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mikel ayestaran
Miércoles, 17 de febrero 2016, 02:00
«Dos meses, a este ritmo que llevamos podemos barrer Siria de yihadistas en dos meses», repite con seguridad Jaled Hindawi. Pistola en el cinto, traje de camuflaje y pin de Bashar el-Asad acompañado de una calavera en su chaqueta negra de cuero, acaba ... de llegar de Deir Ezor, ciudad en el este del país cercada por el grupo yihadista Estado Islámico (EI). A sus 33 años forma parte de las milicias tribales leales al régimen que combaten en primera fila contra los hombres de Abu Baker al-Bagdadi. Entra y sale en helicóptero, no hay otra forma.
Desde septiembre cuentan con «asesores rusos sobre el terreno», asegura, y se le ilumina la cara al hablar de un apoyo militar de Moscú que está resultando decisivo para el avance del Ejército y las milicias del régimen. Después de la tensión en su Deir Ezor natal, se relaja dando de comer a las palomas en la plaza de Merjeh. «Todo está seguro en Damasco gracias al trabajo de nuestros héroes en todos los frentes», apunta este miliciano, uno de los muchísimos que se ven por una capital militarizada.
Mientras el enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, se entrevistaba con el canciller sirio, Wallid Muallem, para tratar de impulsar el alto el fuego y la entrega de ayuda humanitaria, el organismo internacional, Francia y Reino Unido acusaban a Rusia de «crímenes de guerra» por los ataques del lunes contra hospitales y una escuela en el norte de Siria, en los que perdieron la vida al menos 50 personas. El portavoz del presidente Vladímir Putin, Dmitri Peskov, negó «de forma categórica estas acusaciones» y dijo que, como en anteriores ocasiones, «son imposibles de probar».
El alto el fuego parece lejano, pero al menos De Mistura voló de regreso a Ginebra con el anuncio por parte del régimen de la aprobación del envío a lo largo de esta jornada de ayuda humanitaria a Deir Ezor, Foua, Kafraya, Madaya, Zabadani, Kafr Batna y Moadamia.
Los «crímenes de guerra» rusos denunciados por Occidente no tuvieron espacio en los medios oficiales, donde los avances del Ejército en Alepo y el discurso de Bashar el-Asad, en el que dejó claro que ve «difícil» un alto el fuego en los próximos días, fueron los temas centrales. El presidente sirio matizó que «un alto el fuego significa, en primer lugar, impedir que los terroristas fortalezcan sus posiciones», y en su opinión «todo aquel que empuñe un arma contra el Estado es un terrorista».
«Turquía bombardea a los kurdos para proteger a los grupos terroristas, pero no puede contra Rusia», piensa Ahmad Sarhan, exfuncionario de aduanas al que la necesidad obliga a vender periódicos para sobrevivir. Su puesto de prensa está frente a uno de los muchos carteles que hay en Damasco llamando a los jóvenes a enrolarse en las fuerzas armadas. Pese a los avances logrados gracias a rusos, iraníes y Hezbolá, muchos jóvenes hacen lo imposible por no acudir a la llamada a filas.
La situación en el norte de Alepo preocupa al Gobierno de Ankara, que ve cómo las Unidades de Protección Popular (YPG) kurdas se sitúan en su misma frontera. Por cuarto día consecutivo la artillería turca atacó a los kurdos. «Queremos una operación terrestre con nuestros aliados internacionales», aseguró a la prensa un alto funcionario, en referencia a la coalición internacional contra el Estado Islámico que lidera Estados Unidos, lo que significa que Turquía no lanzará una operación militar unilateral en Siria.
El frente norte es el más activo, ya que la prioridad del Ejército es recuperar el control de la frontera turca para cortar la principal vía de suministro de la oposición armada. Pero, según los medios oficiales, también hay avances en el frente sur y en Raqqa, ya que las fuerzas de El-Asad estarían a 100 kilómetros del bastión del EI en la parte siria del califato. «Las victorias militares provocan una mayor sensación de seguridad en las calles, gracias a la ayuda rusa el Ejército está más fuerte, caen menos morteros ojalá se acabe todo pronto», confiesa Mohamed Mohamed, conductor de 52 años, que tiene esperanza en que se pueda lograr un alto el fuego.
Regeneración política
El hastío es general. Los avances del Ejército «no causan una especial sensación de alegría, no es una victoria ideológica, lo que ocurre es que la gente quiere seguridad y algo de estabilidad y por eso lo ven con buenos ojos», opina Anas Joudeh, abogado que lidera el Movimiento de Reconstrucción Nacional, plataforma que intenta crear una mínima estructura de oposición política interna. Desde su despacho en la exclusiva zona de Malki, Joudeh afirma que «es necesaria una victoria militar, pero es sólo el primer paso. Si no llega acompañada de cambios políticos, dentro de unos años habrá una nueva guerra y será peor».
Los cazas sobrevuelan Damasco a baja altura para atacar los barrios opositores de las afueras. Los ciudadanos ni se inmutan, acostumbrados a un latigazo que te obliga a agacharte de forma instintiva cuando lo escuchas por primera vez. Los pantalones de camuflaje y las camisetas verde oliva son el uniforme de una capital donde empiezan a aparecer poco a poco fotografías del presidente ruso, Vladímir Putin, en los puestos de venta ambulante. «La gente le quiere y sabe lo mucho que está haciendo por ayudarnos en la guerra contra el terrorismo», asegura un vendedor que ofrece pulseras con la imagen del líder ruso por 250 libras (unos 50 céntimos de euro al cambio). El culto al líder, monopolizado durante décadas por los Asad como símbolo de fuerza, se extiende desde 2011 a Hasán Nasrala, máximo dirigente de Hezbolá, y ahora a Putin, los dos apoyos, junto a Irán, que están consiguiendo mantener en su puesto al presidente sirio.
«También EE UU ataca al EI, pero nosotros sólo nos coordinamos con los rusos», confiesa Jaled Hindawi, antes de ajustarse la pistola en la parte trasera de su cinto para entrar en su Peugeot 205 negro con los cristales tintados. «Yo soy musulmán suní, eso de que sólo las minorías apoyan a El-Asad es mentira, en Siria sólo hay una secta y es la de los asadistas, ninguna más», declara antes de subirse al vehículo y perderse en el caos circulatorio de la capital.
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