Los hermanos Juanjo y Dani Rodrigo, dos experimentados montañeros del barrio bilbaíno de Santutxu, fueron localizados sin vida el 27 de enero de 2010 en Palencia, a 2.100 metros de altitud, en el Pico Curavacas. Tenían 35 y 26 años. Habían pasado toda la ... noche bajo un intenso frío tras sufrir un accidente cuando escalaban un corredor de hielo. La autopsia reveló que sobrevivieron a un alud, pero no a temperaturas de hasta 15 grados bajo cero. Entonces, el padre de las víctimas hizo un juramento. Luis Ángel prometió que subiría 126 veces a esta cumbre, el mismo número de compañeros que se inscribieron en el homenaje tributado a los fallecidos a los cinco meses de la tragedia mortal.
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«Al final participaron más de 200 personas, pero siempre me quedé con la cifra mágica de 126», relata Luis. «Yo a la montaña había ido poquito. Solo una vez. Con Dani, y casualmente a ese pico. No conocía a ninguno de aquellos montañeros, pero siempre les oía hablar a mis hijos de que eran muy buenas personas», recuerda. Dice que se quedó «impresionado» cuando colocaron una placa conmemorativa en memoria de Juanjo y Dani en la Pedrera, situada a 400 metros de la cumbre.
«La gente sufría hasta llegar allí y me dije 'esto tengo que arreglarlo yo'. ¿Qué voy a hacer? Quiero sufrir como ellos, por mis hijos». El 22 de mayo de 2018 celebró haber alcanzado la cima en 19 ocasiones. «Soy muy creyente y practicante», confiesa. «Me despedí de ellos y tuve mis 'cositas', pero prometí que nunca más volvería hasta lo alto del pico». Asegura que los años no pasan en balde y que va camino de los 76, pero juró que no pararía hasta realizar 126 ascensiones a la Pedrera, sueño que cumplió en septiembre del año pasado. Eligió este mes porque «es cuando cumple años Juanjo». Salía a más de diez escaladas anuales, que afrontaba sobre todo en los meses de verano.
Con cada una experimentaba una sensación de «mucho dolor y pena», pero también de serenidad. «Esa Pedrera me ha costado sangre, sudor y lágrimas. He padecido mucho subiéndola, pero también me lo paso muy bien con mis hijos arriba. No le diré que canto, pero sí río, rezo y hablo con ellos, igual que ellos hablan conmigo, o eso creo. Les doy recuerdos de toda la gente que no les olvida», detalla. Cada vez que llegaba repetía el mismo ritual. «Anotaba el día, el mes y el año y les escribía una dedicatoria». Siempre ha ido solo hasta las 100 ascensiones. «Ha habido veces que amanecía subiendo la Pedrera».
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Mientras realizaba la ascensión procuraba no pensar en nada. «Agachaba la cabeza y ni siquiera miraba para arriba. Cuando quería darme cuenta, ya estaba allí, donde ellos, muy reconfortado», subraya. En lo más alto le gustaba recordar cómo eran sus chavales. «¿Qué quieres que diga? Ahora estoy recogiendo lo que ellos sembraron. Son ellos los que me han hecho ser lo que soy como montañero. El amor de un padre por sus hijos no tiene límites. Andar y correr es lo que me ha servido para salir adelante», se consuela este antiguo soldador que trabajó toda su vida en una empresa de Basauri.
Dice que era Juanjo con quien guardaba «un mayor parecido físico. Era muy formal y más serio», describe. Dani, en cambio, siempre andaba «entre bromas. Era más alegre», relata emocionado. A Luis Rodrigo y a su mujer la montaña les «partió» la vida por la mitad, aunque no le guardan «ningún rencor». Al contrario, entienden la pasión que las cumbres despiertan en tanta gente. «La montaña es una droga. Yo no la conocía tan de cerca hasta lo que pasó. No me extraña que ellos quisiesen tanto las montañas. Ahora, cuando subo allá arriba, me siento el hombre más feliz del mundo», explica.
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La vida depara en ocasiones extrañas casualidades que con el tiempo alcanzan una trascendencia extraordinaria. La única vez que subió con Dani al Curavacas, «en un mes de agosto de hace bastantes años», pararon en la Pedrera a comer un bocadillo, «antes de empezar a escalar». En este lugar colocó un buzón, donde los montañeros depositan, para alegría suya, numerosas dedicatorias. «Es impresionante porque ya tengo en casa como ocho o diez carpetas», calcula.
Luis Ángel le prometió a su mujer que completadas las 126 ascensiones no volvería a intentar «ni una más», pero está «contento» porque dos o tres conocidos, cuenta, se han comprometido a ir, al menos, una vez al año a la Pedrera. «Yo ya no podré subir más, pero me reconforta mucho que esta gente les pueda dejar una nota mía», relata apenado. «Me sentía tan feliz con ellos allí... Cuando iba a verles me costaba tanto marchar que más de una y dos veces bajaba igual 300 metros, me daba la vuelta y subía otra vez», rememora.
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Cuando hace cinco meses Luis Ángel Rodrigo regresó por última vez a la Pedrera no lo hizo de cualquier manera. Se enfundó una de las camisetas que ha realizado en honor a Juanjo y Dani, a los que lleva a la altura del pecho, muy cerca de su corazón. Cuenta que sus primeras 100 ascensiones las hizo solo. «No quería que nadie subiese conmigo», admite, Pero, a partir de alcanzar esta cifra, acudía acompañado. «Tenía una lista de espera con tanta gente que a algunos ni siquiera conocía», lo que le llena de orgullo por el cariño y admiración que sus hijos dejaron entre numerosos aficionados a la montaña.
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