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La línea de costa en la Euskadi del siglo XXII no será la misma que la actual. Más de la mitad de las playas que conocemos estará cubierta por el agua y en ciudades como Bilbao se inundarán con cierta frecuencia los barrios bajos y más próximos a la ría. Esa preocupante predicción es la que se recoge en el informe presentado este martes por Greenpeace. En él se detallan los riesgos a los que se enfrenta la costa vasca de no tomarse medidas para reducir las emisiones a la atmósfera y frenar así el calentamiento global, y por ende, la subida del nivel del mar.
El estudio se apoya para realizar esta advertencia en las estimaciones efectuadas por el centro tecnológico AZTI, según las cuales el nivel del mar sube 3,2 milímetros al año. Para finales de siglo se espera que lo haga «entre 50 y 80 centímetros, lo que supondría un retroceso de la línea de costa de entre 50 y 100 metros».
«Este ascenso puede provocar la inundación de numerosas áreas del litoral en condiciones de mareas vivas, así como daños en puertos, diques y paseos durante los temporales», sostiene Greenpeace. La organización ecologista alerta de que como consecuencia de esta crecida del nivel del mar «se perderán gran parte de las playas y marismas» de Euskadi. En concreto «afectará al 70% de las playas de Gipuzkoa y al 45% de las de Bizkaia». Ondarroa, Lekeitio, y el entorno de las rías de Plentzia, Urdaibai y Bilbao serán las zonas que pierdan más terreno con respecto al mar, según el estudio. Los primeros efectos, sostiene la organización, podrán comenzar a verse «en el corto periodo de seis años».
Según Greenpeace el exceso de urbanización e infraestructuras en algunas zonas costeras, sumado a la contaminación y a la construcción de barreras artificiales como diques, espigones, paseos marítimos o puertos deportivos ha supuesto «el despilfarro» de los recursos naturales y han provocado «desequlibrios que se traducen en el retroceso y la pérdida de las playas y, con ellas, de su función de barrera protectora».
Pero por encima de todo sitúan al cambio climático como principal causante de la subida del nivel del mar, que incide en «el aumento en frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos, como olas de calor, lluvias torrenciales, temporales, huracanes e inundaciones» por el incremento constante de la temperatura de los océanos.
Como consecuencia de ello el estudio recuerda que AZTI ya ha detectado desplazamientos hacia el norte en la puesta del verdel o su adelantamiento en el caso de la anchoa. Los juveniles de bonito migran antes, mientras que «la anguila, una de las especies más vulnerables, ya se encuentra en un estado crítico».
El informe señala además una serie de puntos negros en la costa vizcaína. A nivel ambiental destaca los efectos negativos que podría tener para la reserva de Urdaibai la construcción de un segundo museo Guggenheim en este paraje protegido, tanto por su edificación en sí como por los miles de turistas que atraerá a ese espacio natural.
La planta de Petronor en la ría del Barbadun, en Muskiz, por la contaminación que genera, y el proyecto de la futura construcción de una piscifactoría en los terrenos de la central nuclear de Lemoiz, en lugar de la restauración de estos terrenos, son otros dos de los «ejemplos de lo que no debe hacerse» en el litoral, según el estudio. Un trabajo que advierte además de los efectos perjudiciales del turismo «masificado» en entornos costeros singulares como San Juan de Gaztelugatxe.
El estudio incluye una serie de medidas a adoptar para frenar el incremento del nivel del mar. La más destacada de todas ellas es la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Incluso aunque fuese «moderada», señala el trabajo, «se podría evitar el 40% del retroceso de las playas».
De forma paralela se deben aplicar acciones a nivel municipal, autonómico y nacional para minimizar los daños y adoptar soluciones duraderas, más allá de la reconstrucción de paseos marítimos o reposición de arena de forma artificial tras los grandes temporales. Greenpeace subraya que «proteger y conservar las playas supondría un beneficio 150 veces superior a dejar que sigan deteriorándose».
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