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La subida en los precios de la cesta de la compra se nota en productos tan básicos como el pan. Si hasta hace poco se ... podía comprar una barra con una moneda de un euro en una pequeña panadería de barrio, ahora es casi imposible. Al repunte incesante de la factura de la electricidad, hay que tener en cuenta que el pan se elabora en negocios donde los hornos y las cámaras funcionan muchas horas al día, se suma la imparable subida del precio del trigo (a 202 euros la tonelada hace dos años y a 422 este), con la consecuente repercusión en los importes de las harinas, ingrediente indispensable para el pan.
Todo esto y más está detrás del incremento de entre un 10 y un 17% en el precio de la barra, la unidad básica de referencia, según los profesionales del gremio consultados por EL CORREO. Hasta el comercio en el que era más barato comprar pan ha disparado el precio porque como el resto vive «asfixiado por los costes». Hay inquietud en el sector. «Cada vez que hago un pedido de harina sale más caro que el anterior», señala Juanma Oribe, con las panaderías Berteiz eta Mendiondo en Gernika y en Mungia y ganador de la Miga de Oro de Euskadi. «Al harinero le da vergüenza entrar. La última vez de un viernes a un lunes, o sea, un fin de semana, el precio de la harina era de 80 euros más», explica.
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En las últimas semanas esta materia prima ha subido más de un 15%, pero si la comparativa de precio se retrotrae hasta enero de 2021 entonces el incremento se dispara hasta el 40 o el 50%. «Es diez veces peor el aumento de la electricidad que el de la harina», exclama visiblemente contrariado Oribe. Y enseña facturas: en septiembre pagó 4.500 euros en electricidad y 13.000 en marzo, «que no es ni con mucho lo que gano en un mes bueno, imagínese. Y de eso no se puede culpar a la guerra, porque el aumento viene de antes», reprocha. «Muchas panaderías irán al traste», augura. Usubiaga, Labakoa... ya han apagado sus hornos definitivamente este año.
Como la de Juanma Oribe, hay tahonas que se han visto abocadas a subir el precio dos veces desde noviembre pasado y se lo plantean también para julio para no trabajar «a pérdidas» y evitar echar la persiana. Es inédito, hablamos de incrementos prácticamente consecutivos de entre diez y hasta cuarenta céntimos en siete meses. 1,20, 1,25, 1,45 euros. Algunos despachos como Labeko, en Bilbao, a cuyo frente se encuentra Sergio Álvarez, incluso han paralizado por momentos la producción de magdalenas o han optado por aumentar un euro el precio del kilo a causa de otros factores añadidos como el coste cada vez más elevado del aceite de girasol, que ha crecido desde los 0,98 euros a los 3,50 euros de la actualidad.
«Desde 2013 no movíamos los precios, y hemos esperado bastante a hacerlo, pero ya no podíamos más y hace un mes lo subimos un 15%», observa Álvarez, químico de formación que acabó con las manos en la masa. «Es que es todo, ha crecido el precio de los combustibles, el del papel, el del cartón y el de las bolsas de plástico, todo», puntualiza.
Con este panorama se trabaja «perdiendo dinero», analiza Pilar Sola, presidenta de la Asociación Escuela de Panaderos de Bizkaia y voz de la Federación vasca de Panaderías. Más si cabe cuando se acerca el verano, temporada en la que suelen vender menos, y cuando además las panaderías tradicionales viven una pugna constante con las grandes superficies y con las franquicias que venden pan congelado muy económico como gancho para atraer clientela. Tampoco estas últimas se libran de la subida del pan. En Bertiz, establecimiento que pertenece al grupo inversor Monbake, en diciembre subió 10 céntimos la barra de pan básica y este primero de mes otra vez, lo mismo. «Algunos clientes protestan; en cambio, otros muestran comprensión, hay de todo», señalan en una de las tiendas de la franquicia en Bilbao.
«Necesitaríamos subir otro 17 o 20% para poder mantenernos bien. Pero claro, eso significa vender menos. No nos gusta, porque los sueldos no suben y todo el mundo va justo. La gente está mirando todo lo que compra mucho,», argumenta Ricardo Morales, encargado de la panadería Ogien Artean de Durango, distinguida como una de las 80 mejores de España. «Lo nuestro es un sinvivir, si aguantamos con el precio, mal por nosotros porque no nos llega. Y si subimos, mal por el consumidor porque no quiere», se preocupa Morales. «Pero no hay otra solución».
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