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Dos meses abierta. El hospital de Galdakao acoge la nueva unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria en Bizkaia. Mireya López

«Ingresé con 34 kilos y en Galdakao me han salvado la vida»

Casos graves ·

La nueva unidad de Trastorno de la Conducta Alimentaria de Osakidetza en Bizkaia recibe cada semana dos solicitudes de ingreso

Domingo, 26 de mayo 2024, 01:26

Sufro anorexia nerviosa. Mi enfermedad pasó de ser crónica a mortal. Cuando ingresé pesaba 34 kilos. La vida se me iba. No podía casi ni levantarme de la cama ni caminar. Si hubiesen pasado unos días más sin que me hospitalizasen posiblemente ahora no estaríamos ... hablando porque estaría muerta. En el hospital de Galdakao me salvaron». La que habla con esta crudeza es Iratxe Fernández, una superviviente. Ella es una de las pacientes con las que se abrió hace poco más de dos meses la nueva unidad específica para tratar los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) creada por Osakidetza en este centro sanitario. Allí llegó con los órganos tan castigados que le fallaban algunas funciones vitales. Sufría problemas de estómago, de intestino, de corazón, de riñón, no le coagulaba bien la sangre… Su enfermedad mental le había destrozado el cuerpo. Casi se la lleva por delante.

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11 profesionales

trabajan en la unidad (3 psiquiatras, 4 enfermeras y 4 auxiliares) y hay previsto incorporar un psicólogo.

18 plazas

dispone la unidad. De ellas 6 son camas para ingresos y las otras 12 corresponden al hospital de día.

30% han aumentado

los casos de trastorno de la conducta alimentaria desde la irrupción de la pandemia.

En Galdakao pasó ingresada 57 días. Una estancia prolongada que le sirvió para estabilizarse a nivel físico -le pusieron bolsas de suero, de hierro, de potasio...- y para dotarla de una serie de herramientas con la que hacer frente a su trastorno. «Esta enfermedad es una hija de puta. A veces no te deja ver que te está dominando y no eres consciente de que se ha apoderado de ti», cuenta. En esta unidad les inculcan a las pacientes una serie de conductas y rutinas que les ayudan a recuperar el control sobre sí mismas. Lo hacen por medio una atención integral en la que están acompañadas en todo momento por un equipo de sanitarios integrado por once personas. Su trabajo es constante. Sin prisa, pero sin pausa.

«Lo importante, más que que comamos, que lógicamente lo es, es que generemos unos hábitos», explica Iratxe. Rutinas que van desde el aseo y cuidado personal, a realizar varias ingestas al día o reposar después de cada una de ellas. Costumbres que les ayudan a normalizar su día a día. De forma paralela los especialistas realizan con ellas terapias individualizadas y talleres terapéuticos, además de supervisar su estado de salud con controles y analíticas rutinarias de forma coordinada con los servicios de Endocrinología y Digestivo del hospital. También con el área de Cocina para fijar el menú y las cantidades de cada paciente en cada momento.

Trabajan mucho la motivación de la paciente y les enseñan conceptos sobre nutrición, autocuidados o prevención de recaídas

«La estancia es voluntaria, pero es muy dura. Hay que luchar mucho porque la enfermedad te incita a marcharte. No es sencillo. Yo lloré muchísimo. Pero el personal te ayuda a quedarte. Están siempre allí para asistirnos. Nos motivan y nos entienden», resalta. Y es que otro de los problemas de estas patologías es la incomprensión de la gente. «Nosotras no elegimos no poder comer igual que otras personas no eligen tener cáncer. Es una distorsión de nuestra mente», explica. Una alteración que se manifiesta en una delgadez extrema y que en muchas ocasiones llevan aparejado el sentimiento de culpa de la persona que la padece y otros trastornos como la depresión.

