Un grupo de agentes vigila las calles de Bruselas tras el atentado.

¿Por qué Bélgica si es el refugio del Estado Islámico?

El yihadismo ha pasado de tener en el país un terreno seguro desde el que preparar sus acciones a verse perseguido en lo que consideraba su santuario. Cuando su retaguadia ha dejado de serlo ha decidido atentar con toda su furia

óscar b. de otálora

Martes, 22 de marzo 2016, 19:19

Los atentados del Estado Islámico en Bruselas han conseguido tres objetivos de la forma más sangrienta. El primero, atacar el corazón de Europa. El segundo, castigar a un país que participa en la coalición contra el ISIS en Irak, liderada por Estados Unidos. El tercero, ... y más importante, dañar a un país que hasta ahora era considerado un refugio por los islamistas y que, sin duda por ello, había quedado a salvo de los atentados yihadistas tanto del Estado Islámico como de grupos como Al Qaida.

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Los ataques suicidas contra el aeropuerto y el metro de Bruselas transmiten el mensaje de que, tras las decenas de operaciones llevadas a cabo por la Policía belga después de los atentados en París del pasado 13 de noviembre, los islamistas ya no consideran seguro el hasta ahora refugio belga y pueden romper la regla de no atacar en su retaguardia. Bruselas, según esta lectura, ya no sería la zona de descanso y preparación de atentados en que se había convertido en los últimos años, sino que ha pasado a ser la primera línea de fuego. La detención el viernes de uno de los responsables de la matanza de París, Salah Abdeslamm, fue sólo la última de las grandes operaciones que las fuerzas de seguridad belgas han llevado a cabo desde fin de año, después de haber sido cuestionadas internacionalmente por su pasividad ante el yihadismo.

Las investigaciones abiertas tras los distintos atentados yihadistas llevados a cabo en Europa en los últimos años han demostrado que la mayor parte de ellos se había fraguado en suelo belga. Tanto los perpetrados en Francia -desde el tiroteo contra 'Charle Hebdo' a la matanza de Bataclan- como, por ejemplo, la masacre del 11-M en Madrid en 2004. Uno de los autores intelectuales de la masacre de Atocha, Youssef Belhad, fue arrestado en Bélgica un año después de los ataques en la capital de España y ahora cumple una condena de 12 años de prisión. Belhad se había refugiado en suelo belga, donde se creía a salvo.

Guetos y paro

Para entender esta situación es necesario tener en cuenta que Bélgica es un país con una población musulmana muy radicalizada, bastante más que el resto de Europa, y en la que han aparecido guetos en los que las fuerzas de seguridad -o el propio Estado- tienen una presencia cada vez menor y los radicales un amplio margen de maniobra. Un ejemplo sería el barrio de Molenbeek, de apenas 100.000 habitantes, pero del que han surgido la mayoría de los responsables de los atentados más recientes. Con 21 mezquitas, en Molenbeek se ha creado una subcultura que surge de la marginación, la lectura radical del islamismo y la visión de Europa como la culpable de los males de los creyentes en el Corán.

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No es una casualidad que Bélgica sea uno de los países que mayor número de ciudadanos ha aportado a las filas del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés), pese a ser uno de los que tiene una menor población de Europa. Según los investigadores, 516 belgas se unieron el año pasado a las filas del terrorismo islámico. Sus habitantes suman 11 millones, de los que algo más de 18.000 son musulmanes. En Inglaterra, con una población de 53 millones, incluidos 2 ,7 millones de musulmanes, la cifra de voluntarios en el ISIS es de 760. Estos datos revelan una fuerte radicalización social, que supera la media del resto de países europeos.

En el origen de esta tensión se encuentra la falta de integración en los barrios musulmanes, en especial, de jóvenes que ven cómo han quedado fuera de la escalera de avance social y no se les presentan oportunidades como al resto de los belgas. En este sentido, muchos analistas resaltan que las dificultades de adaptación son mayores en Bélgica que en la cercana Francia. En parte, por culpa de las dificultades idiomáticas que plantea una sociedad como la belga, férreamente dividida entre francófonos y flamencos. De sus 11 millones de residentes, algo más de la mitad hablan francés y el resto el dialecto holandés. Sus comunidades son cerradas y con escasa conexión, de forma que un musulmán tendría todavía menores posibilidades de integrarse ante una división social tan fuerte. En Molenbeek, por ejemplo, el paro alcanza al 45% de los jóvenes.

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La web terrorista

La captación por parte de los radicales mediante redes sociales es eficaz en Bélgica por esa atmósfera de desarraigo y sumisión. Según todos los expertos, lo que les ofrece el Estado Islámico es la posibilidad de un triunfo social que en Europa les ha sido vetado y, además, una forma de canalizar la frustración de haber sido castigados al furgón de cola social. Pero, además, en suelo belga la permisividad hacia la difusión de ideas radicales ha sido hasta ahora una de las características del sistema legal del país, lo que ha permitido que se extiendan las visiones más radicales del Islam. El mayor ejemplo de esta relajación es la web Sharia4Belgium, una página dirigida por Fouad Belkacem, un extraficante de drogas reconvertido en clérigo, que durante una década ha lanzado los mensajes más radicales del yihadismo con una total impunidad. En este sentido, Belkacem defendía, por ejemplo, la pena de muerte para los transexuales y se permitía lanzar amenazas contra políticos locales con total tranquilidad. La Justicia belga no actuaría contra este grupo hasta 2015, cuando consideró a Sharia4Belgium un grupo terrorista y condenó a su creador a 12 años de cárcel. Para entonces, las raíces del radicalismo ya habían penetrado con fuerza en Bélgica gracias a la tranquilidad en la que se habían desenvuelto los terroristas. Y cuando los yihadistas han dejado de sentirse seguros, han decidido responder con el horror.

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