óscar b. de otálora
Domingo, 12 de julio 2015, 00:36
Todos los dramas tienen un laberinto de antecedentes y el actual caos griego no es una excepción. La hipótesis de que el país heleno salga de la Eurozona ya tiene un antecedente, que se produjo en plena Guerra Fría y cuyos ecos aún perduran. El ... primer abandono de Grecia de una institución europea tuvo lugar en 1969, cuando el país estaba bajo el yugo del denominado régimen de los coroneles, una salvaje dictadura que se inició el 21 de abril de 1967, ante el temor de los militares a que las elecciones convocadas ese mes otorgasen el Gobierno al centrista Giorgios Papandreu. Esta asonada conllevó una brutal represión con miles de torturados, exilios de disidentes políticos a islas desiertas, asesinatos de estudiantes en protestas universitarias y medidas absurdas como prohibir textos clásicos del teatro griego si citaban la palabra democracia o contenían ideas liberales. En ese momento, Grecia no formaba parte de la Comunidad Europea, el embrión de la actual UE, pero sí estaba presente en el Consejo de Europa, un comité creado en 1949 entre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial y convertido en garante de los derechos humanos.
Publicidad
La salida de Grecia del Consejo de Europa se produjo en 1969, cuando la brutalidad de la dictadura de los coroneles ya había sobrepasado los niveles de tolerancia de países como Gran Bretaña, Noruega o Suecia, entre otros. El organismo con sede en Estrasburgo se enfrentó a una situación en la que no existía un mecanismo para formalizar la expulsión de uno de sus miembros -tal y como sucede ahora con la crisis del euro-, por lo que se consideró que una mayoría cualificada podría ser suficiente para obligar a un país a abandonar uno de los embriones de la Unión Europea.
La tensión global planteada por Grecia en ese momento alcanzó una alta temperatura. Países como Suecia anunciaron que si el país heleno no era expulsado, serían ellos quienes abandonarían el Consejo de Europa. Estados Unidos, con Richard Nixon al frente, se mantenía distante, ya que en sus intereses primaba la necesidad de mantener a Grecia dentro del bloque anticomunista. La geopolítica y la 'realpolitik' estaban por encima de otros principios. Nadie olvidaba que, tras la derrota de los nazis, Grecia había sufrido una guerra civil brutal en la que se consiguió acabar con una guerrilla comunista gracias al apoyo de Estados Unidos e Inglaterra. En ese momento, el pasís heleno y Turquía eran los únicos países no comunistas de los Balcanes. Eran la primera barrera de protección ante la Unión Soviética y desde el bloque occidental no se dudada en la necesidad de protegerles.
Dentro de la OTAN, pese a todo
Un ejemplo del peso la Guerra Fría en este conflicto es que jamás se pensó en expulsar a los griegos de la OTAN. Las barbaridades del régimen militar permitían apartarles del corazón de Europa pero no se podían hacer bromas con el pulso militar frente a la Unión Soviética, siempre sujeto a escaladas de tensión y a la amenaza constante de la guerra nuclear. Ministros de Exteriores de varios países pusieron de manifiesto la contradicción que suponía esta postura, de manera especial, cuando el preámbulo del Tratado del Atllántico Norte expresa que uno de sus objetivos es salvaguardar la libertad, la herencia común y la civilización de sus pueblos, fundadas en los principios de democracia, libertades individuales e imperio de la ley.
Finalmente, fueron los griegos quienes decidieron marcharse del Consejo Europeo momentos antes de ser expulsados. El 12 de diciembre de 1969, el entonces ministro heleno de Exteriores, Panayotis Pipinelis, anunció su país abandonaba la institución con sede en Estrasburgo. Ante el temor a que una penalización exterior desestabilizase internamente el sistema griego la dictadura había decidido adelantar el paso y evitar así la solemnidad de un reproche internacional.
