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Suena la campana. Primer asalto a puerta cerrada. La función se celebra en el cuadrilátero del gimnasio Otxar Gym, situado en Otxarkoaga, uno de los ... barrios más humildes de Bilbao. Entre las cuatro cuerdas se miden hoy Gorka Valdizán, de Leioa, 52 años, y María José Ramos (Marijose), de Mallabia, 61. Da igual lo que pesen. Los púgiles no combaten, luchan contra el párkinson. Forman parte del primer equipo de pacientes que en España ha decidido ajustarse los guantes de boxeo para enseñar los dientes a la enfermedad. Hacen lo que llevan años haciendo, pelean. «Me siento mucho más libre desde que lo práctico», confirma y les anima desde el otro lado de la lona una de sus compañeras de viaje. Se llama Ana Rosa Ferreiro y tiene 85 años. Fin del primer asalto.
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Comienza el segundo 'round'. Gorka Valdizán forma parte del equipo de 30 pacientes de la asociación vizcaína Asparbi que ha decidido dedicar dos mañanas por semana al deporte que glorificó a Cassius Clay (luego Muhammad Ali) y a Joe Frazier. O a José Manuel Urtain y Pedro Carrasco, como se prefiera. El mal como el boxeo le llegó de golpe. Hace ya once años, quizás alguno más. Le robó el sueño, como le ocurre a muchos otros pacientes y se pasó «nueve o diez meses» sin poder dormir, apenas dos horas al día. Andaba a pasitos cortos por el pasillo de casa, muy rígido y con el cuerpo echado hacia adelante.
Durante toda esta década larga no ha dejado de luchar. Prometió a su padre que saldría adelante y ahí está. Una cirugía para la colocación de un implante cerebral le ha permitido mejorar síntomas, como el temblor de manos, pero la enfermedad avanza. La vida también y tener que volver a la casa de sus padres, con una madre que ha sufrido ya varios ictus, tampoco le viene bien. Pero es la vida, se resigna, y hay que afrontarla como viene. Apasionado de siempre del deporte, del fútbol, el atletismo y la bicicleta, el boxeo le ha devuelto la ilusión y el ejercicio físico que necesita y añoraba. «He ganado fuerza, equilibrio, porque me siento más estable. Voy a menos, lo sé, pero este entrenamiento me sirve para sentirme mejor», cuenta.
El boxeo que practican no tiene contacto físico. Evita que los participantes se golpeen en la cabeza para evitar justo lo que se quiere impedir, que es el avance de la enfermedad. El excampeón del mundo de los pesos pesados falleció precisamente de un párkinson desarrollado, según contaba él mismo, por los más de 61.000 golpes que estimaba que había recibido en la sesera. Los ejercicios propios de este deporte se sabe que alivian los síntomas propios de la enfermedad, según explica el neurólogo del hospital Donostia Javier Ruiz Martínez, que cuida de la púgil de Mallabia.
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Gorka Valdizán
Paciente
El baile que conlleva una sesión de entrenamiento permite trabajar la marcha, el equilibrio, la coordinación muscular y la rigidez, que son justamente los síntomas que caracterizan al párkinson. Iker Tamayo, fisioterapeuta de la asociación Asparbi, promotora de la iniciativa y que lleva diez años practicando boxeo destaca la calidad de vida que ganan los pacientes con este ejercicio. «Saber dónde se tiene la izquierda, la derecha, cuándo la tienes que mover, permite trabajar la memoria. Es, además, muy divertido y los participantes hacen mucha piña entre ellos, que eso también es importante», destaca.
Marijose Ramos está preparada para el tercer asalto. Ella, en parte, es un poco responsable de todo este lío, porque su marido, Juan Luis Ferreño, tiene un gimnasio en Ondarroa y es su entrenador personal. De su mano y de la de Javier Ruiz Martínez, su neurólogo, ha participado ya en la maratón de Lisboa y se ha preparado para correr en la que hoy mismo se celebra en San Sebastián. «Un día era incapaz de batir unos huevos y otro me resultó imposible escribir a máquina. Trabajaba entonces como administrativo en Osakidetza», recuerda la mujer.
