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Antonio Corbillón
Sábado, 25 de marzo 2017, 02:50
Hay al menos 4,5 millones de europeos que no tienen mucho que celebrar en la cumbre que reúne este fin de semana en Roma a una Europa mortecina que hoy cumple 60 años de los Tratados con los que se borraban sus fronteras interiores.
Son esos 3,2 millones de continentales que viven en Gran Bretaña y los 1,2 millones de ingleses repartidos por el resto de Europa. Personas que están mucho más pendientes de los muros que se levantarán de nuevo a partir del próximo miércoles, cuando el Gobierno británico y esa misma Europa comiencen a negociar las condiciones del 'Brexit', la voladura controlada de los puentes que habían acabado con la insularidad del Reino Unido.
Hace justo nueve meses, el 23 de junio de 2016, una embarazosa votación marcada por la agitación de los miedos interiores de los británicos parió un futuro de recelo y desconfianza. Sus gritos se están escuchando antes del largo 'parto' que será ese 'Brexit'. Hoy mismo, los colectivos de británicos expatriados, que se han aglutinado por miles por toda Europa, tomarán las calles del Londres blindado, de la propia Roma o de Madrid para reclamar su derecho a la promesa rota de una ciudadanía europea.
Y es en España donde más alto y claro exponen ese lamento. Porque en la península se concentra el 30% de la diáspora de los súbditos de la reina Isabel II. Casi 310.000 historias pendientes de lo que decidan sus políticos a partir del 29 de marzo. «Siento que mi trayectoria vital, mi lucha... todo se ha perdido de golpe», teme Adele Theresa Price. Aún no había nacido cuando se firmó el Tratado de Roma, un día como hoy de 1957. Camino de los 56 años, Adele convirtió su vida en un puente aéreo hispano-británico en el que el papeleo era la última de sus preocupaciones. Media vida a cada lado del Canal de la Mancha, décadas ayudando a los españoles a mejorar su inglés y su futuro laboral. Y, como premio, una cercana jubilación sin saber quién y cómo compensarán su esfuerzo. «Hay historias más duras que la mía. A muchos se nos está derrumbando nuestro mundo y, sobre todo, nuestro futuro», lamenta Adele.
«Mi madre tiene Parkinson y vive conmigo en España como no residente. Ahora, ¿tendrá que volver al Reino Unido y vivir en un hogar de ancianos?». «Mi marido y yo regentamos un negocio 45 años a tiempo completo en Liverpool. Pagamos impuestos y dábamos empleo. ¿Por qué debemos ser penalizados ahora?».
Es una letanía. Las quejas de los 108.000 pensionistas son las más evidentes. Buscaron aquí un clima más amable para sus huesos y un mercado inmobiliario infinitamente más asequible. Se han acostumbrado al recorte de una libra esterlina con el pulso cada vez más bajo. Ahora temen un amenazante estatus de nuevo extranjero al que no le quede más remedio que regresar al nublado inglés. Un más que posible adiós a la pensión garantizada y a la reciprocidad de la atención sanitaria, que «en España es mucho más generosa que la que recibíamos allá», reconocen Maggy y Eduard, desde la Costa del Sol. Todo pinta mal para sus bolsillos y su artritis.
De estas y otras muchas quejas sabe más que nadie Sue Wilson. Jubilada de 63 años, durante los últimos diez ha vivido relajada y ajena a los vaivenes de la política de aquí y de allá junto a su marido Steve en Alcossebre (Castellón). Tras el 'no' a Europa, Sue enarboló la bandera europea y encabeza Bremain in Spain. Podría traducirse por Quedarse en España. Son ya 4.500 británicos. Grupos similares trabajan en cada Estado de la Unión. Han creado un tupido y eficaz lobby de presión que recoge historias y traslada reclamaciones allá donde puedan ser atendidas. Hoy saldrán a las calles de las capitales europeas para que se escuche su voz. Sue Wilson lo hará en el propio Londres.
