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Ana Barandiaran
Martes, 30 de junio 2015, 00:09
Los pensionistas que ayer hacían cola desesperados en los bancos han sido uno de los puntos de mayor fricción en las negociaciones entre el Gobierno griego y los acreedores internacionales. Tsipras incluyó las pensiones como una de sus líneas rojas aunque fue cediendo, pero las ... instituciones conocidas antes como la 'troika' le exigían ir más allá. Para cuando las negociaciones se rompieron, sobre todo por las diferencias entorno a la reestructuración de la deuda, el Ejecutivo de Syriza había aceptado endurecer las prejubilaciones. Sin embargo, se resistía a eliminar, sin reemplazo alguno, el complemento a las pensiones más bajas (EKAS) para finales de 2019 y también a elevar del 4% al 6% la contribución al sistema de salud.
Es probable que los ciudadanos de otros países europeos que hayan leído u oído sobre el desmadre del sistema griego hayan estado de acuerdo con realizar una dura revisión del mismo, sin duda necesaria. Pero no hay que olvidar que ya se han aplicado severas reformas y recortes. Además, también hay que tener en cuenta que las pensiones se han convertido en el único sustento de muchas familias ante la escalada del paro y los tijeretazos a la red de protección social. Se estima que un 52% de los hogares dependen de la prestación de los abuelos para subsistir.
Allá por 2010, cuando se acordó el primer rescate, los medios de comunicación se hicieron eco de los numerosos abusos de un sistema totalmente descontrolado. Nos enteramos que las hijas solteras o divorciadas de los funcionarios fallecidos -unas 40.000- tenían derecho a cobrar la pensión de sus progenitores. Que los profesionales de actividades de 'tanto riesgo' como los peluqueros o los locutores de radio (por aquello de los tintes y de las bacterias de los micrófonos) podían jubilarse a los 55 con la pensión completa (a los 50 en el caso de las mujeres). O que había familiares cobrando la prestación de muertos en 1958.
Pero ya ese año, en el memorándum de primer rescate, se incluyó una exigente reforma, a la que se le dio una nueva vuelta de tuerca en 2012. Como resultado, la edad legal de jubilación se extendió hasta los 67 años tanto para hombres como para mujeres desde un punto de partida de 65 y 60, respectivamente. Asimismo, se amplió el plazo para cobrar la pensión completa desde los 35 a los 40 años. Pero el problema en Grecia es que hay muchas exenciones y posibilidades de prejubilación con lo que la edad efectiva de retiro es inferior a los 62 años. Por eso la Comisión Europea exige desincentivarlas y penalizarlas. (Para que sirva de referencia, en España la edad de jubilación es superior a los 64 años. Además, se ha reformado el sistema para elevar progresivamente a los 67 años la edad exigible para recibir el 100% de la prestación).
Más cambios. Grecia era antes uno de los países con mayor tasa de reemplazo (importe de las prestaciones en relación a los últimos salarios), con privilegios tales como que los profesionales de sectores como la banca recibían más del 100% de sus nóminas tras la jubilación. Para el cálculo de la pensión se tomaban los cinco últimos años de salario, normalmente los de ingresos más elevados. Eso ya no es así. Ahora se toma como base para el cálculo la media de toda la vida laboral y la tasa de reemplazo ha caído del 96% al 54% (en España ronda el 88%).
Asimismo, se han aplicado duros recortes. Se han suprimido las pagas extras y se ha impuesto un tijeretazo a las pensiones de más de 1.000 euros. En consecuencia, las prestaciones se han reducido entre un 14% y un 40%, en el caso de las más altas. Se calcula que la pensión media asciende en la actualidad a 700 euros, mientras que la suplementaria se eleva a 169. El 45% de los pensionistas griegos está por debajo de los 665 euros, considerado el límite que marca la pobreza. (En España la pensión media es de 886 y la de jubilación, de 1.021).
Como se ve, el problema no está en la pensión per cápita. Es verdad que el sistema todavía requiere numerosos ajustes dado que el gasto en pensiones en relación al PIB alcanza en Grecia el nivel más elevado de toda Europea. Asciende al 16,2%, de acuerdo a los últimos datos de la Comisión Europea, frente al 11% de España. Pero hay que tener en cuenta que este porcentaje está distorsionado por el varapalo sufrido por el denominador, eso es, la caída superior al 25% sufrida por el PIB. No obstante, también es cierto que su déficit (lo que no cubre con las contribuciones a la Seguridad Social) alcanza el 9% del PIB frente al 3% de Alemania. Se añade el problema, además, de que las cotizaciones se han desplomado por el paro y el descenso de los salarios.
Otro asunto a revisar es que muchos de los cambios introducidos para acabar con el desmadre de las jubilaciones anticipadas no afectan a los trabajadores más antiguos. Así, por ejemplo, los peluqueros con más de diez años de experiencia acreditada retienen los derechos que había antes.
Se calcula que hay una lista de 400.000 personas que han solicitado un retiro prematuro con lo que pretenden sumarse a los más de 2,6 millones de personas que ya cobran unas prestación en un país de 11 millones. Pero lo que les mueve no es poder vaguear antes de tiempo, sino asegurarse unas rentas que no se pueden obtener en un mercado laboral absolutamente colapsado. La pensión es para muchos el único salvavidas en una Grecia devastada.
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