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Íñigo gurruchaga
Miércoles, 1 de marzo 2017, 02:54
Es tal el deseo de la Fundación del Sudeste de Fermanagh en Lisnaskea, villa natal de la líder unionista Arlene Foster, de que un periodista cuente su historia que sus directivos se ofrecen a pagar el hospedaje, la cena. Media hora después de llevarte a ... su sede, la jovialidad de la bienvenida torna en amargura. Tres hombres están secando sus lágrimas.
Las de Ernie Wilson, que tiene 81 años, brotan recordando la mañana del 28 de junio de 1988. Conducía el autobús escolar que transportaba a 18 alumnas, entre ellas la adolescente Arlene, cuando estalló una bomba bajo el chasis dirigida contra él. La vecina de asiento de Foster resultó herida. El presidente de la Fundación, Eric Brown, tiene que completar el relato. El hijo de Wilson se suicidó poco después.
Richard Bell iba en la mañana del 22 de octubre de 1972 a ordeñar las vacas de la granja familiar con su padre y su hermano, Robin, de 21 años, cuando su coche fue ametrallado por un comando emboscado del IRA. Murió Robin. Richard cree que la muerte posterior de su padre por un ataque al corazón se debió a la pena irreparable. Richard se quedó allí hasta hoy.
«Yo soy uno de los que se marchó», comienza George Latimer. Cuando otros cuentan que se trasladó unas pocas millas, hay risas. Pero las lágrimas recuerdan a sus muertos. A su suegro. Herido en un ataque, huyó, fue alcanzado y asesinado con un disparo en la cabeza. Era 1978. Dos años después, asesinaron a su hermano, Richard, en su tienda de Newtonbutler.
Del relato de Noel Downey, al que le explotó una bomba bajo el coche tras salir de un pub donde había estado con su novia, queda la imagen que ofrece de los segundos posteriores: «Logré abrir la puerta y comencé a caminar si sentir la pierna. Miré hacia atrás y parecía que alguien había pasado por allí con una fregona bañada en sangre».
Quienes justifican al IRA argumentan que a los católicos no se les daban puestos de trabajo en el sector público ni viviendas, que el sistema electoral era manipulado para favorecer a los unionistas, que las fuerzas de seguridad locales -la policía RUC, el regimiento UDR- eran sectarias y que la Orden de Orange era la matriz de una conspiración protestante para mantener su hegemonía.
Hay algo de verdad en algunas de esas afirmaciones, pero es innegable que con el ascenso del movimiento de derechos civiles y el derrumbe del orden público, el Gobierno autonómico, primero, y el de Londres, con su gestión directa de la región, eliminaron las discriminaciones. Como es innegable que, antes de 1969, los católicos también prosperaron con el avance económico regional.
Irlanda del Norte era más rica que la república constitucionalmente católica del sur. Todos los partidos, incluido Sinn Fein, eran legales. La impresión de periódicos era libre. Alianzas nacionalistas ganaron el escaño de la circunscripción de Fermanagh y Tyrone. Y en esta región, donde los protestantes eran una minoría, ni el presbiterianismo ni el radicalismo de Ian Paisley tenían muchos adeptos.
Balas, bombas, cuchillos
La doctrina del IRA reconoce legitimidad irlandesa solo a los supuestos descendientes de quienes vivían en la isla antes de la segunda mitad del XVI. Escandalizaría tal idea en boca de Donald Trump o Nigel Farage. En el sudeste de Fermanagh el IRA cometió 38 asesinatos, todos ellos contra unionistas. Dos jóvenes nacionalistas murieron en un extraño ataque con cuchillo por un soldado escocés.
Lo que ocurrió en torno a Lisnaskea, explica Henry Patterson en Irelands Violent Fontier (La frontera violenta de Irlanda) es que la presencia de unionistas que pertenecían a la Policía o al UDR a tiempo parcial y conocían bien la geografía física y humana de la comarca entorpecía la impunidad del IRA para transitar entre su base logística en el sur y sus operaciones en el norte.
El presidente de la Fundación, el expolicía Eric Brown -sobrevivió a intentos de asesinato- y el exsoldado Ken Funston -el IRA mató a su hermano-, llevan a los visitantes por el vía crucis local. Una parada es la casa rural donde la niña Arlene Foster vio a su padre correr entre el establo y la casa, herido de bala, para protegerse de un comando del IRA.
Cerca de Rosslea, William y Mary cuentan que él había ido a la iglesia y ella a hacer unas compras cuando hombres del IRA se presentaron en su granja. Obligaron al hijo mayor a conducir un tractor en cuyo remolque habían cargado la mayor bomba de The Troubles, tres toneladas y media de explosivo. Querían explotarla con su conductor frente a una comisaría. El lodo atrapó el avance mortal del vehículo.
«Una joven misionera, Sylvia Crowe, esperaba el 17 de julio de 1979 en una parada de autobús que había en este tramo», cuenta Brown ahora. «El IRA hizo explotar una bomba al paso de un convoy del UDR. Sylvia murió y el soldado Grant Weir fue gravemente herido». Weir tiene ahora 60 años. Es jovial, aunque los daños cerebrales que sufrió han dejado una profunda huella.
Locura
«Sylvia Crowe», dice, componiendo una mueca de pena. «La bomba. Locura. Locura. Locura». Michelle, su hermana, tenía 12 años y ha oído ese sumario decenas de veces cada día desde entonces. Siente desprecio por un Parlamento donde se sienta como diputado el hombre que hizo explotar la bomba. Habla con afecto de Arlene Foster. Siempre saluda a su hermano -«Hello Grant»- y se queda charlando con él.
En 1922, cuando Europa se recuperaba de la Primera Guerra Mundial e Irlanda se estremecía por la creación de su frontera, Winston Churchill pronunció una condena perpetua sobre esta tierra: «Todo el mapa de Europa ha cambiado, pero cuando el diluvio retrocede y el nivel de las aguas desciende vemos emerger una vez más los deprimentes campanarios de Fermanagh y Tyrone».
Es una sentencia injusta. Foster se unió al DUP de Paisley cuando su partido -el UUP de David Trimble- cedió en el proceso de paz más de lo que creía aceptable. Pero ha compartido el Gobierno con Martin McGuinness, que pronunció la elegía en el funeral por el hombre que intentó matar a su padre. La experiencia de los unionistas en Lisnaskea fue su génesis política. A partir de mañana mostrará de qué está hecha su ambición para el futuro.
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