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Jon Garay
Miércoles, 9 de noviembre 2016, 09:47
Ha ocurrido. Donald Trump, el magnate misógino, racista, ególatra, posible evasor de impuestos a gran escala y verborreico mentiroso impenitente, es el nuevo presidente de los Estados Unidos. Es ya, de hecho, el hombre más poderoso del mundo. El sueño realizado del modelo Berlusconi, el ... del empresario multimillonario y caradura encumbrado en el poder. La victoria del aspirante republicano rechazado por parte de su partido culmina una escalada antiestablisment que, con distintos valores desde la derecha y la izquierda, ha cogido vuelo en los dos últimos años con Syriza, Podemos y el Brexit.
La primera bofetada al oficialismo llegó en Grecia de la mano de Syriza. La formación izquierdista griega acabó con el tradicional dominio del Pasok y Nueva Democracia en 2015 para llevar a Alexis Tsipras al poder. La crisis económica del país, la corrupción endémica y, como colofón, las exigencias de las instituciones internacionales en los recortes dieron el impulso definitivo a una formación populista de izquierdas que había visto la luz en 2004. Una carrera vertiginosa hacia el poder que casi se ha repetido en España.
Podemos emprendió el abordaje del 'establishment' en paralelo a la formación helena. A ese 'establishment' lo denominaron la casta. Como sus hermanos, su primer gran golpe lo dieron en las europeas de 2014. Desde entonces se han convertido en uno de los primeros actores de la política nacional. Aunque no han logrado su objetivo confeso de conquistar el poder, son ya la tercera fuerza del país, segunda si se tiene en cuenta el último barómetro del CIS. Hasta el momento, han logrado las alcaldías de Madrid y Barcelona en un caso similar a lo ocurrido en Italia con ciudades de la importancia de Roma y Turín con el Movimiento Cinco Estrellas.
El Brexit era, hasta hace apenas unas horas, la gran noticia del año de la política internacional. Y también la gran sorpresa. Que el Reino Unido pidiese su salida de la Unión Europea fue un revés de consecuencias todavía no conocidas en su totalidad. Si los cimientos de la UE temblaron ante la posibilidad de que un peso ligero como Grecia dejase el espacio común, qué no pensar si quien lo haga es uno de sus pilares. Nadie, salvo su impulsor Neil Farage y algunos de sus seguidores, confiaba en la victoria del sí. Por supuesto, tampoco las encuestas. Pero resultó que sí. Todos los grandes partidos y los mandamases europeos, con Jean Claude Juncker a la cabeza, reaccionaron con estupor. Era un golpe de órdago a los burócratas europeos tan rechazados en parte de la sociedad británica, ávida en volver a su vieja splendid isolation.
La ultraderecha europea de los años 90
Sin embargo, esta corriente crítica con el poder establecido puede rastrearse incluso más atrás, a finales de los años 90. En esa época, varios movimientos de ultraderecha comenzaron a ganar fuerza electoral y presencia en los medios europeos. Su mensaje, siempre muy similar y opuesto al de la izquierda, se caracterizaba por el rechazo a la inmigración y la islamofobia. En Holanda, el país de la tolerancia, se encarnó en la figura del sociólogo y profesor Pym Fortuyn. Su partido, el LPF (Lista Pym Fortuyn), alcanzó tal notoriedad, que era uno de los grandes favoritos en las elecciones presidenciales de 2002. Sin embargo, nueve días antes de los comicios, fue asesinado por un defensor de los derechos de los animales cuando asistía a un debate radiofónico con otros candidatos. Geert Wilders es ahora su sucesor espiritual enarbolando la bandera de la xenofobia en los Países Bajos.
Poco después, en Austria, otro personaje similar saltó a primera plana. Se llamaba Georg Haider. Hijo de un afiliado al partido nazi, dejó una frase que resumía muy bien su ideario respecto al stablishment: No estoy ni a la izquierda ni a la derecha. Estoy por delante. Líder del FPÖ primero y de una escisión de este después, llegó a ser gobernador de Carintia, donde quiso acabar con el bilingüismo presente por la presencia de una importante población eslovena. Su final también fue trágico: se estrelló con su coche tras una fiesta de su partido. Dio positivo en el control de alcoholemia.
Pero quizás se Francia el país que más de cerca ha sentido la fuerza de estos movimientos. El Frente Nacional han ido incrementando su poder electoral hasta convertirse en una seria amenaza para los partidos tradicionales. De hecho, en 2002, Jean Marie Le Pen llegó a la segunda vuelta de las presidenciales que finalmente perdería ante Jacques Chirac tras superar al socialista Lionel Jospin. Tras ser expulsado del partido, es su hija quien encabeza ahora la formación. Precisamente esta ha sido una de las primeras en felicitar a Donald Trump por su triunfo. También lo ha hecho Farage, que ha estado presente en la campaña. Parece que 2016 va a ser el año de dos grandes revoluciones políticas. Será más importante que el Brexit, ha escrito en su cuenta de Twitter. Las consecuencias han comenzado a dejarse sentir: la página de inmigración de Canadá se ha colapsado y ya hay quien postula a Michelle Obama para las elecciones de 2020.
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