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óscar b. de otálora
Lunes, 30 de noviembre 2015, 01:49
Una de las muchas incógnitas del atentado de París que costó la vida a 130 personas es dónde consiguieron las armas los terroristas del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) que perpetraron la matanza del 13 de noviembre. Por el momento, la principal pista es un ciudadano montenegrino, Vlakto V., que ocho días antes de la masacre fue detenido por la Policía del estado alemán de Baviera cuando se dirigía a París. En el interior de su vehículo se encontraron varios 'Kalashnikov', el mismo fusil de asalto ruso que usaron los asesinos de la discoteca Bataclán, así como granadas y dinamita. Aunque por el momento no se ha establecido un vínculo definitivo de este presunto contrabandista de armas con la matanza, sus datos están siendo mirados con lupa por los servicios secretos europeos.
No obstante, muchas miradas se han dirigido también hacia Marsella, la ciudad costera francesa que ha sufrido una ola de criminalidad sin precedentes y en la que es posible conseguir armas en el mercado negro con la facilidad con que antes sólo era posible en los países del Este. En este sentido, el pasado 23 de noviembre, diez días después de los atentados de París, un aduanero fue asesinado en la cercana ciudad de Toulon, a 65 kilómetros de Marsella, por un delincuente común que portaba un 'M 16', el mismo arma de guerra que utilizan los marines en Irak o Afganistán.
Según un mando de las fuerzas de seguridad experto en los movimientos del mercado negro armamentístico, para saber qué armas se mueven en los circuitos clandestinos de un país basta con examinar cuál es el armamento que se incauta a los delincuentes comunes. «En España, conseguir una pistola o una escopeta recortada es sencillo. Probablemente, hay delincuentes que quisieran armas de guerra pero esto es lo que se pueden encontrar porque las leyes y los controles policiales están siendo eficaces», afirma esta fuente. «Si apareciesen otro tipo de armas de guerra en las operaciones contra ladrones o traficantes, deberíamos preocuparnos, porque ese significaría que hay nuestras tramas de contrabandistas y mucho más peligrosas», señala.
Recibimiento a Valls
Y si en Marsella un delincuente común tiene un arma de guerra, eso significa que en el mercado negro se están moviendo decenas de este tipo de armas. El problema de esta ciudad gala, con 900.000 habitantes y una larga historia de criminalidad organizada vinculada a su puerto, surgió en 2013, cuando aparecieron pequeñas bandas dispuestas a combatir a los capos tradicionales. La delincuencia aumentó tanto que algunas voces del partido socialista francés llegaron a pedir la intervención del Ejército. El actual primer ministro francés, Manuel Valls, entonces máximo responsable de Interior, inició una cruzada contra estas bandas en la que tuvo cierto éxito y labró su reputación de líder de mano de hierro. Sin embargo, en enero de este año, cuando se dirigía a Marsella a presentar unos datos positivos sobre criminalidad, delincuentes armados con 'Kalashnikov' y protegidos con chalecos antibalas, se enfrentaron durante varias horas con la policía, en una escena de guerra en la que, pese a la intensidad del tiroteo, no se produjeron heridos.
Según diversas investigaciones, el Estado Islámico es consciente de que es posible adquirir armas en esta ciudad francesa ya que así ha transcendido en conversaciones interceptadas. Los precios de los rifles automáticos oscilan entre los 2.000 y los 3.000 euros. El principal problema a la hora de comprar este tipo de armamento, es el miedo de los terroristas a ser entregados por los propios terroristas a las fuerzas de seguridad, mediante un chivatazo a cambio de favores, una vez que han realizado el pago.
Pero los expertos creen que los países del Este, en especial los que componían la antigua Yugoslavia, siguen siendo el auténtico almacén de armas de guerra para las mafias. El contrabandistas investigado procedía de Montenegro, un país situado en medio del avispero balcánico. La pista de la ex Yugoslavia ha aparecido en otros atentados estadistas. En enero de este año, los terroristas que asaltaron la sede de 'Charle Hebdo' y el supermercado judío de Saint Vicennes, utilizaron munición procedente de fábricas de Bosnia. Sus armas eran 'Kalashnikov' y fusiles rusos 'Skorpio', armamento que se extendió por el mundo tras el colapso de la unión soviética.
No obstante, existe aún una pista sobre el armamento adquirido por el mercado negro de armas más problemática por sus implicaciones para la política europea. Tras los atentados contra la revista satírica 'Charlie Hebdo', un delincuente belga, Neetin Karasula, se entregó a la policía de su país y confesó unas presuntas relaciones con el terrorista Amedy Coulibaly, el yihadista que se encerró en un supermercado judío de Saint Vicennes, asesinó a cuatro personas y luego fue abatido por la policía. Según este traficante, el había estado implicado en la venta de armas a Coulibaly y temía represalias de los islamistas. Aunque los nexos del delincuente con el atentado no han sido establecidos y se duda de su versión, lo que comenzó a ponerse en evidencia es los agujeros de seguridad que existían en Bélgica. El atentado del 13 de noviembre, que según todos los datos se forjó en el barrio de Molenbeek, en Bruselas, ha puesto en duda la labor de los servicios secretos del país a la hora de controlar a los presuntos terroristas. La sospecha es que tampoco controlaba las armas.
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