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Cámara de la muerte de la prisión de Huntsville, en Texas.
Las chapuzas de la pena de muerte en Estados Unidos

Las chapuzas de la pena de muerte en Estados Unidos

Clayton Lockett fallecía de un infarto 43 minutos después de que le explotasen las venas tras fallar la inyección letal. Una sucesión de errores en las ejecuciones han reabierto el debate. ¿Sufren los condenados? ¿Deben hacerlo?

Miriam Cos

Viernes, 2 de mayo 2014, 11:22

Que Clayton Lockett no era un santo estaba claro. Asesino de una joven de 19 años, Stephanie Neiman, a la que pegó dos tiros delante de sus amigos tras obligarles a enterrarla aún viva en un paraje de la Oklahoma rural, llevaba varios años esperando ... su fatídico destino, la pena de muerte, a la que fue condenado por un jurado popular. Este martes su sentencia se cumplía en la prisión de McAlester con 43 minutos más de agonía de lo que está indicado en estos casos. La inyección letal falló, provocó que se le explotasen las venas y le hizo sufrir un proceso de muerte lento y doloroso que finalizó con un ataque cardíaco. Al final le mató un infarto, no la dosis letal de veneno que le había sido administrada. Casi tres cuartos de hora de aspavientos, estertores y dolores en los que incluso se llegó a abortar la ejecución pese a que ya se había llevado a cabo. El debate sobre la pena de muerte en Estados Unidos se reabre. Sobre la licitud de una condena inhumana y sin marcha atrás posible, aunque se demuestre con el paso del tiempo que el acusado era en realidad inocente, y también sobre la forma de aplicarla. Las chapuzas se han sucedido en el pasado reciente.

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