Vivir en reino Unido
'I am not a bargaining chip'. 'No soy la patata de la negociación', es el grito de los miles de europeos que están agitando las redes sociales y se han sumado a la campaña The 3 millon (Los Tres Millones), grupo de presión que reclama el mantenimiento de los derechos europeos de esa cifra de personas que viven en el archipiélago británico. Es el equivalente a los Bremain que han organizado los ingleses. Su presidente, Nicolas Hatton, considera que no es cuestión de comparar si triplican o no a las víctimas locales del 'Brexit'. «Es un tema de decencia básica para que seamos tratados adecuadamente. Si hay 1,2 o 1,4 millones de británicos en otros países no es lo relevante. No creemos que ambos grupos deban ser tratados como moneda de cambio». Hatton reclama que es el 10 de Downing Street (residencia oficial de Theresa May) quien «tiene la responsabilidad sobre nuestros derechos. Podrían garantizarlos hoy mismo si quisieran».
Malo para todos
Allí logró llevar su queja al Parlamento de Westminster hace unas semanas. Les dijo a sus señorías que «muchas personas se han trasladado a España para obtener beneficios para la salud, ya que el clima ayuda. El regreso de estas personas sería la tensión del Reino Unido en salud y asistencia social, y posiblemente el impacto de su esperanza de vida». Los derechos laborales, educativos, sanitarios y las pensiones solo se garantizan con los acuerdos recíprocos, como los que ahora obligan a los 27 socios.
España no permite la doble nacionalidad con Reino Unido. Los ingleses que soliciten pasaporte español (casi 500 en el último año) perderían la Unión Jack como bandera. Estos son los principales requisitos para hacerse español.
Diez años de residencia. Es imprescindible demostrar una década de residencia legal, continuada e inmediatamente anterior a la petición de la nacionalidad.
Test de Nacionalidad Española. Cada último jueves de mes (el próximo será el 30 de marzo), los 200 centros reconocidos por el Instituto Cervantes ofrecen la posibilidad de hacer el test de conocimientos para acreditar la integración en España. Son 25 preguntas, tipo test, de las que hay que acertar al menos 15. Van divididas en bloques temáticos para recoger diversos aspectos de la realidad española. Aquí van algunas preguntas del último examen (23 de febrero), con las posibles respuestas
-¿Hasta qué edad dura la ESO?
(12 a 16; 14 a 16; 6 a 16 años).
-¿Los fondos para corregir los desequilibrios de las distintas autonomías son...
(Solidaridad; Autonomía; Compensación).
-¿Cuántas provincias componen Extremadura?
-¿El Rey español que más territorios del mundo gobernó fue...?
(Felipe III; Felipe II; Felipe IV).
Test de Idioma. Deben ser capaces de aprobar un nivel equivalente al A2 de la enseñanza oficial de idiomas. Los nacionales de un país de habla castellana están exentos.
Certificados de Penales. Demostrar que no se tienen cuentas pendientes con la justicia del país de origen, ni con la española.
Tarjeta de Identidad de Extranjero.
Pasaporte completo y en vigor de su país.
Certificado de nacimiento.
Certificado de empadronamiento.
La única esperanza que les queda es una suerte de 'pasaporte comunitario'. Pero si los negociadores británicos del 'Brexit' mantienen el duro 'portazo' a Europa que ahora se intuye, a sus nacionales solo les quedará una salida: cambiar de pasaporte. Al contrario de lo que sucede con Latinoamérica, Portugal, Guinea Ecuatorial o Filipinas, también para los herederos de sefardíes expulsados, España no tiene reconocida la doble nacionalidad con las islas del Canal.
Pueden pedir un pasaporte español, pero renunciando al suyo. Y la realidad está acabando con el tópico de los irreductibles ingleses. En la colonia española se repite cada día más la queja dolorida de personas como James Maconachie, cuyos tres hijos han mamado y madurado con acento castellano del Bajo Aragón, donde vive la familia. «No reconozco a mi país. Ya no me siento inglés».
Y para demostrarlo, ya ha iniciado los trámites para tener documentación española, renunciando a la suya. Ha superado los test de idoneidad y de lengua. Ahora espera el certificado de penales de su país para seguir avanzando en el largo camino burocrático que le conducirá a mantener la ciudadanía europea como español. Entre enero y junio de 2016, cuando el amago de referéndum para el 'Brexit' era solo una amenaza del primer ministro David Cameron para expiar los fracasos del Partido Conservador, apenas 70 británicos acudieron a las ventanillas para 'españolizarse'. En los nueve meses transcurridos, la cifra está a punto de llegar a los 500. Y desde la colonia británica apuntan a una avalancha en cuanto las condiciones de salida pongan en jaque todas sus ventajas. En otros países, sobre todo Irlanda, pero también en Suecia o Dinamarca, los británicos, habitualmente reacios a integrarse en otras sociedades, también están haciendo cursos acelerados de cultura e idiomas locales para decir adiós a su Graciosa Majestad.