Publicidad
Grecia regresaría al Consejo de Europa en 1974, después de que el régimen de los coroneles entrase en colapso por la fallida intervención militar griega en Chipre, una decisión de los dictadores que hoy en día mantiene la isla divida. Los coroneles que habían protagonizado la asonada fueron condenados a muerte, castigo que se les conmutó por la cadena perpetua. Grecia inició entonces su recorrido por la senda democrática; un camino que, por decenas de causas, ha conducido al riesgo de 'Grexit', la posible salida de la zona euro por su situación de bancarrota y su resistencia a plegarse a los dictados de la UE. El actual partido neonazi Amanecer Dorado -uno de los que ha apoyado el 'no' en el referéndum sobre el pago de la deuda- tiene su origen precisamente en los grupos nostálgicos de la dictadura de los coroneles. Como una muestra más de las paradojas balcánicas, en 2013 Grecia estuvo representada en el Consejo de Europa por Eleni Zarulia, integrante de Amanecer Dorado y designada por el Ejecutivo del entonces primer ministros Antonis Samarás .
El intocable presupuesto de Defensa
Estos antecedentes de las políticas de la Guerra Fría en Europa ayudan a entender lo que está sucediendo ahora en Grecia, de la misma manera que se puede hacer una lectura más completa sobre España o Portugal si se comprende el papel que jugaron las dictaduras mediterráneas durante la Guerra Fría. La pugna entre Estados Unidos y sus aliados con la Unión Soviética generó una serie de prácticas políticas que se caracterizaron, entre otras cosas, por la indulgencia histórica hacia el mal gobierno si servía para frenar al comunismo. Durante cerca de medio siglo, en la orilla del Mediterráneo -y en prácticamente todo el mundo-, los gobiernos podían cometer desmanes, poner en entredicho los derechos humanos, alterar el juego democrático o manipular elecciones porque existía una absolución internacional para sus pecados. La lucha entre capitalismo y comunismo justificaba actuaciones, por parte de ambos bandos, que hoy en día son intolerables. Esta condescendencia hacia la dictadura y la corrupción ha supuesto que la pedagogía política se haya ralentizado en unos países que sólo alcanzaron la democracia plena en los años 70. La práctica democrática, en este sentido, carece de la experiencia en el debate público o la transparencia institucional que desde décadas atrás ya existía en países sajones.
Publicidad
La situación de Grecia en la Guerra Fría da una pista de lo que está sucediendo ahora en el país dirigido por Alexis Tsipras. No es casual que el Gobierno heleno considere intocable el presupuesto de Defensa. En 2014, los griegos gastaron en armamento 4.000 millones de euros -el 2,2% de su PIB, mientras que en Europa el gasto medio es del 1.2%-. Cuando Tsipras anunció que no retocaría el gasto militar, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se apresuró a declarar que los gastos de Defensa no son la causa de los problemas helenos.La presencia de Grecia en la OTAN seguía siendo sagrada.
En este sentido, la Guerra Fría tiene todavía heridas abiertas en el mundo. Uuna de ellas conecta directamente Grecia con el yihadismo internacional. Durante la dictadura de los coroneles, uno de los responsables de la CIA en Grecia fue el estadounidense Gus Avrakotos, hijo de un emigrante griego nacido en Pennsylvania. Avrakotos colaboró activamente con el régimen de los coroneles pero tuvo que regresar a los Estados Unidos después de que se hiciera pública su identidad. Durante varios años vagó por los despachos de la CIA hasta que el congresista republicano Charlie Wilson le reclutó para poner en marcha la mayor operación anticomunista de Estados Unidos en los años 80. Wilson, Avrakotos y decenas de figuras internacionales consiguieron armar alos muyahidines afganos para luchar contra el Ejército Rojo que había invadido su país. La historia es tan espectacular que en 2007 fue llevada al cine por Tom Hanks, Julia Roberts y el difunto Philip Seymour Hoffman -quien interpretó a Gus Avrakotos-, con el título de 'La guerra de Charlie Wilson'.
Publicidad
La derrota soviética en Afghanistan fue su mayor victoria, pero permitió poner en pie un radicalismo islamista -apadrinado por los talibanes- cuyos ecos aún atormentan al mundo. La posibilidad de un enfrentamiento nuclear entre capitalistas y comunistas que arrasara a la humanidad se diluyó en conflictos regionales de menor entidad pero a cambio generó unos efectos desestabilizadores cada vez mayores en nuestro sistema económico y de seguridad. En el antiguo contexto de riesgo de mutua destrucción asegurada por la bomba atómica, Einstein aseguraba que desconocía cómo sería la tercera guerra mundial. Sólo sé que la cuarta será con palos y piedras, añadía. La desestabilización económica y social a la que se enfrenta el mundo occidental lleva a pensar que la tercera guerra mundial tendrá lugar en los cajeros automáticos.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.