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Iratxe ha recibido el alta hospitalaria hace unos días. Está de vuelta en su domicilio, aunque sigue bajo supervisión psiquiátrica y con la posibilidad de ponerse en contacto con los especialistas de esta nueva unidad de TCA en caso de que lo necesite. Ella, que a sus 45 años no es ninguna niña, no tiene reparos en reconocer que está «muerta de miedo» ante esta nueva etapa, pero también confiada porque tiene la seguridad de que «ahora sé que tengo unas muletas en las que apoyarme, no estoy sola».

La de Galdakao es una de las dos primeras unidades específicas -la otra está en Vitoria- que ha abierto Osakidetza para tratar casos agudos de estos trastornos. Cuenta con seis camas para los ingresos hospitalarios, además de un servicio llamado hospital de día con otras doce plazas al que acuden las pacientes bajo seguimiento pero que duermen en su domicilio. Todas son vizcaínas y mayores de edad. Las menores son hospitalizadas en Basurto. Los ingresos son programados tras una petición previa realizada desde los diferentes servicios de psiquiatría de los hospitales o de la Red de Salud Mental. Cada semana reciben dos nuevas solicitudes de hospitalización. Parte de ellas son chicas que reciben tratamiento desde hace tiempo pero no consiguen mejorar. Algunas incluso han estado ingresadas previamente en unidades de psiquiatría general. Aquí llegan casos muy graves. Una vez dentro queda mucho trabajo por delante.

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«Son estancias largas, de varias semanas, y es normal que se les haga duro. Trabajamos con ellas para que acepten que el cuerpo con el que llegan el día que entran en la unidad no es el que necesitan para vivir», explica Beatriz del Pozo, enfermera de este equipo. Hay chicas que llevan ingresadas 60 días, prácticamente desde que abrió sus puertas la unidad. Otras dos han logrado mejorar hasta el punto de recibir el alta hospitalaria. Están de regreso en sus casas con seguimiento ambulatorio por parte de la Red de Salud Mental. También ha habido algunos casos, los menos, de chicas que se han marchado. Este es un servicio de ingreso y estancia voluntaria. Si una persona no quiere estar allí no se la retiene.

Las pacientes ingresadas tienen entre 18 y 44 años, «las mayores aconsejan a las pequeñas y estas les dan ánimos»

Entrevista previa

Esto es algo que les dejan claro desde un inicio. «Les realizamos una entrevista previa para ver qué es lo que buscan con el ingreso. Pactamos con ellas diferentes objetivos, no solo de peso. Trabajamos mucho la motivación, lograr un ambiente amable, flexible y adaptarnos a las peticiones de las pacientes. Esta es una unidad joven y estamos abiertos a incorporar cambios para que la atención sea cada vez mejor», explica Leire Erkoreka, jefa del servicio de Psiquiatría de Galdakao. Un ejemplo de esta flexibilidad es que las internas pueden vetar tres alimentos que no quieran en su menú. «Si por ejemplo no le gusta la piña o la merluza no le obligamos a que se las coma. Buscamos otras alternativas dentro de esos grupos de alimentos», detalla la psiquiatra Edurne Losa. Cada día las internas realizan entre 4 y 6 ingestas gracias a las cuales se lleva a cabo una renutrición progresiva.

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La edad de las personas ingresadas es variado. Van de los 18 a los 44 años y acumulan más de un lustro enfermas. Todas comparten el mismo objetivo. Es por ello que las especialistas destacan la importancia terapéutica del grupo. «Ves como las mayores cuidan de las más pequeñas y les dan consejos, mientras que a la inversa como las jóvenes animan a las veteranas», añade Losa.

Con todas ellas trabajan diferentes aspectos a través de grupos educativos. Les enseñan conceptos sobre nutrición, imagen saludable, autocuidados o prevención de recaídas para que tengan herramientas de las que puedan echar mano tanto durante su proceso de recuperación como una vez abandonen la unidad y retomen su vida ordinaria. Itxaso hace ya uso de ellas. «Casi me muero y ni siquiera entonces me veía bien. Ahora, después del ingreso, no te voy a engañar, tampoco me veo perfecta. Pero estoy viva y con ganas de salir adelante, que es lo verdaderamente importante».

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