Un documento interno de la Comisión de Asuntos Jurídicos de la Eurocámara desvelado por la prensa inglesa reveló que el futuro de los británicos dependerá de lo que decida cada Estado miembro. Y que las dificultades que Londres ponga a esos 3,2 millones de europeos que viven en el archipiélago para conseguir residencia permanente (135.000 españoles) «pueden influir en la forma en que cada país aborde la cuestión». Casi tres británicos aquí por cada español allí. La comunidad inglesa confía en que «España no querrá poner paredes a esos 310.000 británicos, pero es difícil que pueda hacer nada», lamenta John Muffett, también portavoz de Bremain in Spain.
«No dedico ni cinco minutos a pensar en volver»
James Maconachie I Vive en Teruel
James sí puede presumir de que ha edificado su vida en España. «Dedicamos ocho años a reconstruir la masía en la que vivimos», explica con orgullo desde Matarraña, el pueblo de Teruel en cuyo extrarradio vive con su mujer y sus tres hijos. Cambió Londres por este enclave perdido al que llaman la 'Toscana del Bajo Aragón'. Dejaron su país hace una década por «una cuestión personal y de identidad». Y apostaron por esta capital de la cultura 'slow', del ritmo lento frente al desgaste de la gran metropoli. «Por mi ventana cruza ahora un águila», confía Maconachie, al que la vida en Matarraña parece ayudarle a poner distancia y sordina en el cabreo que le genera todo el proceso del 'Brexit'. «Vivo aquí y me siento más aragonés que inglés. No pienso ni cinco minutos en volver, aunque en el futuro necesite tramitar visados para ver a mi madre».
Dice esto último porque es muy posible que en próximas visitas a sus orígenes tengan que sellar pasaportes españoles. Tanto sus tres hijos (el mayor acaba de estrenar mayoría de edad) como el propio James están tramitando la nacionalidad. «Cuando empecé, no conocía a ningún inglés realizando estos trámites», admite. Ya ha superado los exámenes de cultura española y de lengua. «Me ha ayudado mucho el hacer los deberes escolares con los dos más pequeños», reconoce, mientras espera el certificado de antecedentes penales desde Londres. Su mujer, irlandesa, no tiene problemas: la isla del oeste seguirá siendo miembro de la UE.
Los Maconachie viven de las traducciones esporádicas que le encargan a él y de su asesoría en proyectos de construcción. Tiene buenos contactos en Barcelona, que no le queda demasiado lejos. Aún son una familia joven y admite que «no pensamos mucho en qué será de las pensiones y todo eso». Respecto a la educación de sus retoños, agradece que «se integraron con facilidad, y estamos contentos de cómo funciona aquí». Pero sí le preocupa la suerte de sus paisanos que llegaron a España para disfrutar de una soleada jubilación. «Muchos tendrán que volver sin casa, ni dinero. Y, lo peor, sin optimismo». Contempla la deriva de su Inglaterra con frialdad. Cree que el país «estará metido en un par de años en los fantasmas de su pasado» y que «ha cometido un error histórico».
«Los que cobren pensión baja tendrán que regresar»
John Muffett I Amor por Granada
Llegó a Málaga en 1984 y ha hecho de todo: lector de español, clases de idiomas... hasta que una fatiga crónica le obligó a la jubilación cuando ejercía como director de azafatas en British Airways. Todavía joven, John Muffett es uno de los miembros más activos de Bremain in Spain. Sabe que el miércoles próximo comienza la cuenta atrás para el 'Brexit', pero él aún confía en que «podemos pararlo, porque todavía no sabemos qué piensan negociar exactamente respecto a nosotros. Hay un gran movimiento activo por toda Europa».
