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ÍÑIGO GURRUCHAGA
Sábado, 2 de julio 2016, 01:47
Nunca habrá respuesta a la pregunta sobre si el protagonismo de Boris Johnson en la campaña del Brexit fue decisivo para su victoria, pero Michael Gove, que lo liquidó políticamente una semana después de conocerse el resultado del referéndum que ha sacudido la política y ... la economía europeas, dio mucho valor a su alistamiento en las filas euroescépticas. «Sea lo que sea el carisma, yo no lo tengo», dijo Gove ayer, en un largo discurso sobre sus planes para ganar las elecciones en el Partido Conservador y sustituir al primer ministro, David Cameron. Por eso, el excolumnista de The Times cortejó al columnista del Daily Telegraph, con quien nunca había intimado, para sumarlo a la campaña VoteLeave.
El codirector era Dominic Cummings, que fue la mano derecha de Gove en el ministerio de Educación, hasta que sus enfrentamientos con funcionarios y otros ministerios y su desprecio por David Cameron le obligaron a marcharse. El choque del confidente de Gove con el establishment no era oportunista. En Cummings es una cuestión de ideas. «Yo soy un hombre de ideas», dijo Gove ayer. Tras marcharse del Gobierno, Cummings publicó un ensayo sobre la educación, Proyecto Odiseico, en el que postula una exigente integración de matemáticas, ciencias naturales, artes y humanidades. Deletrea en él su desprecio por una política sin planificación y agitada por urgencias efímeras, por un funcionariado intelectual y vitalmente conservador, por un periodismo banal y literario.
Cummings publicó en su cuenta de Twitter el jueves, cuando Boris Johnson fue fulminado por Gove, que el exalcalde de Londres «fue un héroe del VoteLeave, muy amable con el personal de la campaña». Puntualizó también que no participaría en las batallas del liderazgo. Gove respondió ayer con un extrañamente sucinto no cuando le preguntaron si Cummings trabajaría con él si llega a ser primer ministro. Ese contexto es importante para entender la corriente subterránea que movió la conspiración narrada ayer con jugosos detalles por la prensa británica sobre cómo fue destronado el héroe del Brexit. Su victoria en el referéndum -lo contó la esposa de Gove, Sarah Vine, en su columna en el Daily Mail- fue recibida en la casa del ministro de Justicia como un momento terrorífico.
La sátira sobre la comparecencia de Johnson y Gove en la mañana del viernes ha sido fecunda. Parecían realmente angustiados, especialmente el excómico Boris, que había hecho la campaña más o menos peinado, más o menos atildado, ciertamente más disciplinado que en el pasado. ¿Estaba aterrorizado por tener que implementar la retirada de la UE tras la dimisión de David Cameron?
Desastres
Johnson se citó con Gove y sus ayudantes el domingo en su casa de campo. El favorito para tener sobre sus hombros la responsabilidad de reparar lo que estaba ocurriendo -caídas de bolsas y de la libra, temores a una crisis política grave- pasó el sábado jugando al cricket. Los Johnson contra los Spender, en Althorp, la mansión que habita el hermano vizconde de la princesa Diana. La barbacoa del domingo fue un desastre. Fotógrafos advertidos por la mujer de Gove asediaban la casa. Y Johnson no había preparado nada. El bando de Gove pidió la lista de diputados que ya le apoyaban, pero no querían dársela. Había que tramar juntos los pactos con parlamentarios que asegurasen, tras su voto en martes y jueves a partir de esta semana, que Johnson estaría entre los dos supervivientes.
El lunes, nuevo desastre. En su periódico, el Telegraph, Johnson publicó un artículo desconcertante. Su Brexit no lo parecía. Acceso absoluto al mercado común, algún acuerdo para reducir la inmigración, el único cambio sería apartarse de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Justicia. Y había pleitos porque Johnson quería dar a George Osborne un puesto magnífico en el futuro gabinete y no se comprometía con el que tendría Gove.
¿En qué momento pidió Johnson a Theresa May, la candidata ahora favorita, que votó por la permanencia, un encuentro para pactar que él la apoyaría y ella le dejaría hacerse cargo del Gobierno antes de 2020? Lo reveló ayer The Times, de Rupert Murdoch, expatrón de Gove, su confidente y valedor en el Gobierno. Osborne, May qué empeño del héroe del Brexit en promover a los rivales.
El miércoles fue el día decisivo. Cuarenta diputados indecisos esperaban a Johnson para decidir su apoyo y él canceló su comparecencia quince minutos antes. Gove y Johnson se reunieron durante horas con el que iba a ser su jefe de campaña, Lynton Crosby, director de campañas electorales de Cameron y Johnson. Duró horas, las grietas no se reparaban.
Esa tarde, un correo de la mujer de Gove llegó por error a alguien, que lo pasó, qué casualidad, a la televisión Sky, propiedad de Murdoch. La Lady Macbeth de esta tragicomedia conminaba a su marido y a sus ayudantes a plantarse ante Johnson en la reunión con Crosby y a exigirle los puestos más importantes en el futuro gabinete. Gove y Johnson estaban entonces en el club Hurlingham cuando se publicó el correo.
Pistas de hierba para el tenis, los bolos, el cricket y el croquet, un laguito en el centro de la Londres, en Fulham. Los conservadores agasajaban allí a sus donantes. Allí debía entregarse a la ministra de Energía, Andrea Leadsom, destacada en la campaña del Brexit, una promesa escrita a mano por Johnson sobre su futuro ministerio. Pero se le olvidó en la oficina. Eso dicen los de Gove.
Esa noche decidió acuchillar a Johnson. O quizás no. Quizás lo había planeado desde el primer día. Por mera ambición personal. Y porque Gove y Cummings son políticos de convicciones, ideas y letra pequeña, partidarios encarnizados del Brexit. Boris Johnson era ya el erudito en lenguas clásicas, político de retórica desordenada, bufón sin ciencia ni método, el oportunista que lideró el Brexit sin realmente quererlo.
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