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Mikel ayestaran
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 02:25
«Camino por la calle y no reconozco a mis vecinos. Me faltan caras de toda la vida y veo otras a las que no había visto nunca». Es la respuesta de un amigo de Damasco al preguntarle por la situación en la capital siria ... después de cuatro años de guerra y en pleno éxodo de refugiados hacia Europa. «Describiría la Siria actual como un desastre, una gran tragedia con amplias zonas fuera de control y en manos de grupos extremistas y terroristas. La gente ya ha perdido la esperanza en una solución y se va», responde otro conocido que ha decidido permanecer junto a su familia en este país roto en tres pedazos. Uno todavía en manos del régimen, otro en poder de las milicias kurdas en el norte y una tercera zona bajo control de los grupos armados de la oposición, con el Estado Islámico a la cabeza. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?
Evolución del conflicto
Siguiendo la estela de Túnez, Libia y Egipto, los sirios se echaron a las calles del país en marzo de 2011. El régimen de Bashar el-Asad respondió con dureza y sofocó las protestas con mano dura. Una parte de la oposición tomó las armas con el respaldo de los países del Golfo o de Turquía, deseosos de derrocar a un régimen en manos de los alauíes (corriente del islam derivada del chiísmo) en el corazón de Oriente Medio, y también de Occidente, con el pretexto de instaurar la democracia. Se cerraron la mayoría de las embajadas en Damasco, Siria se vio expulsada de la Liga Árabe, Bashar el-Asad comenzó a ser calificado de «criminal» y se le exigió que abandonar el poder.
Los países occidentales nunca han tenido muy claro a quién apoyar y el resto de enemigos de El-Asad fueron cambiando de grupos según el momento, sin miedo a apostar por los islamistas más radicales con tal de alcanzar cuanto antes su objetivo. Esta estrategia desembocó en el surgimiento de una oposición fraccionada y radicalizada que ha sido la que ha llenado el vacío dejado por el régimen en cada vez más amplias zonas del territorio.
Agotamiento del Ejército
El presidente El-Asad resiste en su palacio, pero el Ejército sirio da muestras de agotamiento y está «en su peor momento» desde el inicio de la crisis, según fuentes militares israelíes consultadas por Haaretz. El régimen mantiene su presencia en todas las capitales de provincia del país, excepto Raqqa e Idlib, pero no da muestras de poder recuperar el espacio perdido. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), las tropas regulares han sufrido al menos 50.570 bajas. Una sangría a la que habría que sumar los paramilitares de las milicias sectarias leales a El-Asad, otros 33.839 muertos. El régimen ha dejado de ser el paraguas de seguridad que fue durante los primeros momentos de la guerra, su imagen de poder absoluto se ha resquebrajado y se ha convertido en un actor más en el complicado tablero, ya no es el único.
Dos frentes marcados
Los grandes países aliados de El-Asad, Rusia e Irán, han demostrado ser los más fiables porque desde el primer momento han mantenido su respaldo económico, militar y diplomático al presidente. La oposición, política y armada, ha sido un juguete en manos de Arabia Saudí, Catar, Turquía y Estados Unidos, que han ido variando sus planes con el paso de los meses. La eterna promesa de «formar una oposición moderada» se desvanece -Washington admite que sólo ha podido entrenar a 60 «rebeldes moderados»- y los sirios sólo tienen una elección ante los ojos: entre El-Asad o el islamismo radical que promueven el Frente al-Nusra (brazo de Al-Qaida en Siria) y el Estado Islámico (EI). Cuatro años y más de 300.000 muertos después, dirigentes europeos como José Manuel García-Margallo, ministro de Exteriores español, piensan que «es hora de dialogar con El-Asad».
Establecimiento del califato
Al-Qaida en Irak no tardó en aprovechar el alzamiento sirio para cruzar la frontera y empezar a operar en el país vecino bajo el nombre de Estado Islámico de Irak y de Levante. Para los yihadistas, Damasco, como Bagdad, está en manos de infieles chiíes, y el grupo esperaba consolidar su posición entre la mayoría suní siria. Abu Baker al-Bagdadi desoyó las órdenes de Al-Qaida, que designó al Frente al-Nusra como su filial siria, y decidió convertir la ciudad de Raqqa en la primera capital de lo que acabó siendo su califato transfronterizo entre Siria e Irak. Instaurado el califato, redujeron el nombre a Estado Islámico y poco más de un año después controlan más de la mitad del territorio sirio, aunque la mayor parte son zonas deshabitadas.
Intervención militar extranjera
La milicia chií libanesa Hezbolá combate de forma abierta para defender a El-Asad, ha sufrido un millar de bajas según el Observatorio Sirio, y los iraníes también llegaron a anunciar su intención de desplegar hombres para hacer frente a los combatientes del Estado Islámico. EE UU estuvo a punto de bombardear a El-Asad por primera vez en septiembre de 2013, como consecuencia de una serie de ataques químicos atribuidos al régimen que habría rebasado las «líneas rojas» fijadas por Barack Obama, pero la mediación rusa frenó la operación. Solo un año más tarde, el presidente estadounidense cambió de opinión y ordenó comenzar los ataques aéreos, pero esta vez el objetivo no era El-Asad, sino «degradar y, en última instancia, destruir al EI a través de una estrategia integral y sostenida de lucha antiterrorista». Desde entonces una coalición liderada por Washington bombardea por mar y aire al califato en Siria e Irak.
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