Tiene residencia permanente en La Herradura (Granada) desde hace dos años y medio. Allí está su casa, tiene seguro médico y solo espera «no tener que volver a pedir visados» para disfrutar de todo ello. Aunque su origen norirlandés (nativo del condado de Armagh) le permitiría, en caso de mucha necesidad, disfrutar de lo que España niega a otros británicos: el doble pasaporte. «Sería fácil pedir uno irlandés y mantener mi condición de ciudadano británico».
Muffett concluye que en este atolladero les ha metido el centralismo inglés, porque «son ellos los que se han creado este problema; los irlandeses y escoceses no teníamos ninguno. Es más, cuando visito a mi madre en Irlanda del Norte, veo que está llena de inmigrantes del resto de Europa. ¡Y todo funciona muy bien!».
A sus 54 años, no quiere ni pensar en regresar. Pero, tras escuchar los testimonios de muchos compatriotas que llegaron al sur peninsular a vivir la jubilación, lamenta la carga de angustia y dudas que respiran todos. «Los que tengan poco dinero y una pensión baja tendrán que volver. Y, con los precios de las casas en Inglaterra, les será casi imposible. Pienso que la gran mayoría quiere quedarse en España, convencidos de que aquí les tratarán mucho mejor».
John advierte que cada día más gente en su situación se está planteando la renuncia a su nacionalidad, porque entre todos conjugan «el pesar de que Gran Bretaña es un país que ya no reconocemos y que nos puede dejar sin nada». Lo que no le impide asumir que a bastantes conciudadanos les ha faltado un mayor esfuerzo por integrarse en España y que ahora tendrán que 'acelerar' a conciencia. «Siempre he tenido claro que es importante conocer la cultura y el idioma de quien te acoge», razona.
«Ya no encajaba allí. No tengo orgullo de mi origen»
Adele T. Price I Serrana en Madrid
El sueño juvenil de Adele Theresa Price se ha estrellado contra la realidad. Recuerda con nitidez el día que llegó a España. «Pisé Madrid el 27 de octubre de 1988. Tenía 27 años y un buen trabajo de profesora de Historia en Brighton. Pero pensé que el mundo era mucho más grande y... ¡quería verlo!». Renunció a la seguridad por la libertad y las puertas abiertas de una Europa sin fronteras. Empezó dando clases en los colegios de Garrigues Walker. Vivió otras muchas experiencias laborales y finalmente asumió que, en los tres amagos de regreso a la isla, «me di cuenta de que ya no encajaba allí». Desde el año pasado, su péndulo vital acumula más tiempo en España que en su país. Ahora tiene claro que «soy una mezcla, pero me siento más española; no siento ningún orgullo de mi origen británico».
Y, sin embargo, sus 55 años de vida están ahora llenos de nubarrones y dudas. Vive en Collado Villalba con su pareja, un médico español, pero su situación de parada y su certificado verde de ciudadana de la Unión podría complicar su retorno al mercado laboral con el 'Brexit'. En teoría, tiene derecho a una doble pensión en su país por sus diez años cotizados (una parte como profesora y la otra del Estado). Y además acumula 23 años cotizados en España. Pero no puede dejar de preguntarse: «¿Qué va a pasar conmigo? Necesitaré papeles en regla para completar mi historia laboral. Como europea, soñaba con trabajar en cualquier país. Pero si me quedo aquí, ¿perderé mi pensión inglesa? En el futuro tendré más problemas para trabajar que un inglés recién llegado con su visado».
A estos temores se añade una dolorosa ruptura. Su familia británica ha roto los puentes y se ha apuntado al nacionalismo y los «muros mentales» del Gobierno de Theresa May. «Cada vez que hablo con mi padre me 'vomita' los titulares del 'Daily Mail'» (tabloide que ha hecho una sucia campaña por la ruptura con Europa). A pesar de todo, Adele tiene claro que su destino está en su tierra de adopción. Muy implicada en la vida cultural y literaria española, cita autores, carteleras y la actualidad con nota probablemente muy por encima de la media nacional. Así que va a buscar un abogado para que le agilice su nacionalidad española y le ahorre el engorroso papeleo. «Sólo he ensayado los test 'online' y el nivel de lengua», admite. Ojalá fuera todo tan fácil para ella como le resultan esas pruebas.
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