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ÓSCAR B. DE OTÁLORA
Domingo, 27 de noviembre 2016, 01:58
El castrismo ha tenido una especial relación con Euskadi, nacida de una peculiar guerra fría con España. En los años 70 la isla sirvió de refugio a etarras, una política que continuaría en los 80, esta vez con el paraguas de Felipe González. A partir de los 90, la relación se amplió. El régimen de Castro tendió puentes hacia el PNV como forma de desairar a José María Aznar, que impulsaba en la UE unas duras medidas contra Cuba. En ese contexto, el fallecido comandante llegó a recibir a líderes jeltzales y a lehendakaris.
Cuba había sido desde finales del siglo XIX y principios del XX una tierra de promisión para los vascos. Una importante cantidad de familias procedentes de Euskadi llegaron a formar parte de la élite multimillonaria cubana, por lo que no es de extrañar que en 1959, cuando Fidel y sus barbudos tomaron La Habana, los vascos fueran los primeros en huir. En ese momento, además, el Gobierno vasco en el exilio, para ganarse el beneplácito de Estados Unidos tras la derrota en la Guerra Civil, permitía que sus exiliados colaborasen en la lucha anticomunista en Sudamérica. Galíndez, el miembro del PNV que espiaba para los estadounidenses y fue asesinado por Trujillo en 1956, ya había alertado de los planes de Fidel Castro.
En ese contexto, la colonia vasca pasó a militar en el anticomunismo más visceral. Por ejemplo, la familia Castaño Capetillo, procedente de Sopuerta (Bizkaia) había llegado a ser la más rica de la isla y sus descendientes, desde Miami, encabezaron las demandas sobre bienes incautados en Cuba.
En los años 70, la relación Euskadi-castrismo tomó un nuevo rumbo, esta vez, por ETA y los lazos de complicidad entre movimientos de izquierda, fomentados durante la Guerra Fría por la Unión Soviética. El primer etarra llegó a la isla en 1970. Fue Mikel Etxeberria, 'Mecagüen', quien tras ser herido en Euskadi, huyó a París y desde allí a Cuba vía la Yugoslavia de Tito gracias a la mediación del Partido Comunista. Esta presencia, no obstante, sería anecdótica hasta los años 80, cuando en la isla se instaló una colonia etarra deportada desde Francia. El propio presidente Felipe González pactó con Fidel Castro el aterrizaje de una veintena de activistas. La política castrista hacia los etarras fue: «Haced lo que queráis, pero si os marcháis, no volvéis a entrar».
De forma paralela, la revolución sandinista en Nicaragua, que tomó el poder en 1979, ya tenía contactos con ETA, que había acudido al país centroamericano dentro de los movimientos de una internacionalización de la revolución impulsada desde La Habana. Tras la derrota del sandinismo en las urnas en 1990, terroristas vascos ocultos en Managua viajaron a Cuba. Una nueva generación de vascos, muy distinta de la que huyó en 1959, regresaba al país.
El autógrafo de Egibar
La victoria de Aznar en 1996 volvió a suponer un giro en las relaciones de Euskadi con el castrismo. El presidente español consiguió imponer en Europa la denominada Posición común, que impedía que los países europeos hicieran negocios en Cuba a menos que se registraran avances en derechos humanos. Este embargo europeo irritó a Fidel. Con la tesis de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos, la diplomacia cubana entabló relaciones con el PNV, que veía con buenos ojos su reconocimiento en el extranjero sin pasar por las embajadas españolas.
En 1997, el entonces lehendakari Ardanza se reunió con Fidel y un año después, el comandante recibió a una delegación jeltzale encabezada por Iñaki Anasagasti y Joseba Egibar quien pidió al comandante un autógrafo para su mujer. En ese momento, el pacto de Lizarra estaba a punto de firmarse. Las empresas vascas comenzaron a tener un trato de favor en la isla en 2014 el volumen de negocio d las firmas procedentes de Euskadi en Cuba supuso 130 millones de dólares. En 2002, el consejero Javier Madrazo, de IU, al poco de tomar posesión en el Gabinete Ibarretxe, viajó al país y aseguró que su sistema «era un modelo referencial para Euskadi». Ese mismo año, cuando el plan soberanista de Juan José Ibarretxe era ya un problema para Aznar, Fidel Castro le recibió con un trato de jefe de Estado.
La victoria de Rodríguez Zapatero y el giro radical en la política española hacia Cuba cambió el panorama. Ningún lehendakari volvería a ser recibido por Castro. Pero el comandante no se olvidó de Euskadi. En 2008, cuando el español Javier Solana, entonces ministro de exteriores de la UE, aseguró que Raúl sería mejor presidente que Fidel, éste respondió asegurando que Euskadi iba a acabar como Kosovo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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