Miguel Ángel Castilla Romero, de 51 años, desapareció el 5 de octubre de 2022 en Amorebieta y el caso se investiga como un homicidio por los indicios de criminalidad. Aquella mañana otoñal, el hombre había acudido al barrio Astepe, donde vivía con sus padres cuando ... era pequeño. Pertenecía a una familia numerosa de nueve hermanos muy conocida del municipio. Los padres ya han fallecido. «Había perdido la cabeza por las drogas», lamenta su hermano Kiko, quien puso la denuncia ante la Ertzaintza y se ha encargado de todo lo referido a la desaparición en nombre de su familia. Alguno de los nuevos vecinos que no le conocían y le vieron merodear junto a sus casas llamaron a la Policía Municipal. Los agentes le identificaron y como era conocido, le dejaron allí y se marcharon.
Justo ese día, el hombre se había mudado. Gracias a un acuerdo con el Ayuntamiento, hasta ese momento residía en uno de los chalés construidos en Orue inicialmente para mayores, pero tenía que dejarlo en septiembre. Miguel Ángel había conocido a un colega albañil encofrador que le alquilaba una habitación por 200 euros, en Ogenbarrena. Trasladó allí todas sus cosas. Pero, «sólo estuvo un día. No había luz ni agua. Los caseros se la habían cortado porque no pagaba el alquiler. Mi hermano se sintió engañado y fue a reclamarle que le devolviera el dinero». Se presentó a las siete de la tarde en el bar Politena en busca de Carlos. «Vamos a casa que te voy a dar el dinero», le dijo, según testigos. «Y ya no se supo nada más de él», recuerda Kiko.
Indicios
El sospechoso intentó sacar dinero con la cartilla de Miguel Ángel y se puso su ropa tras desaparecer
Ilusión por la nieta
Miguel Ángel estaba separado y tenía un hijo de 35 años en Málaga, que le acababa de dar una nieta. Él le animaba a que fuese para allá y se alejara de las drogas. «Quería hacerlo», asegura. «Tenía mucha ilusión por conocerla. Cuando llegó Todos los Santos y vino su hijo con la niña y él no aparecía, me alarmé», admite.
El compañero de piso, «que niega su relación con un supuesto homicidio», fue detenido por la Ertzaintza como sospechoso de la desaparición de Miguel Ángel el 19 de septiembre de 2023, casi un año después de la extraña ausencia. Días después de que a Miguel Ángel se le tragara la tierra, Carlos había acudido a una sucursal de la Caja Laboral, con un acompañante con la cartilla del desaparecido, según se aprecia en las imágenes grabadas por las cámaras de vigilancia. «Se ve cómo rebuscan en la cartera de mi hermano algún papel en el que pueda estar apuntado el número PIN. Hicieron tres intentos y al final el cajero se tragó la cartilla». No ha habido ningún otro movimiento en la cuenta desde entonces. Además, también se le vio por la calle mientras paseaba a los perros con la chamarra roja de alta montaña puesta que se había comprado Miguel Ángel en rebajas.
Se siente «abandonado»
Kiko se queja de la «falta de información» y «poca empatía» del juzgado ydel resto de instituciones
La Ertzaintza registró con perros una zona de monte situada frente al barrio y se batió el río en agosto en busca de alguna pista del desaparecido sin éxito. Tras el arresto, agentes de la Policía Científica inspeccionaron la vivienda del sospechoso durante seis horas. Llegaron a picar la pared «para que los perros olfatearan, pero no marcaron nada». Ante la falta de restos biológicos, el detenido quedó en libertad al día siguiente.
Kiko se siente «abandonado», se queja de «falta de información» y de la «poca empatía» con que ha sido recibido en el juzgado que lleva el caso y teme que lo cierren. Ha intentado contactar sin éxito con la consejera de Justicia y con el de Seguridad, además de con la alcaldesa de Amorebieta. «La vida de una persona no vale nada. Mi hermano tenía un gran corazón. No estoy diciendo que fuera un ángel. Si se la liabas no se echaba para atrás, pero si podía echarte una mano, lo hacía». Además, la ley de protección de datos le impide acceder a cualquier información.
Se siente «agradecido» con la Ertzaintza, con la que ha colaborado. Él ha intentado preguntar al círculo de amistades de su hermano y cree que algunos ocultan algo. «Estoy al 100% convencido de que a mi hermano le han matado y alguien sabe algo más de lo que cuenta, pero lo oculta, yo creo que por miedo». «Carlos se fue a Extremadura estas pasadas navidades porque le dieron una paliza, imagino que a cuenta de las drogas. Es muy listo, sabe que sin cuerpo, no hay delito», barrunta Kiko.
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