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El párkinson, cuenta, le genera «mucha rabia», que focaliza en el saco de boxeo. Con él se desahoga. «Tengo mucha suerte, porque soy muy optimista, dispongo del mejor entrenador personal, que es mi marido, y tengo también a mis hijos, Aitor y Danel, que siempre están ahí. «El boxeo para mí lo es todo, lateralidad, fuerza, equilibrio, coordinación cognitiva, incluso terapia emocional», asegura y se emociona al contarlo.
La idea de introducir el boxeo sin contacto entre las servicios terapéuticos de Asparbi rondaba por la cabeza de su presidenta, Begoña Díez, desde hace ya tiempo, en concreto desde 2019. Hubiera sido una realidad mucho antes, según explica, si la pandemia de covid no hubiera parado el mundo un año después. «Me llama mucho la atención que el párkinson afecte bastante más a los hombres que a las mujeres y que tengamos el mismo número de participantes de unos y otras en este grupo, quince y quince», destaca.
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Uno de los principales promotores del programa fallido de 2019 había sido el monitor de boxeo José Baena. Aquel proyecto acabó de terminar con la muerte repentina en plena pandemia de otro de los padres del proyecto, Ignacio Barainka. Pero como el mundo, se dice, es un pañuelo, el pasado enero llegó a la asociación un nuevo fisioterapeuta, Iker Tamayo, que llevaba 10 años practicando boxeo y estaba convencido de sus beneficios frente al párkinson. ¿Y quién era su entrenador? Exacto, José Baena.
Begoña Díez
Presidenta y fundadora Asparbi
«Todo esto –relata– comenzó en Estados Unidos de la mano de Freddie Roach, un campeón mundial que puso en marcha una red de gimnasios especializados en la atención al paciente de párkinson. En España había habido alguna iniciativa puntual a nivel particular, pero nada organizada desde una asociación, como hasta ahora. ¿Por qué me involucré? Está claro: merece la pena».
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Llegamos al cuarto y último asalto. Final del no combate. Gorka, Marijose, Ana Rosa y los demás saltan, lanzan puñetazos al aire, golpean a su propio párkinson. «En esta enfermedad nadie sabe qué va a pasar en el futuro, ni siquiera la semana que viene», resume Valdizán. Aquí cuenta, según dice, el día a día. Cuenta cada golpe. Baila el saco.
La evidencia científica en torno a los beneficios de la actividad física frente a la enfermedad y el envejecimiento crece día a día. En el ámbito del párkinson, de manera especial, según explica el neurólogo del hospital Donostia Javier Ruiz Martínez. «Es algo ya muy evidente que el ejercicio, cuanto más intenso y vigoroso sea, resulta todavía mejor», afirma el especialista donostiarra, coordinador del grupo de Investigaciones Neurodegenerativas Biogipuzkoa.
En el ámbito de párkinson la práctica deportiva cobra una mayor relevancia por dos motivos. Desde el punto de vista físico, se trata ésta, precisamente, de una patología donde se alteran el movimiento y la tensión muscular; y caracterizada por una serie de síntomas motores, como el temblor o la rigidez. Además, se dan en ella determinados aspectos biológicos, como la conectividad cerebral –la pérdida de actividad neuronal– que también mejora con el ejercicio.
Lo que la ciencia ha demostrado en numerosas ocasiones es que el esfuerzo físico es capaz de contener el avance de la enfermedad. Por su experiencia profesional, Ruiz Martínez está convencido de que incluso puede ir más allá y mejorar las condiciones físicas de los afectados. No se ha demostrado, pero él lo ha visto en su consulta.
«Tengo pacientes (una de ellas la protagonista de este reportaje, María José Ramos) en los que van pasando los años, tenían que haber notado ya el avance de la enfermedad; y no solamente se han mantenido, sino que están incluso mejor. Les preguntas qué hacen –detalla Ruiz Martínez– y descubres que tienen una vida activa, que lógicamente impacta en su metabolismo».
Estudios realizados tanto a nivel celular como con animales han puesto de manifiesto la existencia de una proteína llamada irisina (conocida como 'hormona del ejercicio'), que parece tener un enorme potencial terapéutico. Es una sustancia que se libera mientras se realiza actividad física intensa y que se ha mostrado capaz de contener el avance de la enfermedad.
Algunas de esas investigaciones han permitido ver incluso su potencial como inhibidor de otra molécula llamada alfa-sinucleína, característica del párkinson. Su acúmulo ha llegado a reducirse hasta un 50%.
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