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Si hubiese que apostar, la postura más conservadora y sensata sería pronosticar que no va a haber ninguna revolución en la plaza Euskadi. Que, básicamente, se va a quedar como está ahora o de un modo muy parecido. Esta estabilidad, esta continuidad de las cosas, ... no tendría categoría de noticia de no ser porque había unos planes muy ambiciosos para este espacio público tan céntrico de Bilbao. De hecho, suponían un cambio radical en la movilidad de la ciudad.
Fue a finales de 2019 cuando el Ayuntamiento anunció que la plaza Euskadi iba a cambiar radicalmente. El artífice de la transformación era el arquitecto Norman Foster, autor de la prometedora ampliación del museo de Bellas Artes: en su proyecto no sólo se ocupaba del edificio, sino también del entorno. Y su propuesta incluía la supresión de la gran rotonda que distribuye los flujos de tráfico procedentes del puente de Deusto, de Elcano y de Mazarredo. En concreto, de lo que se trataba era de ampliar la gran extensión verde de Doña Casilda, que ocuparía la parte sur de la glorieta (frente al edificio Artklass y el propio museo) y se uniría con la plaza que está dentro de la propia rotonda, generando así una continuidad peatonal y estancial muy refrescante.
¿Y qué pasaba con el tráfico? El Ayuntamiento llevó a cabo estudios de movilidad y concluyó que la circulación podría discurrir sin problemas por la 'herradura' que se mantendría en servicio, ese apéndice vestigial de la vieja glorieta reducida a curva pronunciada. Es más, la tesis municipal apuntaba a que incluso se ganaría en fluidez. Eso sí, habría que ensanchar la calzada, pasar de tres a cinco carriles. Incluso se hicieron simulaciones hipnóticas de vehículos circulando por el espacio virtualmente renovado.
El plan enfadó mucho a los vecinos porque implicaba talar medio centenar de robles para dejar espacio al asfalto y, lo que peor les parecía, suponía concentrar todo el tráfico (muchos autobuses) por ese lado de la infraestructura de tal modo que se incrementaría el ruido y, consecuentemente, mermaría su calidad de vida.
Pese a todo, el Ayuntamiento insistía en la viabilidad del proyecto. De hecho, justificó la postergación de ciertas obras en zonas próximas por la conveniencia de analizar los flujos circulatorios en la plaza Euskadi tras la ampliación del Bellas Artes.
Ya se sabe que las obras del museo sufrieron ciertos retrasos y arrancaron, finalmente, en noviembre de 2022. ¿Y cuándo va a actuarse en el entorno, cuándo se abordará la extensión del parque de Doña Casilda para engullir la plaza que hay dentro de la rotonda? No se va a hacer. Fuentes del Bellas Artes explican que el proyecto de Norman Foster que se está ejecutando no contempla la actuación en la rotonda, que debería ser ejecutada por el Ayuntamiento.
Y el Ayuntamiento, por su parte, sigue sin tenerlo claro. Más de cuatro años después de la presentación de la reforma de la plaza Euskadi, y más de un año después del inicio de las obras en el museo, desde el equipo de gobierno municipal admiten que esta, la reurbanización de la glorieta, es una actuación de su directa competencia y «no está dentro del proyecto de ampliación». Se trata de «un extra que planteó Foster y que depende del Ayuntamiento hacerlo o no». Los mismos medios, en una respuesta por escrito a preguntas de este periódico, explican que «aunque los estudios de tráfico digan que puede funcionar sin rotonda, esa intervención tiene muchas afecciones». Cabe suponer que se refieren a las denunciadas por los vecinos, lo de los ruidos y los árboles.
Así que «nos comprometimos con los vecinos a que, si se planteara una intervención, hablaríamos con ellos sobre el posible proyecto». Lo impreciso del planteamiento y la utilización de los condicionales hacen inferir que estamos ante un escenario bastante remoto. El propio equipo de gobierno asume que «el Ayuntamiento no ha decidido aún si hacer una intervención en plaza Euskadi y, en caso de hacerla, qué tipo de intervención hacer».
Semejante nivel de indefinición a estas alturas puede evidenciar dos cosas: que durante los últimos años no se ha pensado mucho en el asunto; o que hay cierta resistencia a dar por enterrado oficialmente el proyecto de Norman Foster, lanzando la pelota al futuro y confiando en que el olvido la acabe sepultando.
circulan por la rotonda de la plaza Euskadi en la hora de más intensidad por la mañana. A lo largo de todo el día se superan los 20.000.
