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Gabriel Cuesta
Martes, 9 de agosto 2016, 10:57
14 de agosto de 1945. El emperador Hirohito (1901-1989) sale por primera vez a hablar ante su pueblo para anunciar la rendición incondicional de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Una imagen nunca antes vista en el país nipón. Con una política expansionista con ... la que intentaba hacerse con las colonias del sureste asiático regentadas por Estados Unidos, Francia y Países Bajos; la decisión de atacar la base estadounidense de Pearl Harbour (7 de diciembre de 1941) fue el detonante del mayor conflicto bélico internacional de la historia. Estados Unidos declara la guerra a Japón, e inmediatamente Alemania sale a su defensa haciendo lo propio contra los norteamericanos. Los germanos esperaban con esto que Japón les apoyara en un futuro contra la URSS, algo que nunca sucedió.
Cuatro años después, los bombardeos atómicos de los aliados sobre Hiroshima y Nagasaki fue el final de la guerra. Los aliados habían vencido. Las dos tragedias que dejarían más de 200.000 fallecidos fueron un punto de inflexión para Japón. Es entonces cuando se solicitó el enjuiciamiento del emperador Hirohito como criminal de guerra. Fue Douglas MacArthur, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el Frente del Pacífico del Sur, el que consiguió que conservara su cargo de emperador y que fuera absuelto. Su argumento era que, conservarlo en el trono, suponía un símbolo de continuidad y cohesión para el pueblo japonés. También facilitaría la ocupación norteamericana. Postura criticada por los historiadores ya que esto supuso exonerar de toda la investigación criminal al resto de la familia imperial implicados.
El emperador que perdió su divinidad
El 26 de noviembre de 1945, MacArthur confirmó al Almirante Mitsumasa Yonai que la abdicación del emperador no sería necesaria. A partir de ahí, comenzó la ocupación de las fuerzas armadas estadounidenses para hacer de Japón un estado democrático. Tan solo dos meses después, el uno de enero de 1946, Hirohito negaría públicamente su divinidad. Sería el primer paso para que, en 1947, se aprobara la Constitución y Japón pasaría a ser una monarquía constitucional.
Durante el último periodo de su mandato, Japón se convirtió en uno de los países más desarrollados del mundo gracias a una potentísima industria y su alta capacidad de investigación. Hijo primogénito del emperador Yoshihito, le sucedió en 1926 tras recibir una educación nacionalista y tradicional bajo tutela militar. Hirohito dejó el trono a su hijo Akihiito por motivos de salud en 1987, falleciendo finalmente el 7 de enero de 1989.
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