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Fermín Apezteguia
Domingo, 24 de julio 2016, 03:04
Las mayores matanzas de la historia han tenido lugar en Europa, pero no ha sido éste el escenario tradicional de francotiradores y chalados armados con ganas de venganza. El Oeste es más americano. Quizás, por eso, sorprende más el descubrimiento de que tras la carnicería ... de Múnich no se oculta la mano sangrienta del yihadismo, sino la mente confusa de un chaval de 18 años de origen iraní. Su nombre es David Ali Sonboly, un tipo castigado por la depresión, que pudo haber tenido otros ídolos más propios de su edad, pero que para desgracia de Múnich se hizo fan de Anders Behring Breivik. Ese es el nombre de otro matón, un criminal de 32 años que hace justo cinco años (el viernes se cumplió el aniversario) provocó en Noruega una masacre que se saldó con 77 muertos y 96 heridos. Europa, como EE UU, tiene sus propios pistoleros.
La matanza de Oslo. El origen
Decenas de muertos y heridos y sin remordimiento
La Policía de Múnich llamó ayer la atención sobre la cantidad de información que acumulaba el asesino sobre la carnicería del país nórdico. Tampoco es casual, según los investigadores, la fecha elegida para la acción. El 22 de julio de 2011, Breivik reventó un potente coche-bomba en el distrito gubernamental de Oslo, destrozando varios edificios, entre ellos la oficina del primer ministro noruego de entonces, el laborista Jens Stoltenberg. Siete personas murieron en el ataque, que llevo a los servicios de Inteligencia locales a poner todos los focos de la investigación en la capital del país. Se equivocaron.
Lo peor estaba aún por llegar. La confusión dio tiempo al asesino para dirigirse a la isla de Utoya, a 40 kilómetros de Oslo, donde se celebraba un campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista. Las jornadas combinaban discusión política, deporte y actividades lúdicas; y habían logrado reunir a más de 500 asistentes con edades comprendidas entre los 15 y 22 años. Fue una auténtica masacre.
Provisto con un arma automática, un rifle y una pistola, el sujeto disparó contra todo lo que se le ponía por delante. Las crónicas de la época cuentan que el tipo llevaba tapones en los oídos para mitigar el ruido de los disparos y que cuando le detuvieron reconoció no albergar el más mínimo remordimiento. Admitió ser un islamófobo declarado, cristiano profundo y muy conservador. Y también el autor del genocidio.
El chico de Winnenden. Alemania
«Pura diversión. ¿Crees que encontraremos otra escuela»
No hace falta irse hasta el norte de Europa para encontrar asesinos masivos. Los ficheros de la Policía revelan que Alemania ya tiene sus propios antedecentes. Aunque quizás en España no se recuerde tanto, los germanos aún mantienen vivo el recuerdo de la masacre de Winnenden, ocurrida el 11 de marzo de 2009 en la escuela de secundaria Albertville, en el Estado de Baden-Wurtemberg. Como en Múnich, la protagonizó un chaval que era poco más que un adolescente, un chico de 17 años, Tim Kretschmer, que se apoderó de la pistola que guardaban sus padres en el dormitorio conyugal -una Beretta 92 semiautomática de nueve milímetros- y disparó contra las personas que tenía más cerca.
Mató a 15 ciudadanos, entre ellos nueve estudiantes de 15 a 17 años y tres profesoras en formación, que se encontraban en los pasillos y la sala de química donde se produjo la matanza. En su huida, asesinó luego a un jardinero de 57 y secuestró a un automovilista al que pidió que le condujera a la localidad de Werndlingen, situada a 40 kilómetros. El secuestrado logró huir, mientras el asesino entraba a un concesionario de coches y se llevaba la vida de un vendedor y un cliente. En medio de un tiroteo con la Policía, se pegó un disparo en la sien.
El automovilista que logró liberarse se llamaba Igor Wolf y durante el viaje tuvo ocasión de preguntar a su captor por qué hacía aquello. «Porque es divertido... Pura diversión ¿Crees que encontraremos otra escuela?», le contestó.
Instituto Columbine. El precedente
La venganza de las víctimas del abuso escolar
El, llamémosle, referente de todos estos crímenes se escribió en el año 1999 en el instituto Columbine de Littletown, en Colorado (EE UU). «¡Prepárense para el gran 20 de abril! Todos van a lamentar ese día», escribieron días antes dos jóvenes en la web de internet America on line. La fecha señalada era la elegida para vengarse de los abusones de la escuela, los populares, los más destacados, los que durante tanto tiempo se habían venido riendo de ellos.
Eric Harris (18 años) y Dylan Klebold (17) actuaron como auténticos psicópatas en una película de terror. «¿Quieres morir», preguntó el primero de ellos a una de sus víctimas antes de dispararle en la cabeza. Mataron a 13 personas y los dos chavales acabaron suicidándose. La Policía halló después 30 bombas en el interior del colegio. Michael Moore ganó un Oscar con el documental 'Bowling for Columbine', que narraba los hechos.
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