Una lacra para los musulmanes

Occidente no es el único objetivo. Lo demuestran los recientes ataques en Arabia Saudí, Bangladesh, Turquía e Irak

Ana Aizpiri

Domingo, 17 de julio 2016, 03:52

Han cundido entre nosotros percepciones erróneas sobre la naturaleza del yihadismo, el terrorismo internacional contemporáneo; una de ellas sostiene que los grupos yihadistas nacieron para atacar a Occidente y otra según la cual, dado que los yihadistas actúan en nombre del islam, los musulmanes, en ... general, estarían de acuerdo con las ideas y acciones de aquellos. La primera de las percepciones es netamente parcial, no considera la totalidad de las acciones de los yihadistas desde el nacimiento de las organizaciones que los amparan; y el segundo supuesto es una conjetura alejada de la realidad.

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La inmensísima mayoría de los musulmanes, sean del continente que sean, reprueban el terrorismo como instrumento de acción política, o como medio de presión para lograr cambios sociales. Es más, el hecho de que los grupos yihadistas actúen bajo el estandarte del islam repugna a los seguidores de la última gran religión monoteísta. Muchos musulmanes, al albur de los persistentes ataques yihadistas posteriores al 11-S, repiten que quienes cometen esos actos terroristas no son musulmanes. Incierto; lo son. Ocurría algo parejo en España con los militantes de ETA que practicaban el terrorismo en nombre de la la patria vasca y por su libertad, sostenían ellos. El lehendakari Ibarretxe, refiriéndose a aquellos, dijo varias veces que no eran vascos. Incierto también; el hecho de que los vascos no les hubiéramos otorgado poder de representación alguno no implica que los etarras no fuesen vascos. Lo mismo ocurre entre los musulmanes y los yihadistas en cuanto a representación o falta de la misma se refiere.

En los orígenes del yihadismo, grupos como la Gamaat Al-Yihad (Agrupación de la Yihad) egipcia -dirigida durante décadas por Aiman Al-Zawahiri- perseguían dos objetivos prioritarios: el primero reislamizar a la población, es decir, hacerla más religiosa, más practicante; y segundo, tratar de subvertir el sistema, derribando el Gobierno al que consideraban alejado por completo de la 'sharia', o legislación islámica. Entre la militancia de la yihad egipcia había oficiales del ejército, que en 1974 intentaron un golpe pero fue desbaratado. Nunca lograron ese objetivo, aunque en 1981 golpearon en lo más alto al matar al presidente Anuar El Sadat mientras presenciaba un desfile militar.

Aiman Al Zawahiri se uniría después al primer dirigente yihadista global de la historia, Osama bin Laden. Las tecnologías de la comunicación por satélite modificaron e hicieron mas sofisticadas las estrategias de los yihadistas y su ámbito de actuación se globalizó. Nacía el yihadismo internacional. Al-Qaida, 'la Base', la multinacional yihadista, ha atacado desde portaviones en el golfo Arábigo a finales del siglo XX, pasando por el World Trade Center de Nueva York, una discoteca abarrotada por jóvenes cosmopolitas en Bali, las calles de nuestras ciudades occidentales y se ha convertido en una franquicia ideológica virtual que ha suscitado la aquiescencia de numerosos grupos regionales en África y Oriente Medio. Osama Bin Laden fue cazado por los comandos especiales del ejército de EE UU en una casona de Abotabad, en Pakistán, pero la ideología yihadista que difundió a través de cientos de mensajes audiovisuales, replicados luego hasta la saciedad por canales de televisión por satélite y por internet, se hizo global, accesible desde cualquier ordenador o teléfono conectado a la red.

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El último en llegar al mercado del yihadismo global, el Estado Islámico de Irak y Siria, ha llevado hasta el extremo la publicitación de su ideología. Graba sus acciones siempre que puede, las edita en vídeos montados a la 'hollywoodiense' y las difunde por la aldea virtual para reclutar y seducir a todo aquel que busque violencia, martirio y fama.

El mundo está sumido en una guerra contra el terrorismo (se sobreentiende, el terrorismo yihadista) en la que los musulmanes son las víctimas más numerosas de esa su lacra. El yihadismo que ataca centros de reunión social, como aeropuertos, hoteles, cafés, etc., desde Daca hasta París, pasando por Mumbai, Bagdad, Mogadiscio o Estambul. Como botón de muestra de que los occidentales no somos el objetivo exclusivo del terrorismo yihadista, los ataques recientes en las ciudades de Al-Qatif, Medina y Yeda, en Arabia Saudí; en el aeropuerto Atatürk de Estambul o en Bagdad, la capital iraquí, donde la cifra de víctimas mortales de la última salvajada del Estado Islámico rebasa las doscientas cincuenta.

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Las diferentes tesis sobre las causas del yihadismo coinciden en la importancia de factores como el predominio de gobiernos autoritarios en los países árabes y/o islámicos, y la falta de justicia social.

El factor religioso reposa en la existencia de pensadores del islam cuyas escritos pueden interpretarse como incitadores de la yihad, la guerra, y así lo hacen los líderes de las organizaciones yihadistas que se inspiran en ellos. Pero la inmensísima mayoría de los creyentes musulmanes viven su fe de manera pacífica y positiva. Mientras también temen los embates del yihadismo.

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