El hombre que se tomó la jubilación como un trabajo y ayuda a los jóvenes a crear empresas
Los Formidables de Bizkaia ·
El bilbaíno José Carlos Perinat Mazeres lleva 86 años en activo aunque se retiró a los 65 de su puesto de ingeniero consultor. «El mundo de las ideas es fantástico. En Microsoft y en Google hay dos mil ingenieros dándole vueltas a la cabeza. En Secot somos 40»
Cuando José Carlos Perinat Mazeres tenía siete años, a su padre, que trabajaba en un banco en Madrid, le ofrecieron un traslado a Bilbao o a Sevilla. «Eligió Bilbao. Fíjese, lo mismo que desde ese momento yo me convertí en bilbaíno y acabé casándome con una bilbaína, podría haber sido sevillano y haberme casado con una sevillana. Eso son lo que se llaman decisiones estratégicas. Determinaciones que, cuando las tomas, a partir de ese momento cambia tu vida». De aquello hace la friolera de 81 años y este hombre aprovecha la oportunidad que le brinda EL CORREO para desgranar sus recuerdos de una época en la que no había ni móviles ni redes sociales, «en la que los chavales en Bilbao jugábamos en la calle al fútbol de acera a acera con una piedra porque pasaba un tranvía cada dos horas y un coche cada tres, volvíamos andando del colegio y daban la luz en las casas a las ocho de la tarde«. «Tampoco había trenes ni autobuses que llegaran a todas partes. Yo trabajé hasta los 65 años como consultor para empresas que estaban ubicadas en todos los puntos de España, además de por Francia, Alemania, Italia, Rumanía. Cada tres años cambiaba de coche, porque hacía 250.000 o 300.000 kilómetros». Todavía conduce, revela. «Aunque a las personas de mi edad nos ponen muchas pegas. No podemos ir a más de cien. Pero a mí me da más miedo una persona de 18 años que estrena coche que un mayor de 80 en la carretera«.
Perinat Mazeres lleva dieciocho años vinculado a la delegación de Secot en Bilbao, una asociación sin ánimo de lucro apolítica, independiente y no confesional, declarada de utilidad pública en 1995. Sus voluntarios, como lo es él, son los 'seniors', profesionales experimentados, directivos y empresarios que, habiendo finalizado su actividad laboral o que encontrándose en activo desean, con espíritu altruista, ofrecer su experiencia y conocimientos en gestión empresarial o académica a quienes lo necesitan. Recordemos. Ser trabajador 'junior' o 'senior' es la clasificación anglosajona del grado de maestría. De los 'senior' se dice que son empleados que responden a la presión con solvencia y son capaces de anticipar problemas y sus consecuencias y ponerle remedio a tiempo. En Secot asesoran de forma confidencial analizando, ofreciendo su diagnóstico y proponiendo acciones para el desarrollo empresarial. «Por una parte, personas jubiladas como yo tenemos la oportunidad de ofrecer nuestra experiencia y conocimientos en gestión empresarial. Y por otra, contribuimos a fomentar la creación y el mantenimiento de puestos de trabajo», aclara este hombre aficionado al arte románico al que nunca se le pasó por la cabeza que su jubilación iba ir aparejada de este nuevo reto. Para él la edad es solo un número, una cifra. «Una persona no puede retirar su experiencia. Debe usarla. De eso me convenció el que fuera mi buen amigo Fernando Capelastegui, exconsejero de Altos Hornos fallecido el año pasado, que estudió conmigo la carrera de ingeniero (promoción 104 de la Escuela de Ingeniería Técnica de Bilbao, todo hombres, la 105 ya tenía una mujer), y que me condujo hasta Secot un buen día del año 2001«.
José Carlos sabe bien, como decía uno de los principales representantes del estoicismo, el filósofo y orador romano Séneca, que cuando no sabemos a qué puerto nos dirigimos, todos los vientos son desfavorables. Es algo que suscribe este octogenario. «Hay gente que quiere montar una empresa pero no sabe por dónde empezar, las cosas como son. De marketing, de mercado, del producto… A la hora de salir a vender, no solo tienes que tener en cuenta aspectos financieros o de grado de desarrollo de producto, sino también conocer cuál es tu ventana de oportunidad. Yo sé algo de eso, de tantos años trabajando y con mi formación de ingeniero y economista, algo se me habrá quedado por muy mayor que yo sea». «Recuerdo una mujer uruguaya que acudió a Secot porque quería poner una tienda de electrodomésticos de segunda mano. Ella sabía que las empresas que fabrican electrodomésticos retiran de la línea de producción los que tienen alguna tara, como un golpe. El negocio que quería consistía en comprar esos aparatos y venderlos, abrir una tienda en un lugar donde pudiera haber mercado. Le ayudé a poner el negocio en Trapagaran. Salió adelante. Conseguimos un préstamo, también hay que saber vender la idea al prestamista». Perinat, que se mantiene muy informado y al día de cada novedad tecnológica, ha colaborado en la puesta en marcha de «muchas cafeterías, ya he perdido la cuenta« y un sinfín de negocios de muy diverso tipo. Desde tiendas de artículos para mascotas hasta aplicaciones de software diseñadas para ejecutarse en los smartphones (las apps), pasando por empresas de drones y peluquerías. «Una de ellas se ha acabado convirtiendo en mi peluquería de referencia. La lleva una chica que acudió a Secot recién divorciada y con dos hijos a su cargo, una odisea. Nos costó encontrar una ubicación adecuada para su negocio, discutimos mucho, pero hoy esta chica sigue a pie de cañón y yo voy allí a cortarme el pelo».
