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La iglesia vizcaína está de fiesta. La catedral de Santiago, en el corazón del Casco Viejo de Bilbao acoge una ceremonia de ordenación episcopal. No es algo que se vea todos los días. La gente que deambula a primera hora de la mañana por la ... parte vieja de la villa se sorprende al ver a tantas personas vestidas de negro y gris, curiosos tonos para una celebración. «¡Ah claro!», exclama Carmen Urrutia, que esta mañana ha espabilado para acercarse desde Durango al mercado de la Ribera. «Que hoy era lo del obispo o algo así, ¿no?», se pregunta y se responde sorprendida. Así es. Este sábado, el protagonista es «un hombre humilde» que fue párroco de Barakaldo, de Deusto y de varias iglesias más, vicario en Boston (EE UU) y apóstol en Quito (Ecuador). Las Siete Calles se dirigen todas a un mismo destino:la designación de Joseba Segura Etxezarraga como obispo auxiliar de la capital vizcaína.
El obispo de Bilbao, Mario Iceta, recibe personalmente a los autobuses que llegan a la plazuela de Santiago para participar en la ceremonia. Son las diez y media de la mañana. De uno de ellos desciende Teresa Tomelo, en cuya casa de Quito vivió el nuevo prelado auxiliar durante seis años, hasta que se construyó la casa parroquial de la ciudad. «Tengo excelentes recuerdos de aquel tiempo, porque le cogí muchísimo cariño», cuenta. «Era muy buen cocinero; me enseñó a preparar el pescado al vapor, sin nada más que aceite de oliva», cuenta la mujer que, por si cabe alguna duda, introduce un matiz a sus recuerdos culinarios. «Pero el mejor recuerdo que guardo es el de su amistad. Era un hombre muy bueno y muy sensible».
Sólo alguien que deja huella es capaz de conseguir que haya personas dispuestas a tomar un avión en Quito el 1 de abril para presentarse a una ordenación en Bilbao seis días después. Susana Carrera, amiga y familiar de Teresa, lleva 40 años viviendo en París y tampoco ha querido perdérselo. También conoce al prelado. «Deberíamos todos seguir su ejemplo. Es un hombre que aporta paz, generoso de corazón. Admiro su humildad», le describe la francesa de origen ecuatoriano.
El catedral de Bilbao se ha dispuesto como se acondicionan los espacios para los grandes acontecimientos. Dos pantallas gigantes retransmiten la celebración en directo para que los fieles que lo deseen puedan seguirla desde el claustro. A los periodistas les han dejado en el pórtico. Fotógrafos y cámaras apenas disponen de cinco minutos para tomar imágenes. La diócesis distribuye las tomas oficiales.
Gabriel Santana (31 años) va a seguir la misa desde el fondo de la catedral, junto a algunos amigos y su «prometida», Melody del Mar, de 24 años. Los dos han venido desde Las Palmas de Gran Canaria para participar en una formación eclesiástica y asistir a la ordenación, «que es algo que no se ve todos los días», cuenta él. Ella quiere ser profesora de Religión. «¡Que cambiado está Bilbao!», se sorprende. «Lo conocí siendo niña, con 7 años, y era una ciudad oscura, nada que ver». Lo que dicen todos...
Segura está bien arropado. La iglesia vizcaína calcula que el acto ha congregado a unas 2.000 personas, bastantes de ellas del propio clero y organizaciones benéficas. Celebran la ceremonia 18 arzobispos y obispos, a los que se suman otros 250 concelebrantes. Están los sacerdotes y religiosos de Bizkaia y otros muchos venidos del resto de Euskadi, otras regiones españolas y Ecuador. Entre ellos figura el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Ricardo Blázquez, que fue obispo de la villa. Hay sillas vacías, pero 2.000 asistentes «en tiempos de laicismo no está nada mal», defiende Margari Ochoa, «de Bilbao de toda la vida».
Aitor Miranda ha llegado desde La Rioja. Fue alumno de Segura en la Facultad de Teología y, según explica, tuvo que marcharse de Euskadi porque dar clases de religión «aquí sin saber euskera es imposible». Recuerda al obispo auxiliar como un profesor «abierto, atento, preocupado, disponible». «Un caballero, sin duda». Así le define, Carmen Bedia, veterana empresaria cántabra, que tampoco ha querido perdérselo. «Su hermana y yo somos íntimas amigas», cuenta la mujer.
En el pórtico, las primeras filas están copadas por los miembros de la Pastoral de Sordos. La hermana Susana Mallo, de las Siervas de Jesús, hace de intérprete. «Estamos todos muy contentos», cuenta Félix Hormaetxea, de Algorta. Suenan las campanas. Once de la mañana. Silencio. Canta la Capilla de Música de la Catedral. Comienza la ceremonia.
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