En esta rotonda confluyen los tráficos del puente de Deusto (con casi 17.000 vehículos al día) con los que entran desde Mazarredo y Elcano.
es el presupuesto para la ampliación del Bellas Artes, que aportan a partes iguales el Gobierno vasco, la Diputación y el Ayuntamiento. El proyecto no contempla la actuación en la plaza Euskadi propuesta por Norman Foster. El gobierno municipal duda ahora de su conveniencia y dice que no ha decidido si acometerla o no.
Diversas fuentes muy próximas al proceso consultadas por este periódico apuestan por esto último. De hecho, aseguran que hace ya tiempo que se habría tomado la decisión de dejar la rotonda tal y como está tanto para evitar conflictos con los vecinos como para conjurar riesgos en materia de movilidad.
Otra circunstancia que da ciertas pistas sobre lo que cabe esperar del futuro es el modo en el que se ha proyectado la reforma de la plaza del Museo; es la que está justo delante de la puerta principal del Bellas Artes. Este fragmento escueto del espacio público sí está incluido dentro de las obras de ampliación que se están ejecutando. La cuestión es que el diseño elegido da continuidad al actual estado de las cosas, se adapta a lo que hay ahora. Es decir, en caso de que finalmente se optase por recuperar la pretensión de Foster y se retirase el tráfico de la rotonda, reurbanizándola, también habría que actuar, o reactuar, sobre lo ahora dibujado, cosa que denotaría cierto déficit de planificación.
Sea como fuere, en el Ayuntamiento aseguran que «no hay ninguna decisión tomada todavía». Es decir, ni si se va a hacer algo, ni «qué tipo de intervención hacer» en caso de que se opte por algún cambio. Para entender este último matiz es bueno recordar que siempre hay soluciones intermedias entre una calle con tráfico sin límites, como ahora, y una peatonalización total como la propuesta por Foster. Sólo hay que mirar al tramo de Gran Vía que está abierto al transporte público y cerrado al privado como ejemplo de pacificación de un entorno sin necesidad de penalizar a los autobuses ni desviarlos.
Al margen de suposiciones y apuestas de futuro más o menos arriesgadas, el mantenimiento de la rotonda en la plaza Euskadi supondrá una decepción y un alivio a partes iguales, porque los planes de Foster tenían detractores furibundos y seguidores entregados también a partes iguales.
Desde el mismo mundo de la Arquitectura había quienes consideraban que transformar la glorieta en una herradura era una barbaridad, un horror antinatural y un modo de desafiar a la lógica y al urbanismo al mismo tiempo. Del otro bando, quienes apreciaban las bondades de la retirada del tráfico incidían en las muchas ventajas que tiene recuperar espacios para el peatón en un entorno que operaría de un modo más efectivo como corredor verde que uniese los dos grandes museos de Bilbao, el de Bellas Artes y el Guggenheim.
De momento, los primeros van ganando, igual que los vecinos de los cotizados inmuebles próximos. Mientras, las obras de ampliación del museo avanzan y la última fase, ya en el arranque del próximo año, será la reurbanización de la plaza frente a la entrada. Cabe esperar que la decisión municipal sobre la rotonda llegue antes de ese momento cualquiera que sea su sentido: bien para mantener el diseño actual del proyecto o bien para adaptarlo a una eventual y remota peatonalización del entorno.
La idea de extender el parque de Doña Casilda a la rotonda tenía un efecto colateral provechoso: salir al rescate de la plaza Euskadi. Este espacio diseñado por la prestigiosa paisajista ya fallecida Diana Balmori se estrenó en 2011 tras un proceso algo accidentado que modificó su diseño inicial. En cualquier caso, se trata de un rincón que los urbanistas consideran fallido porque no ha logrado consolidarse como zona estancial, como lugar de encuentro. Si acaso, es modesta zona de paso. Esa condición previsiblemente quedaría superada si dejase de estar circundada por el asfalto y, de algún modo, pasase a formar parte del área de influencia del museo y su plaza. Los aspectos de la reforma iban a ser pactados por los equipos de Diana Balmori y de Norman Foster.
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