A la hora de explicarse, José Carlos no se repite, se centra en lo práctico y además ofrece mucho contenido extra, el placer de todo periodista. «El mundo de las ideas es fantástico. En compañías como Microsoft y Google hay dos mil ingenieros dando vueltas, ¡y aquí en Secot somos 40! Y lo hacemos gratis, como no podía ser de otra manera, no cobramos nada. Todos los días recibimos consultas, la última esta misma mañana, de una persona de una inmobiliaria que no sabía si podía vender un piso sobre el que aún no se ha ejecutado la herencia. Puedes, haz un contrato con estos matices, le he dicho«, apunta este hombre que se define como »tranquilo, reflexivo y, sobre todo, previsor. Yo planifico toda mi vida, ya sé lo que tengo que hacer de aquí a fin de año. También estoy organizando un viaje a Soria«, confiesa. Cuenta que se toma la tensión cien veces al año «porque mi padre murió de un ictus. Hago una media con los resultados y procuro que no pase de 140. Además, cada tres meses voy a la enfermera que me mide y me pesa. Tomo unas medicinas en el desayuno. Y puedo decir que conservo una muy buena memoria. ¿Quiere que le recite las matrículas de los coches que he tenido?«, y enumera de carrerilla. »Teóricamente yo a estas alturas tendría que haber fallecido, porque la esperanza matemática de vida de un hombre, aquí en el País Vasco, es de 82 años. Así que podría decirse que, en la curva de la estadística, estoy en el dos sigma (2-sigma)».
Una neófita en la rama de las matemáticas que estudia la variabilidad como es la que suscribe ese artículo le pide al instante una explicación a esta mente brillante. José Carlos la da con tanta naturalidad como conocimiento de causa. «La unidad de medida que se ofrece normalmente cuando se habla de significado estadístico es la desviación estándar, expresada con la letra griega minúscula sigma. El término se refiere a la cantidad de variabilidad en un conjunto de datos dado: si los datos apuntan todos a una zona conjunta o están muy dispersos. Por ejemplo, si estás haciendo una encuesta sobre cuánta gente planea votar en unas elecciones, la convención aceptada es de dos desviaciones estándar por encima o debajo de la media, lo cual da un nivel de confianza del 95%, lo que es razonable. El intervalo de dos sigmas es a lo que los encuestadores se refieren cuando dicen 'el margen de error de la muestra', como un tres por ciento, en sus conclusiones. En otras palabras, significa que si preguntas a toda la población y obtienes un resultado concreto y haces la misma pregunta a un grupo aleatorio de 1.000 personas, hay un 95% de posibilidades de que los resultados del segundo grupo estén a dos sigma de los resultados del primero«. Y así es como una acaba entendiendo la pericia de José Carlos Perinat Mazeres para dar con negocios exitosos.
«Cuando me licencié me coloqué en la empresa de un amigo de la familia. De ahí me marché a Ingenieros Consultores,que tenía tres delegaciones: en Barcelona, Madrid y Bilbao. He recorrido España entera como consultor enseñando a las empresas a mejorar su productividad. También llevaba a cabo mucha labor de administración y de contabilidad, para lo que también me formé. Eso me ayudaba a enfocar la empresa no solo desde el punto de vista del producto, sino también desde el punto de vista de la economía», argumenta. Tengo amigos que se metieron a trabajar en la oficina técnica a los veintitantos y salieron a los 65. La mía ha sido una vida profesional más rica. Viajar da mucha cultura», indica. A sus dos hijos, una psicóloga especializada en lenguaje no verbal y otro arquitecto, y a su mujer, «una santa», le pesa un poco a Perinat, les veía los fines de semana «porque de lunes a viernes viajaba». El que fuera presidente de Secot de 2014 a 2018, ahora ya no está en el cargo, aunque sigue vinculado estrechamente a esta entidad, no peca de petulante. Entusiasta de la cultura, sabio humilde, trabajador incansable, dice que su empeño «siempre ha sido ayudar. Yo he gozado de cosas, como ir a la universidad, a las que han contribuido los demás con sus impuestos, y quiero devolverlo a la sociedad. En la carrera solo pagábamos la matrícula y los libros. Yo quise durante mis estudios dar clases particulares a chicos que habían fracasado en la reválida para pagarme los libros. No es que mis padres no pudieran ayudarme, es que para mí era un honor ser autosuficiente«, concluye.
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