivo.
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La campaña de Le Pen entre las dos rondas ha sido una constante sucesión de contratiempos, malentendidos y errores estratégicos que han arruinado las escasas posibilidades de victoria a la luz del diagnóstico cruel de las encuestas. El rosario de misterios dolorosos ha contribuido a instalar una apenas disimulada atmósfera derrotista en el cuartel general frentista, donde la corriente crítica capitaneada por Marion Maréchal-Le Pen, sobrina de la candidata y nieta del fundador, comienza a afilar los cuchillos de un probable ajuste de cuentas con la línea oficial.
La serie negra de una quincena nada fantástica comenzó con el nombramiento como presidente interino de Jean-François Jalkh en sustitución de Marine Le Pen tras su retirada táctica de la jefatura del partido. Las acusaciones de negacionismo, por unas viejas declaraciones en las que ponía en duda la verdad histórica sobre las cámaras de gas nazis, le obligaron a dimitir y ceder las riendas a Steeve Briois, alcalde de Hénin-Beaumont (Paso de Calais). En cosa de cinco días, el FN tuvo tres presidentes sucesivos, más que en toda la historia de la formación fundada por Jean-Marie Le Pen en los años 1970.
El puente del Primero de Mayo ofició la ceremonia de la confusión total en estrategias y programa. Le Pen se apuntó el tanto de romper el tradicional aislamiento político del FN mediante la alianza sellada con el soberanista reaccionario Nicolas Dupont-Aignan. Pero lo hizo a costa de desorientar a los izquierdistas electores de Francia Insumisa, privados de consigna de voto por Jean Luc Mélenchon, a quienes la dirigente ultraderechista lanzaba cantos de sirena con el señuelo de la lucha contra la casta y la oligarquía.
Además, el pacto con el vecino de la derecha extrema le costó el peaje de admitir que el abandono del euro dejaba de ser la condición previa de su proyecto económico. La renuncia al eje programático de referencia derivó en embrollo ininteligible al improvisar la idea de una coexistencia del recuperado franco con una moneda común europea a imagen del ecu. El galimatías se enredó con los distintos plazos barajados, de seis meses a varios años, para las negociaciones con Bruselas previas a la convocatoria de un refrendo sobre el futuro de Francia en la Unión Europea.
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Activistas de Greenpeace desplegaron una banderola contra el ultraderechista Frente Nacional (FN) en la Torre Eiffel, en la que se leía «Libertad, igualdad, fraternidad», el lema de la Revolución Francesa de 1789. Doce personas fueron detenidas según la Policía en relación con un incidente que según las autoridades evidencia «fallos en el dispositivo de seguridad del monumento» en un contexto de amenaza yihadista muy elevada, subrayó la Prefectura de París. El Ayuntamiento de París condenó la acción por utilizar «el emblema de la ciudad con fines políticos».
Presagio del desastre
El plagio de varios pasajes de un discurso del aspirante conservador François Fillon en el último gran mitin electoral, en un recinto que además no logró llenar, presagió el desastre total del cara a cara televisivo con Macron. En las redes sociales de la fachosfera arreciaron las críticas amargas por la excesiva agresividad de la candidata, su falta de consistencia argumental y la ineficacia a la hora de atraer a los indecisos. «Hasta nos ha avergonzado», «Es para preguntarse si no estaba borracha» o «Hay que confesar que se ridiculiza» fueron algunos mensajes publicados en la cuenta Franceses de Pura Cepa.
En un par de semanas, Marine Le Pen ha arruinado la maniobra de desdemonización emprendida en el partido heredado de su padre para volverlo presentable en democracia. El superego del anciano caudillo neofascista ha poseído a la dirigente que hace pocos meses encadenaba éxitos electorales con el lema La Francia sosegada. «Mi voz no ha sido más que el eco de la violencia social que va a explotar en el país», se justificó ayer la candidata en una confesión subliminal de que tiene interiorizada la victoria de las tesis liberales de Macron.
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